
Si la patria es el otro, la patria se nos va
Durante el último año un dato comenzó a consolidarse como una tendencia muy marcada en diversos estudios de opinión pública: los jóvenes se quieren ir del país. Una encuesta en particular, realizada en mayo de 2021 por la consultora Taquion, llamó la atención al respecto: 8 de cada 10 jóvenes argentinos se irían si tuvieran las condiciones para hacerlo. El 83% de los jóvenes sienten que su patria no les está garantizando las condiciones para desarrollar un proyecto de vida. Toda una generación para la que a la tan repetida “vida que queremos” se llega a través de Ezeiza.
¿Alguien los puede culpar? Es muy difícil imaginar un futuro durante la peor crisis de la historia del país: 45% de pobreza; el 65% de pobreza infantil; 90 mil pymes cerradas desde marzo de 2020; 15% de desempleo y más de 110.000 muertes por Covid. Pero se hace aún más difícil pensar en el largo plazo cuando si quien decreta las normas es el primero en violarlas; si quienes montaron un vacunatorio vip no sufrieron ningún tipo de consecuencias legales; si se dejan varados a su suerte a miles de compatriotas pero se propone regalarle pasajes a los turistas extranjeros; si los socios que elegimos son Venezuela y Cuba; si se enaltece a los Moyano y los “Pata” Medina y se desprecia a los Galperín; si la vicepresidenta te dice desde su piso en Recoleta que por tomarte una Coca o darle Dogui a tu perro sos un privilegiado. Es lógico que el futuro no entusiasme cuando el modelo es el de los beneficios y la impunidad para algunos y el empobrecimiento para la mayoría.
Nuestros jóvenes no nos piden demasiado: tan sólo un país normal en que el esfuerzo sea sinónimo de progreso. Donde el trabajo sea sinónimo de dignidad. Donde la honestidad sea valor. Ellos anhelan una Argentina que no conocieron pero que alguna vez supimos tener: la de la movilidad social, aquella en la que los hijos aspiraban a una vida un poco mejor que la de sus padres. Hoy eso se perdió y cada nueva generación se siente atrapada en una espiral descendente.
Tenemos que recuperar el futuro, pero para hacerlo hay que convencerlo de que no se vaya. Ardua tarea cuando además sabemos que, según proyecciones de la OCDE, la Argentina será uno de los países que más tardará en recuperar los niveles económicos de la pre-pandemia: recién lo haría en el segundo trimestre de 2026. Por eso, la hoja de ruta que les mostremos a nuestros jóvenes no puede ser la irracionalidad, la injusticia y los relatos anacrónicos. Debemos demostrar que podemos tomar hoy las decisiones necesarias para que ellos puedan educarse, planificar, trabajar, emprender, ahorrar, invertir, crecer y disfrutar... y todo eso con dignidad y sin miedo.
Para lograrlo es indispensable normalizar la economía. ¿Cómo esperamos visualizar un futuro si ni siquiera podemos saber cuánto va a valer un paquete de yerba la semana que viene? La inflación es el impuesto más regresivo de todos y ningún país puede aspirar a ser estable con 50% anual. Pero no podemos acabar con la inflación sin un Banco Central independiente y si no se equilibran las cuentas públicas. Es cierto que el contexto de pandemia lo dificulta, pero la Argentina hace 60 años que gasta más de lo que ingresa. Y este gobierno ha llevado la situación al extremo. En 2020 el déficit primario llegó a $1.750.000 millones (equivalente a 6,5% del PBI) y el déficit total alcanzó un récord de 8,5% del PBI ($2.292.830 millones).
En segundo lugar, necesitamos sacarle un pie de encima a las pymes. Es impostergable una reforma tributaria y otra laboral. Tenemos una carga fiscal que según el Banco Mundial llega al 106% (la más alta del mundo después de las Islas Comoras) y un mercado informal que llega al 40%, según cálculos conservadores. Esto significa dos cosas: que una pyme que paga todos sus impuestos no puede ser rentable y mucho menos crecer y que casi la mitad del país que trabaja lo hace sin que se garanticen sus derechos laborales. Sin estímulos verdaderos para invertir, crecer y emplear nuestra matriz productiva será cada vez más pobre y, por ende, todos los argentinos también lo seremos.
En tercer lugar, tenemos que direccionar los incentivos de la economía en función de un plan de desarrollo previsible de largo plazo y basado en el conocimiento, que es el eje estratégico de las economías más importantes del mundo. Debemos profundizar y acelerar su desarrollo para aumentar el valor agregado de nuestra producción y su capacidad de internacionalización. Todavía tenemos los recursos para hacerlo: somos el primer país en términos de talento en tecnología de acuerdo con la plataforma de educación Coursera y contamos con 1200 investigadores por cada millón de habitantes frente a 550 en promedio en América Latina, según el Banco Mundial. Este es un paso fundamental si queremos lograr más trabajo de calidad y mejor remunerado, aumentar los niveles de inclusión social y generar las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos del futuro que plantea el mercado laboral a nivel global.
Pero no podemos hacerlo si no ponemos verdaderamente a la educación en el centro de nuestras prioridades. La Argentina es un país con 60% de pobreza infantil y se dio el lujo de tener 1 año y 6 meses a sus chicos fuera de las aulas. Uno de los impactos de esa decisión fue que casi 1 millón de alumnos tuvieron bajo o nulo vínculo con la escuela en 2020. El costo social es incalculable. Necesitamos recuperar las clases que perdieron esos chicos y garantizar las escuelas siempre abiertas. Para eso debemos declarar a la educación como servicio esencial. También avanzar en un plan que logre mejoras concretas en cada una de las dimensiones del sistema educativo: el acceso, la eficiencia interna (trayectoria de los estudiantes); los recursos humanos; los recursos físicos y financieros; y los desempeños y el aprendizaje.
Quien desea irse aún cuando preferiría quedarse en realidad está escapando. Y si la patria es el otro, lo que se nos escapa es la patria. La Argentina tiene por delante una elección muy importante, pero no se tratará de elegir personas, se trata de elegir los valores con los vamos a encarar el desafío de recuperar la esperanza de un país normal para nosotros y nuestros hijos.
Diputada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Confianza Pública|Vamos Juntos).