La línea de los generales
En una reciente conferencia dictada en la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, fundada por Domingo Faustino Sarmiento, el historiador Tulio Halperín Donghi se refirió al pensamiento, la obra y el estilo del gran sanjuanino, con motivo de la celebración del bicentenario de su nacimiento. Y lo hizo con la audacia y el sarcasmo de siempre, mezclando una amplia erudición con una fina ironía y sentido del humor. Dijo que Sarmiento, a más de un siglo de su muerte, sigue siendo impredecible y que no sabemos qué diría de la Argentina actual. Recordó que tenía una visión casi idílica de los Estados Unidos, del que nuestro país tenía que ser su equivalente austral, es decir un país de granjeros o pequeños propietarios agrarios.
Al respecto recordó también la polémica que Sarmiento tuvo con Bartolomé Mitre, ya que éste -más realista- sostenía que la verdadera Conquista del Desierto la habían hecho las vacas, y que la base de la prosperidad era "la civilización avanzando en cuatro patas". La Argentina, que en la última década parece haberse reencontrado con su destino agroexportador, ha reavivado aquella célebre polémica, aunque planteada en otros términos, ya que el crecimiento económico y la entrada de divisas se funda hoy ante todo en la exportación de granos y no tanto en las vacas.
Pero aquel país que creció impetuosamente e fines del siglo XIX y ya entrado el siglo XX tuvo un soporte político. De las presidencias fundacionales de Mitre, Sarmiento, Nicolás Avellaneda y Julio A. Roca se pasó a la "democracia ampliada" encarnada por Hipólito Yrigoyen en 1916, a quien sucedió Marcelo T. de Alvear en 1922. El general Agustín P. Justo, que había sido ministro de Alvear, fue presidente y la figura paradigmática de la llamada Década Infame (1930-1940). Sobre esta larga secuencia histórica, Halperín Donghi hizo una digresión sorprendente: que había existido una "línea de los generales" que dominó casi un siglo de historia argentina: era la línea Mitre-Roca-Justo-Perón.
Los cuatro fueron generales del Ejército. Perón solía definirse como "un simple soldado", y en los momentos más importantes e incluso dramáticos de su historia política vistió uniforme de general. Después de la revolución militar de 1943, el entonces joven coronel Perón ocupó los cargos de ministro de Guerra, vicepresidente de la Nación y secretario de Trabajo y Previsión (cargo en el que armó un gran aparato político y sindical que lo llevó a la presidencia en las elecciones de febrero de 1946). Para Halperín, el eje San Martín, Rosas y Perón, reivindicado por el revisionismo histórico, responde a una versión ideológica de la historia que intenta encontrar culpables, o buenos y malos, cuando "la historia tiene protagonistas, hacedores y circunstancias, pero no culpables".
La verdadera "línea de los generales" en la conducción del Estado nacional sería, pues, la que arranca con Mitre y llega hasta Perón, pasando por Roca y Justo. Con una digresión: Halperín sugiere que Alejandro Agustín Lanusse quizá fue el último representante de aquella "línea de los generales". Y recuerda que en 1973, cuando el general Lanusse (a quien califica de "todo un caballero") acompañaba a su sucesor Cámpora hacia la Casa Rosada, en medio de insultos y escupitajos en la espalda, le dijo al presidente electo: "Siento tanto doctor, que en medio de este ajetreo no he podido saludar a su señora"; a lo que Cámpora respondió, "en tono versallesco": "Enseguida se la presento, general". Pero lo cierto es que, después de la derrota de Malvinas y el quiebre del último régimen militar, las Fuerzas Armadas desaparecieron como "factor de poder" político y la "línea de los generales" se convirtió en una secuencia del pasado. © LA NACION