Se necesita un acuerdo federal energético
Aunque por su valor agregado al producto económico la energía represente alrededor del 5%, sin ese 5% no se puede generar el resto del producto. La energía accesible, sustentable y de precios competitivos es crítica para el desarrollo social, y es clave en toda estrategia productiva. Oficialismo y oposición, Gobierno y gobiernos provinciales, deben proveer al sector horizontes para que pueda desarrollar su riqueza potencial.
Durante muchos años el sector energético ha sido rehén del corto plazo y ha carecido de orientación estratégica. La crisis por la que atraviesa impone restablecer la capacidad de transacción política entre las urgencias del hoy y las demandas del futuro.
Algunas de las urgencias relevantes del estado de crisis energética que padecemos son cortes y calidad del servicio eléctrico, acceso a los servicios de gas y electricidad para nuevos usuarios, confiabilidad del suministro, recomposiciones de precios y tarifas, reducción de subsidios generalizados insostenibles y reemplazo por subsidios focalizados (tarifa social), reinstitucionalización de organismos regulatorios y de control (muchos intervenidos y condicionados en su función), solvencia de licenciatarios y concesionarios de transporte y distribución (con cuentas en rojo e incapacidad crediticia). El listado no exhaustivo y debe ser conciliado con las demandas de un futuro que se nos ha venido encima.
La nueva inversión para recapitalizar la industria energética requiere un reencuentro con precios y tarifas que reflejen costos económicos. Hay que diversificar la matriz energética, muy concentrada en los fósiles, para dar más inserción a las energías alternativas. Debemos implementar políticas de ahorro y uso eficiente de la energía con impacto en la demanda de bienes y servicios energéticos. Debe reducirse la tasa de intensidad energética (uso de energía por unidad de producto), no sólo por razones de eficiencia y costos, sino también para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y converger a los nuevos compromisos voluntarios asumidos en Marrakech.
La actividad productiva que hoy sufre las consecuencias de un insumo caro y escaso (en parte importado) demanda reencontrarse con escenarios de energía abundante y precios competitivos. Imperativo imposible de suplir sin desarrollar el potencial, que a su vez requiere ingentes inversiones. La integración energética regional nos espera con nuevos desafíos. El presente de la integración ofrece recursos complementarios y redes de interconexión existentes; el futuro exige decisión política para avanzar en nueva infraestructura y en una agenda de reglas comunes. El futuro impone prioridades, metas, planes, rectificaciones oportunas y articulación del sector con el conjunto económico. Agenda de urgencias y agenda de futuro. Imposible abordarlas sin la adecuada mediación de la política. Durante décadas el sector energético ha estado expuesto a los barquinazos fundamentalistas de los estatistas y los privatistas. Debemos reconciliar el rol del Estado y el rol del mercado.
Estado y mercado son complementarios (no excluyentes) en los desafíos, problemas y soluciones que plantea el sector energético. Ni Estado ausente, ni intervención discrecional. Cualquiera que sea la propiedad de las empresas que operan en esta industria, el Estado, como responsable de la política energética, debe regular las fallas de mercado, asegurar un funcionamiento competitivo de los segmentos productivos y proveer un planeamiento orientativo a la actividad. Todo con un horizonte de reglas de juego de largo plazo que den previsibilidad y nivelen la cancha para todos los actores. La estrategia, la institucionalidad y las señales de precio del sector energético ya cuentan con antecedentes de acuerdos básicos que fundamentan la búsqueda de nuevos consensos. El objetivo es acordar una política de Estado que respeten los gobiernos de turno en la alternancia republicana del poder.
La Declaración de Compromiso que promovió el Grupo de ex secretarios de Energía en 2014 y que suscribieron varios precandidatos y candidatos a la presidencia (Macri, Massa, Stolbizer, Binner, Sanz, Cobos) fue una piedra basal en la búsqueda de consensos para superar la crisis energética. El ministro de Energía y Minería convocó este año al grupo de ex secretarios como consejo consultivo para, sobre el antecedente de la Declaración de Compromiso suscripta, trabajar en un documento base de un Acuerdo Federal de Energía. El Presidente ha ratificado su voluntad de avanzar en este acuerdo con todos los gobernadores y el jefe de gobierno de la ciudad. La deseable suscripción del documento puede convertirse en la simiente de una política de Estado en el área energética.
La energía hoy es parte del problema económico; en una estrategia de largo plazo debe convertirse en un instrumento del desarrollo económico y social que todavía nos debemos.
La Argentina tiene recursos fósiles y renovables con un potencial extraordinario como para asegurar a los argentinos energía abundante, sustentable y a precios competitivos. Vendrá una transición intrafósil donde el gas natural va a consolidar su predominio en la matriz primaria y eléctrica, y se sumará el aporte de las energías renovables y de la energía nuclear para diversificar nuestra matriz. La buena noticia es que la reacción de la producción argentina de gas natural empieza a consolidar tendencias. El año pasado creció el 3.9%, y este año se proyecta un 4.5%. En tight gas (gas de arenas compactas) hay desarrollos importantes, y ya hay pozos horizontales de shale gas (gas de esquisto) en Vaca Muerta con rendimientos productivos sorprendentes. Vega Pléyade, en el off shore, también augura resultados promisorios. Se acaban de licitar y adjudicar 2400 megavatios en proyectos de energías renovables.
El país debe reconciliarse con el futuro y el acuerdo energético ofrece una oportunidad. Otto von Bismark, el canciller alemán, solía recordar a sus colegas políticos: "El político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación".
Ex secretario de Energía. Su último libro es Energía. De rehén del corto plazo a estrategia de desarrollo