Un complemento del encuentro entre médico y paciente
Junto al irremplazable contacto personal, la telemedicina es una valiosa herramienta si se la practica mediante un uso inteligente de la tecnología
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“Muchos pacientes se curan solamente con la satisfacción que les produce un médico que los escucha”. Aforismo hipocrático
El aislamiento sanitario promovió, dentro de la salud digital, la generalización de la telemedicina, en particular la teleasistencia o asistencia médica remota, en la que médicos y pacientes se vinculan mediados a través de sendos monitores. La atención virtual viene a quebrar un modelo de atención basado en la presencialidad.
El origen de la clínica deviene del verbo latino inclinare, fundamento esencial de la medicina, ya que la inclinación permitía el despliegue de herramientas clínicas como la palpación, la observación, el “interrogatorio” y el “escuchatorio”.
Un aspecto esencial para un acceso efectivo y de calidad a la teleasistencia es la eliminación de la brecha digital, en donde se conjugan dos elementos: el analfabetismo digital y la limitación conectiva. Urge hoy más que nunca crear y promover el “derecho a internet” como un derecho humano de última generación.
La teleasistencia también trae riegos asociados a un uso inapropiado, como el empobrecimiento del lenguaje, la precarización laboral, la afectación de la privacidad y la deshumanización de las relaciones clínicas.
El fantasma que acecha es la despersonalización y el reemplazo de la presencialidad por la virtualidad. Los encuentros mediados por la tecnología “cuando se convierten en omnipresentes, no favorecen el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad, de amar con generosidad […] nos impiden tomar contacto directo con la angustia, con el temblor, con la alegría del otro y con la complejidad de su experiencia personal”, advierte sabiamente el papa Francisco.
El contacto personal es el sustrato esencial e irreemplazable en la relación entre médica/o y paciente, se materializa con todo su esplendor en el tacto, tal como enseñaba Margaret Atwood: “El tacto llega antes de la vista, antes del habla. Es el primer idioma y el último, y siempre dice la verdad”. Luego de asistir a una consulta en un hospital de alta complejidad, donde nadie lo tocó, Richard Horton, redactor jefe de la revista The Lancet, expresa con contundencia que el “el tacto comunica comodidad, preocupación, fomenta la cooperación, genera confianza, tranquilidad y un sentido de comunión […] se trata de fomentar un vínculo social de simpatía, compasión y ternura entre dos extraños. Es hora de devolver el ‘toque’ a la medicina”.
Ensayos clínicos controlados establecieron que el contacto físico reduce el dolor y el cortisol (la hormona que se secreta como reacción al estrés), aumenta la respuesta inmunológica, reduce el tiempo de internación en bebes prematuros, minimiza la fatiga y el dolor en pacientes oncológicos, aumenta la concentración de hemoglobina en pacientes anémicos. En estudios comparados de médicos que tocan vs. lo que no tocan, los pacientes del primer grupo sintieron que el tiempo de consulta duró el doble.
El gran desafío actual para el sistema de salud, en tiempos donde se pregona el reformismo, es armonizar el modelo hipocrático asistencial tradicional con los nuevos sistemas de salud digital. Estamos ante una gran oportunidad para redefinir la relación médico/paciente, en donde la presencia, “el escuchatorio”, continúen siendo la parte medular del ejercicio profesional, y donde todo aquel acercamiento virtual sea el complemento auxiliar de ese “encuentro entre una conciencia y una confianza”.
La medicina es la más humana de las ciencias y la más científica de las humanidades. Por lo tanto, para hacer teleasistencia, ni tecnofobia ni tecnolatría, sino tecnosabiduría. En términos aristotélicos, el justo medio: ser amos de la tecnología, no sus esclavos.
El autor es abogado especialista en salud pública Hospital Muñiz, Fundación Huésped, Sanatorio Finochietto



