Vértigo
Rangún, Birmania.- El hombre trabaja en un astillero. Al momento de ser retratado está en mitad de camino entre un barco y otro, atracados en la ribera del río Rangún. Es como si estuviera cruzando un puente muy estrecho, sin red que lo contenga ante el más mínimo paso en falso. Y eso provoca vértigo. Moverse, desplazarse, avanzar, retroceder. Todas acciones físicas que, por lo general, son sencillas, pero que muchas veces dejan de serlo cuando las trasladamos al plano de las decisiones. Porque los movimientos, por mínimos que sean, siempre provocan cambios y nunca sabemos a ciencia cierta sus consecuencias. Y eso también provoca vértigo. Cruzar de un lado al otro implica abandonar el lugar donde estábamos para ir hacia otro que suponemos mejor. Es una elección y, como tal, tiene riesgos. Tal vez el mayor de todos sea equivocarnos y darnos cuenta de que hemos quemado las naves y de que, por lo tanto, no hay vuelta atrás.
Edición fotográfica Dante Cosenza