Pandemia: cuando el encierro dura toda la vida
El aislamiento social, preventivo y obligatorio dispuesto en toda la Argentina obliga a millones de personas a permanecer en sus casas, con la posibilidad de salir de ellas en casos excepcionales. Esta situación ha permitido a toda la comunidad experimentar las consecuencias que el vivir aisladas y aislados provoca en la vida cotidiana, en los estados de ánimo, en las relaciones humanas y en la salud, y se convierte en una oportunidad para que reflexionemos sobre el sistema de atención de la salud mental vigente en la Argentina, basado en el encierro de las personas con padecimiento mental en hospitales psiquiátricos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo cuyas recomendaciones para combatir la pandemia del virus Covid-19 son seguidas por los estados, lleva más de dos décadas alertando sobre las consecuencias negativas que el encierro en manicomios genera en las personas con discapacidad psicosocial, e instando a los países a la sustitución definitiva de estos centros por una amplia gama de servicios en el ámbito de la comunidad, respaldados por atención en hospitales generales. La OMS sostiene que el abordaje comunitario tiene mejores efectos que la institucionalización en la salud de las personas, asegura una mejor calidad de vida y evita que estas sean sometidas a tratos crueles e inhumanos. No obstante, estos llamados han sido desoídos.
El modelo de atención que tiene al hospital psiquiátrico como centro fracasó en la Argentina y en todo el mundo. Si bien la Ley Nacional de Salud Mental dispuso la sustitución del sistema manicomial por uno de salud mental comunitaria, poco hemos avanzado en esa dirección y todavía hay 12.035 personas encerradas en los 162 manicomios públicos y privados del país, con un promedio de tiempo de permanencia de más de 8 años. Del total de personas, 1 de cada 4 lleva entre 11 y 90 años encerrada.
¿Te imaginás estar encerrado o encerrada tanto tiempo? Cuando la cuarentena termine para todos, retomemos nuestras actividades y el aislamiento pase a ser parte del pasado, miles de personas continuarán sometidas a un encierro sin plazo, que se cumple en hospitales y no en casas. Un encierro que ni siquiera permite elegir qué comer ni a qué hora dormir. Un encierro que no recupera la salud sino que la deteriora, que genera la pérdida de habilidades y vínculos sociales, que vulnera derechos fundamentales, y que condena a miles de personas al abandono, al estigma y a la exclusión social.
Para revertir esta situación, es necesario que la salud mental deje de ocupar un lugar marginal en la política pública, que tanto el Estado Nacional como las provincias adopten planes para la adecuación y sustitución definitiva de los hospitales psiquiátricos, y reorienten los recursos destinados a estas instituciones para la creación de un red de dispositivos comunitarios. También es necesario que deconstruyamos las representaciones sociales existentes sobre la locura, que rompamos falsos estereotipos relacionados con la peligrosidad y violencia de las personas con padecimiento mental, y que trabajemos para construir una sociedad más inclusiva.
El 2020 no es un año indiferente para la salud mental en nuestro país. La Ley Nacional cumple 10 años de vigencia y vence el plazo previsto por su decreto reglamentario para el cierre definitivo de los manicomios. Este año, en el que además toda la sociedad está transitando los perjuicios del aislamiento, es una oportunidad para que empecemos el cambio que ya se debería haber completado. Exijamos que se cumpla la ley y saldemos una deuda histórica hacia las personas con padecimiento mental.
Abogado del programa Derechos de las Personas con discapacidad de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ)