Se aleja el sueño de la emancipación
Por la precariedad laboral y el desempleo, el 67,4 % de los veinteañeros españoles vive con sus padres; el 68% está dispuesto a abandonar su país para trabajar
MADRID
Quiero irme de casa, pero no veo el momento. Nunca contemplé esa posibilidad", dice Paula con resignación. Tiene 28 años, es maestra y siempre vivió en la casa de sus padres. Sólo trabajó en tres ocasiones como profesora, siempre en periodos cortos. "El tiempo que más trabajé como maestra fueron cuatro meses", explica. Ahora tiene un contrato de un mes como animadora de chicos de cuatro y cinco años. En agosto volverá al desempleo y está dispuesta a salir de España para trabajar. Paula es la radiografía de toda una generación: vive con sus padres, como el 67,4% de los jóvenes de entre 20 y 29 años, y cambiaría de país para trabajar, como el 68% de la población entre 15 y 35 años, según los resultados del estudio "La transición de los jóvenes a la vida adulta: crisis económica y emancipación tardía", publicado por la Obra Social de La Caixa.
"La emancipación juvenil ha vuelto a los niveles del año 2000", explica Almudena Moreno, doctora en Sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona y coordinadora del estudio. El informe, difundido el martes pasado, revela que los jóvenes de entre 16 y 34 años que necesitan la ayuda económica de sus padres para vivir se elevó del 40,7% en 2005 al 44,1% en 2011. Las conclusiones de la investigación, iniciada en enero del año pasado, señalan que la precariedad laboral y el desempleo están en el origen del problema.
La edad media de abandono del hogar familiar en España se mantiene en 29 años, mientras que en otros países europeos, como Finlandia, se sitúa en los 23. "La diferencia con los finlandeses no sólo se explica por factores culturales: los jóvenes cuentan con un apoyo institucional muy diferente", explica Moreno. La escasa inversión pública destinada a los jóvenes españoles, que es el 2,9% de todo el gasto social, contrasta con el 6,6% de Reino Unido, que se sitúa a la cabeza de la Unión Europea.
Desde 2008, con el inicio de la crisis, aumentó la proporción de personas de hasta 34 años que continúan en el hogar familiar. El dato dibuja una curva ascendente que esconde proyectos vitales que, truncados, descansan en el domicilio familiar o vuelven a él.
Es el caso de David García, farmacéutico de 27 años, al que le gustaría vivir con su novia, de la misma edad, farmacéutica como él y estudiante de posgrado sin beca. Aunque desde hace cuatro meses cobra "algo más de 1000 euros" por explicarles a los médicos los principios activos con los que experimentan en los ensayos clínicos, la temporalidad le impide independizarse. Su contrato termina en octubre.
Un dato que se les escapa tanto a académicos como al Instituto Nacional de Estadística (INE) es la cantidad de jóvenes que vuelven a la casa de sus padres después de haberse independizado. Es lo que el sociólogo Alessandro Gentile, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, llama "boomerang kids": chicos que entran y salen de casa en función del mercado de trabajo. El especialista cree que habría que investigar para distinguir entre los jóvenes que viven con sus padres porque "no les queda otra opción" y aquellos que, fracasado su itinenario de emancipación, deben volver a casa.
También hay que diferenciar, explica Gentile, entre las emancipaciones de quienes tienen a su disposición propiedades familiares donde vivir, o que reciben la ayuda económica de los progenitores, y quienes gracias a sus ingresos por trabajar consiguen independizarse.
Daniel Garcés, de 29 años, conoce bien el fenómeno boomerang. Es psicólogo y volvió al domicilio familiar, aunque coordina un programa de departamentos para la autonomía de personas con discapacidad por el que cobra unos 1300 euros mensuales. Cuando hace dos años murió su padre, se fue a vivir a la casa de su madre que tenía una hipoteca de 900 euros al mes. "A mi madre le quedó una pensión de viudez con la que no podía hacer frente al crédito que firmó con mi padre cuando contábamos con su sueldo. Me vine con ella y pagamos la hipoteca juntos", explica.
A pesar de que la crisis afectó especialmente a los jóvenes, éstos apenas recurren a los servicios sociales en busca de ayuda. En 2009, solo el 1,2% de los usuarios de servicios sociales fueron jóvenes. La familia en España está actuando como un refugio social para los jóvenes, porque aporta recursos y acomoda frustraciones. Para el doctor en Psicología Social José Manuel Martínez, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y una referencia académica en cuestiones de juventud, "hay dos puntos de apoyo: por un lado, los amigos, que padecen los mismos problemas asociados a la crisis. Por otro, la familia, que ejerce de colchón social".
Esta realidad permite que las causas, al ser generales y afectar a miles de personas, se socialicen en lugar de ser asumidas de manera individual. El problema de uno es el mismo que el de los otros. Así, la autoestima se ve afectada en menor medida.
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Javier G. Pedraz