Una sátira sobre la vanidad de los escritores
Hay relatos que leídos una vez proyectan su sombra para siempre. Enoch Soames, del inglés Max Beerbohm, es el caso más escandaloso de esa presunción. Muchos lectores, por lo menos los del Río de la Plata, lo habrán leído en la Antología de la literatura fantástica, que recopilaron Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, pero evidentemente tiene la historia algo inextinguible y hace poco lo volvió a publicar la editorial Acantilado.
Aquello que lo vuelve inolvidable no es el estilo (aunque Beerbohm es maestro del estilo). No. Es algo de un orden no meramente artístico. En una versión irónica del mito fáustico, el poeta Enoch Soames pacta con el demonio a cambio de viajar al futuro para conocer el juicio póstumo. En las enciclopedias, su obra no existe más. Pero sí su nombre... como personaje de Beerbohm. "Es una sátira algo artificiosa, pero no carente de valor: demuestra hasta qué punto se tomaban en serio los jóvenes de 1890". La eternidad del nombre persiste, pero los escritores juegan el pleno de su vanidad al presente; eso que arruina el arte y se llama fama.




