Tiempos de incertidumbre
Incertidumbre. En esa palabra puede resumirse la sensación que invade a millones de argentinos en las últimas semanas, y que con todo el contenido emocional que conlleva tiene también un efecto devastador en la economía, la grande, la de un país, y la más pequeña, la de todos los días, la de los hogares y los hombres.
Es que lo que está en juego -lo dijeron con todas las letras encumbrados dirigentes políticos y empresarios en las últimas semanas- es aún más que un cambio presidencial.
Se trata de la transición de un sistema económico que guió la vida de los argentinos en la última década y al que muchos, durante años, consideraron indestructible, a otro que, por el momento, se presenta como desconocido y, por lo tanto, amenazante.
Así, la convertibilidad, al menos tal como se la conoció, está a punto de terminar su vigencia en la Argentina.
El Fondo Monetario Internacional fue explícito la semana que acaba de culminar. Su economista jefe, Kenneth Rogoff, advirtió lo que muchos analistas locales señalaron desde el principio: un régimen monetario y cambiario tan rígido no puede mantenerse por mucho tiempo si no es acompañado por una política fiscal igualmente firme. Y ésta tampoco es posible en un contexto de endeudamiento público creciente.
Como el perro que se muerde la cola, las administraciones nacional y provinciales vivieron los últimos años incrementando el gasto aprovechando las posibilidades de financiamiento que un contexto internacional extremadamente líquido (con recursos disponibles) estaba dispuesto a otorgar.
Números rojos
En un informe que repasa la evolución de la economía en este año, el Instituto de Estudios de la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral) de la Fundación Mediterránea afirma que "en un contexto externo que elevaba el costo de refinanciamiento de la deuda, entre 1996 y 2000 el gasto primario de la Nación creció el 8,4 por ciento, mientras que el de las provincias lo hacía al 14,7 por ciento". El producto bruto interno, en el mismo lapso, "lo hacía sólo al 4,7 por ciento".
El instituto que sirvió de base de lanzamiento de Domingo Cavallo (incluso ofreció sus mejores cuadros profesionales a su equipo) omite recordar que el incremento del gasto ya se había evidenciado en los años anteriores, aunque fue equilibrado por el importante crecimiento de la economía en el mismo período.
El Ieral agrega que "el costo de refinanciación de la deuda pública comenzó a condicionar el futuro: del 9,6 por ciento anual promedio en 1997 subió al 11,4 por ciento en 1999, aun para un conjunto de títulos de menor vida promedio".
Ola de desconfianza
La creciente ola de desconfianza que comenzó a gestarse desde la renuncia del vicepresidente Carlos Alvarez minó las bases del sistema convertible.
Con diferente intensidad, al ritmo de las sucesivas crisis políticas, los depósitos del sistema financiero se ubicaron el martes pasado (último dato oficial disponible) en 65.734 millones (47.874 millones en dólares y 17.860 millones en pesos).
La pérdida en el total es del 5,2 por ciento en los últimos treinta días, del 16,4 por ciento en seis meses y del 19,1 por ciento en el último año.
Una mirada precisa sobre diciembre muestra que la caída no se detuvo desde el lunes 3, cuando Domingo Cavallo resolvió limitar la extracción de efectivo de las cuentas bancarias. De allí el temor que expresó ayer el efímero secretario de Finanzas, Oscar Lamberto, cuando relativizó la posibilidad de que efectivamente se libere el retiro de las cuentas de salarios y jubilaciones.
"No veo que haya posibilidad de realizar grandes extracciones porque no hay con qué pagar. Sería como gritar fuego dentro de un teatro", en obvia alusión a que lo primero que harían los ahorristas ante la novedad sería huir con su dinero de los bancos.
Los datos de las reservas en oro y divisas del Banco Central de la República Argentina son reveladores en este sentido.
El 18 de diciembre totalizaban 15.045 millones de dólares. Respecto del día anterior se perdieron 261 millones, y respecto de treinta días atrás, la pérdida fue de 3511 millones. El informe del ente monetario muestra que un año atrás el stock de reservas era de 24.034 millones. Esto muestra que la caída fue del 37,4 por ciento.
¿Y la ley de leyes?
La magnitud de la crisis institucional de los últimos días postergó la discusión y el tratamiento en el Congreso de una iniciativa fundamental, como la ley de presupuesto para 2002.
Su importancia radica no sólo en que es la norma que rige el funcionamiento del Estado, sino también en que, precisamente por eso, su sanción es la condición que ponen los organismos internacionales de crédito y el gobierno de los Estados Unidos para definir (y decidir) si seguirán asistiendo (política y económicamente) a la Argentina.
En el actual contexto, esa ayuda puede ser decisiva. En todos los escenarios que discuten por estas horas los economistas del justicialismo a cargo de elaborar un programa económico de gobierno aparece la idea de hacer una salida "ordenada" de la convertibilidad (o por lo menos de la cotización uno a uno entre el dólar y el peso), un default (cesación de pagos de la deuda) "anunciado y concertado" con los acreedores y la inmediata renegociación de un plan con el Fondo Monetario Internacional para conseguir refuerzos, como un préstamo para fortalecer las reservas, de modo de acotar la devaluación de la moneda.
Pronósticos
En la semana que concluyó ayer se conocieron los datos de la evolución del producto bruto en el tercer trimestre del año, confirmando la "sensación térmica" que mide la economía en los últimos tiempos.
Con este dato se confirma que 2001 será el tercer año consecutivo de caída del PBI, con un nivel que la mayoría de los analistas privados calcula en torno del 3 por ciento. El equipo de Domingo Cavallo que elaboró el presupuesto estimaba una caída similar.
De cara a 2002, los escenarios posibles se muestran confusos, tal vez como pocas veces antes. La Fundación Mediterránea estima que, de mantenerse la convertibilidad, el control de gastos y el déficit cero, y si el canje de la deuda resulta exitoso, "la economía puede comenzar a crecer en el segundo semestre". De lo contrario, asegura el informe, "si se produce una devaluación o un default las experiencias internacionales indican una fuerte caída del PBI, a priori imposible de cuantificar".
Lo que está en duda es, precisamente, la posibilidad de sostener todas esas variables juntas en el actual contexto político y económico.