No hay que subsidiar las energías fósiles
La matriz energética argentina se compone mayoritariamente de combustibles fósiles (86%). Esto se debe en gran parte a la historia energética de nuestro país y el fuerte desarrollo que tuvo esa industria en el siglo XX.
Una de las formas de constatar las prioridades de un país radica en observar hacia donde dirige su dinero. Los distintos gobiernos siempre buscaron incentivar el desarrollo de la industria de los combustibles fósiles dándole numerosos beneficios impositivos o mediante transferencias de fondos, es decir, subsidios.
Esto no solo sucede en la Argentina, es un modelo que se repite alrededor del mundo. Según un informe del Overseas Development Institute (ODI), en promedio, en 2015 y 2016 solo los gobiernos del G7 entregaron más de 100 mil millones de dólares de fondos públicos para producción y consumo de gas, petróleo, y carbón dentro y fuera de sus países. Esta situación ha derivado en numerosas críticas de organizaciones de la sociedad civil.
En la Argentina durante muchos años se incentivó la exploración, producción, el transporte y el consumo de combustibles fósiles, con lo que se generaron distorsiones en los precios que llevaron hacia el uso irracional de la energía. Justamente la utilización de los subsidios nos hizo creer, durante mucho tiempo, que este tipo de energía (de base fósil) era accesible y de bajo cost o. Sin embargo, esa estimación nunca tuvo en cuenta los impactos sociales y ambientales de su obtención. Por su parte, hoy los precios de las energías renovables se han reducido tanto que incluso han demostrado ser competitivas en relación a los combustibles fósiles.
Las empresas petroleras se caracterizan por ser industrias de grandes costos y ganancias pero siempre se aseguraron condiciones beneficiosas y subsidios por parte del Estado. Entonces surge la pregunta:¿es viable la industria de los hidrocarburos sin subsidios? Y si la industria de hidrocarburos genera ganancias superiores a lo que recibe de subsidios, ¿para qué necesita los subsidios?
Un reporte sobre subsidios realizado por la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) brinda algunas respuestas a estos interrogantes. En la Argentina, durante 2017 se entregaron más de 1200 millones de dólares a las empresas de hidrocarburos en un contexto de reducción de gastos públicos. Esos montos resultan suficientes para construir 300 escuelas, 9 hospitales o pagar los salarios de 100.000 docentes por un año. Recursos que ese mismo año representaron el 5,6% del presupuesto nacional. Si bien este año el gobierno nacional prevé una baja en los subsidios, proyectando solo un 3,1% del presupuesto, el recorte comenzó por los consumidores asegurando a las empresas, incluso en 2019, unos 1500 millones de dólares.
En resumidas cuentas, la industria de los combustibles fósiles muestra no ser un buen modelo de negocio, más aún si se incluyen los costos ambientales y sociales de su explotación. Los subsidios han resultado ser la base de un modelo de negocio: dinero que gasta el Estado, dinero que sale de nosotros, los contribuyentes.
Enrique Maurtua Konstantinidis
Experto en Cambio Climático de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN)