Pedro Biscay, un cruzado K contra el establishment de la City
Cercano a Kicillof, ingresó como director del Banco Central en el área de entidades financieras, y desde allí controla los operativos contra el dólar blue
Hasta hace tres meses lucía una larga barba. Y su lugar en el mundo era una playa escondida de Chapadmalal, cercana a una modesta aldea hippie donde ama hospedarse. Pero desde el momento en que la presidenta Cristina Kirchner y su ministro Axel Kicillof dieron un golpe de timón en el Banco Central, su vida dio un vuelco. Tras haber cobrado notoriedad como uno de los promotores del escrache que sufrió Domingo Cavallo en la UCA hace unos meses (niega haber participado aunque retuiteó la convocatoria), ahora mira la City desde una oficina en el noveno piso del Banco Central.
Pedro Martín Biscay (36) se transformó en director del ente que regula la política monetaria y financiera del país, donde además actúa como vicesuperintendente de Entidades Financieras. Su designación fue impulsada por Alejandro Vanoli, el sucesor de Juan Carlos Fábrega, y convalidada por Kicillof. Y su llegada es parte de una nueva etapa en el banco, del que ahora se pretende en el Gobierno que haga mucho más que "preservar el valor de la moneda".
Antes del recambio en el BCRA, la Presidenta había denunciado públicamente una conspiración en su contra por parte de empresas, de exportadores de granos, automotrices, agentes de bolsa y bancos. Y había incluido en esa operación política al BCRA, acusándolo de haber filtrado información que llevó a que algunos bancos "salieran a vender dólares cuando todos compraban". También lo había acusado de no avanzar en 80.000 expedientes sobre infracciones a la ley penal cambiaria. Si bien, en privado, la Presidenta le aseguró a Fábrega que no se había referido a él, éste habría interpretado sus palabras como una crítica irreparable a su gestión.
"El Banco Central no puede permitir la fuga de divisas. Está claro que no vengo a hacer política económica. Tampoco a apretar a nadie", dicen que explica Biscay a sus amigos cuando lo cruzan y hasta le recriminan que se haya convertido en un soldado de la causa K contra el establishment financiero.
Géminis en el horóscopo, lo que lo convierte en un hombre que vive en mundos paralelos, Biscay nació en Villa del Parque en una familia conformada por un padre ingeniero, una madre docente y dos hermanas. "Tuve un abuelo gerente de un banco, que trabajó en el Banco Europeo", dice, en modesto homenaje a don Alberto, su abuelo paterno.
Estudió en un colegio religioso de Paternal, el Claret, y ya desde chico amó el teatro y las carreras de bicicross (el yoga es una actividad que adquirió de adulto). La Argentina estaba viviendo una de sus peores crisis socioeconómicas, en 2001, cuando se graduó de abogado en la Universidad de Buenos Aires, tras una modesta militancia en la izquierda estudiantil. Con el título bajo el brazo, recuerda, fue a una librería y se compró el libro La elite del poder, de Charles Wright Mills -una radiografía de la construcción del poder en Estados Unidos-, un tratado sobre el que edificaría su carrera profesional.
La conversión de un outsider
De sus años de estudiante universitario, Biscay conoce a Kicillof; al presidente de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, y al fallecido Iván Heyn. Sin embargo, lejos de haber continuado junto a ellos su formación y crecimiento laboral, se dedicó a perseguir a los delincuentes financieros. Y lo hizo como un cruzado de izquierda, lo que hoy podría estar convirtiéndolo en el primer integrante del directorio del Banco Central inspirado en esos postulados, ya que sus primeros pasos fueron en el Centro de Políticas Públicas para el Socialismo (Ceppas). En 2003, formó parte del Centro de Investigación y Prevención de la Criminalidad Económica (Cipce), creado para contribuir en la reconstrucción del quebrado entramado social posterior a 2001.
"No soy socialista ni de [Jorge] Rivas ni de [Hermes] Binner. Tampoco soy de La Cámpora ni de Axel. No llegué acá por estar de acuerdo con ellos. Fue lo que hice lo que me trajo acá", afirma con orgullo cada vez que le piden que precise su ADN político. Quienes tratan de entender los motivos de su desembarco en el Central, en cambio, consideran que "llegó donde llegó porque a Axel ya no le queda gente propia y anda raspando la olla".
Entre sus mentores, Biscay reconoce a Alberto Binder, del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Sociales y Penales (Inecip), reconocido por haber rediseñado la policía bonaerense durante la gestión de León Arslanian. También al reconocido penalista David Baigún, creador del Centro de Estudios Penales del Banco Central -disuelto en 1990-, a quien frecuentó como vicepresidente del Cipce.
Para Biscay, el caso de Vladimiro Montesinos constituye uno de los más importantes leading cases en la lucha contra la corrupción. El ex asesor de Alberto Fujimori, encargado de la inteligencia y seguridad de Perú, había aparecido en unas grabaciones sobornando a parlamentarios, lo que al trascender provocó la renuncia del entonces presidente y la fuga de ambos. Años más tarde, la justicia peruana, gracias al accionar de la sociedad civil, recuperó los bienes enajenados al Estado peruano por este funcionario acusado de corrupción.
Biscay se propuso desde el Cipce impulsar este tipo de condenas ejemplificadoras en la Argentina. El caso más notable con el que lo intentó fue el de María Julia Alsogaray, la ex polifuncionaria menemista. La Justicia la encontró culpable de enriquecimiento ilícito por 1.112.000 dólares y dispuso rematar su célebre petit hotel de la calle Junín al 1400 para que le devolviera $ 3.179.207 al Estado. El Cipce propuso que el dinero obtenido fuese derivado a la Fundación Garrahan, pero la Corte Suprema de Justicia truncó la iniciativa.
La llegada de Néstor Kirchner al gobierno le devolvió las esperanzas. De hecho, fue la primera vez que no impugnó su voto en las urnas. Sin embargo, recién en 2009 se animó a correrse del ámbito de las organizaciones civiles y pasar a la función pública. Ingresó al BCRA en 2010 como asesor de Arturo O'Connell, veterano economista y matemático a quien asesoró en temas de lavado de dinero en su último paso como director del Central, entidad a la que había entrado por primera vez en 1958 y a la que volvió durante las gestiones de Alfonsín y Kirchner.
En 2012, trabó relación con Vanoli, quien lo sumó como asesor del directorio de la Comisión Nacional de Valores (CNV). Y en 2013 llegó al área de Fraudes Económicos y Bancarios de la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac), una herramienta que desplegó la jefa del Ministerio Público, Alejandra Gils Carbó, para combatir la delincuencia económica.
Con el pase de Vanoli al Central, su nominación como director no tuvo reparos. Acaba de empezar un tiempo de cruzados. Y Biscay quiere demostrar que sabe cómo enfrentar a los grandes jugadores de la City financiera. Hoy, su lucha es la del Gobierno. El tiempo dirá.