Un contrato laboral moderno para una Argentina que necesita crecer
En la Argentina, el debate sobre modernización laboral suele quedar atrapado entre consignas. Para algunos, toda reforma implica pérdida de derechos; para otros, solo la flexibilización sin límites puede resolver los problemas actuales. Ninguna de estas miradas aborda el núcleo del desafío: contamos con una legislación laboral que ya no refleja la estructura productiva del país ni las transformaciones del mundo del trabajo. Mantener reglas que desconocen la realidad solo profundiza la desigualdad e impide el crecimiento.
Cuatro de cada diez trabajadores están hoy en la informalidad. Trabajan todos los días, pero sin vacaciones, cobertura médica, aportes previsionales ni estabilidad. Entre los jóvenes, la situación es aún más grave: seis de cada diez menores de 29 años tienen empleos informales y su tasa de desempleo triplica la de los adultos. Para los de menores recursos, conseguir un trabajo formal es la puerta para salir de la pobreza estructural.
Si el objetivo de la reforma es ampliar el empleo registrado, facilitar nuevas contrataciones es esencial. La reducción temporal y focalizada de cargas patronales para quienes incorporen trabajadores —en especial jóvenes y en pymes— no debe verse como un beneficio empresario, sino como una política activa de formalización.
Modernizar las reglas laborales es clave para sostener al trabajo como motor de desarrollo. El objetivo no es quitar derechos, sino extenderlos a quienes hoy están fuera del sistema. Para la juventud, la reforma representa una oportunidad estratégica. Los jóvenes renuevan el capital humano, impulsan la innovación y sostienen el bono demográfico que puede acelerar el crecimiento. Fortalecer la formación técnica, regular los contratos de aprendizaje, vincular mejor educación y empleo y ofrecer incentivos a la contratación, son medidas esenciales para su inserción formal.
En una economía que necesita crecer, reconocer el desempeño no genera desigualdad; promueve formación, responsabilidad y movilidad. Por ello, complementar los sueldos de convenio con incentivos vinculados a la productividad es una gran herramienta.
También es necesario permitir negociaciones colectivas regionales o por empresa, para adecuar las reglas a la diversidad productiva de nuestro país. Lo que requiere en materia laboral una pyme vitivinícola de Mendoza no es comparable con las necesidades de una firma tecnológica en Buenos Aires. Un sistema uniforme para realidades tan distintas favorece cierres, informalidad y pérdida de empleos. La descentralización no debilita al sindicalismo: lo vuelve más representativo en un mercado donde las pymes generan el 56% del empleo, según datos del Censo Económico del Indec.
El proyecto de reforma presentada moderniza el sistema laboral al actualizar reglas que hoy generan rigideces, costos innecesarios y alta informalidad. Al redefinir el alcance de la Ley de Contrato de Trabajo, ordenar la contratación eventual, limitar la responsabilidad solidaria a casos de fraude o insolvencia y ampliar beneficios no remunerativos, la propuesta promueve la formalización y reduce la litigiosidad sin afectar derechos esenciales. La digitalización de registros y recibos simplifica trámites y baja cargas administrativas, especialmente para pymes.
En resumen, la normativa que rige el mercado laboral actual es vetusta y atenta tanto contra trabajadores como contra empresarios, como un pie sobre la cabeza inmovilizando al recurso humano, motor económico clave para el crecimiento.
Argentina tiene la oportunidad de construir un nuevo pacto laboral: uno que proteja, que incentive, que incluya y que permita crecer. No reformar implica aceptar que la informalidad y la baja productividad siga siendo la regla. Reformar con responsabilidad es apostar por un futuro más justo, próspero y productivo.
Diputado Nacional (Fuerza del Cambio)





