Psicoanálisis a distancia: lo que la pandemia nos dejó
La pandemia que desde hace casi un año se expande por el planeta trajo como consecuencia inesperada una verdadera revolución en la técnica psicoanalítica. La necesidad de realizar el aislamiento social colocó a los psicoterapeutas ante la disyuntiva de suspender los tratamientos por tiempo indeterminado o apelar a las diversas plataformas digitales para continuar, pero ahora de manera virtual.
En realidad hace ya muchos años que algunos psicoanalistas, que hoy podemos considerar pioneros, se animaron a realizar tratamientos a distancia cuando por diversas razones resultaba imposible la cercanía física con el paciente. Esta flexibilidad permitió que muchísimas personas que vivían alejadas de las grandes ciudades pudieran acceder a un tratamiento y también dio lugar a la posibilidad de formar nuevos profesionales a través de clases y supervisiones clínicas a distancia.
En un principio estas iniciativas fueron objeto de muchas críticas, en lo esencial sus detractores no podían concebir una educación sin aula y mucho menos un tratamiento sin consultorio. Tal vez a la mayoría de las personas que hoy tienen más de cuarenta años les haya resultado muy difícil imaginar que alguien pueda trasmitir un saber o ejercer algún tipo de autoridad a cientos o quizá a miles de kilómetros de distancia. Un tratamiento psicoanalítico bien llevado supone un vínculo muy intenso y prolongado, donde se pone en juego la intimidad y circulan importantes afectos y es inevitable que para quien no haya hecho la experiencia, parezca imposible que esto pueda suceder de manera virtual.
Hoy la realidad nos ha dejado sin opciones y la pantalla de la computadora o incluso el celular son los instrumentos privilegiados con los cuales atendemos nuestros pacientes. Y para quien no lo tenía previsto los resultados son verdaderamente sorprendentes; no solo que en la mayoría de los casos la terapia no ha perdido su operatividad, sino que con muchos pacientes el cambio ha arrojado resultados mejores que cuando el tratamiento era presencial. También es cierto que un porcentaje muy reducido de pacientes no ha podido adaptarse y se ha visto obligado a suspender la terapia hasta poder retornar al esquema tradicional.
Es muy posible que los padres del psicoanálisis mirarían con desconfianza un tratamiento a distancia, de la misma manera que los padres de la medicina desconfiarían del uso de un bisturí láser, por eso cada recurso técnico sólo puede ser entendido en su contexto histórico y cultural.
La irrupción de las nuevas tecnologías es uno de los acontecimientos más importantes de la actualidad y ha modificado para siempre la manera de trabajar, de vincularse y de comunicarse con los demás. Hoy nos resulta inconcebible el desarrollo de cualquier actividad, de cualquier vínculo que no apele a los diferentes recursos que ofrece la informática. Es muy posible que Facebook o WhatsApp, por ejemplo, nunca hubieran existido de no haberse producido un cambio subjetivo en los seres humanos que generó el espacio donde pudieron surgir, pero no cabe duda que la existencia y el uso generalizado de estas y otras plataformas profundizó este cambio que, podemos decir, caracteriza la subjetividad del individuo de nuestro siglo.
El psicoanálisis ha descubierto la importancia fundamental del Complejo de Edipo y del desarrollo psicosexual en la estructuración de la personalidad y ha desenmascarado la importancia del lenguaje que nos atraviesa, condicionando lo que somos y lo que creemos ser; estas son condiciones que nos caracterizan y existen desde que el hombre es hombre y no podría ser de otra manera. Pero la forma en que nuestra constitución se exterioriza, la manera en que nuestros deseos y nuestras necesidades buscan la satisfacción y la expectativa que cada uno tiene de sí mismo cambian de cultura en cultura y en cada generación. Esto quiere decir que si bien en lo estructural todos somos semejantes, cada época, cada cultura, arroja individuos diferentes.
En la actualidad, conversar por chat, enviar una selfie o postear una foto digital en Instagram no es un mal consuelo ante la imposibilidad de un contacto físico es, quiero decirlo con total claridad, una manera genuina, vigente y eficaz de comunicarse. Eso no quita que en muchos vínculos el contacto personal también sea imprescindible. A veces es necesario tocar la piel, besar a un ser querido o mantener relaciones sexuales. Pero que ciertas expresiones de comunicación o afecto no puedan ni deban ser reemplazadas no impide que en todo lo demás la comunicación virtual sea valiosa e imprescindible. Más aún, el chateo por ejemplo, puede mejorar la comunicación, no solo porque no tiene límites de espacio y tiempo sino porque a través de él la sinceridad y la falta de rodeos se ven facilitados. Es por ello que normalmente mantenemos relaciones mixtas, virtuales y personales.
El paciente que hoy acude a nuestra consulta es producto de la cultura actual, suele pedir turno por WhatsApp y se siente, en general, cómodo con el tratamiento virtual. El uso de Skype o Zoom, además de facilitar el encuentro, favorece un clima de concentración que a veces puede ser mejor que el alcanzado en el consultorio.
Cuando la pandemia sea por fin superada dejará una huella de dolor y algunas enseñanzas. Los psicoanalistas habremos de sumar junto al valor incalculable de la relación presencial, la importancia y eficiencia del vínculo virtual. Tendremos así ampliado nuestro abanico de recursos técnicos para llegar a más individuos y de mejor manera.
Psicoanalista, titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina