Woody Allen: Una risa filosófica
En Woody Allen. Filosofía del humor (Tusquets), Vittorio Hšsle estudia las películas del popular cineasta neoyorquino con la convicción de que a partir de ellas puede construirse una teoría general de la comicidad
lanacionarWoody Allen es un desafío para la filosofía. ¿Por qué? Si bien la risa no es uno de los objetos fundamentales de esta disciplina -aunque sí uno de los más controvertidos y fascinantes-, en su estudio tienen que colaborar distintas ramas de la filosofía: la antropología filosófica, la sociología filosófica y la estética propiamente dicha. Esto convierte a los autores de comedia y a los cómicos en figuras filosóficamente interesantes hasta cierto punto, tanto más cuanto que "aunque la comedia pueda ser el arte más popular, es también el menos valorado"; y esa injusticia exige una reparación por parte de la filosofía. Los filósofos tienen que trabajar con conceptos abstractos, pero es la realidad, o al menos una determinada interpretación de la realidad, la que tiene que mostrar si los conceptos desarrollados son fructíferos o no. De ahí que todo filósofo interesado en una teoría general de la risa hará bien en estudiar aquellas obras que hacen reír a la gente, y Woody Allen puede reclamar el mérito de haber hecho reír como nadie a un determinado tipo humano del siglo XX (principalmente intelectuales occidentales, europeos en particular). Pudiera ser que un minucioso análisis de su obra tenga por consecuencia la rectificación de las teorías principales de la comicidad desarrolladas hasta la fecha. ¿Cuáles son las causas del éxito de Allen?
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La esencia de Woody (el personaje) se mantiene asombrosamente constante a través de todas sus películas: Sandy Bates tiene más éxito que Alvy Singer, pero su personalidad es bastante similar (podría ser Singer quince años después); el bufón Felix vive en la Edad Media, Boris Grushenko a principios del siglo XIX, Hobbes, Zelig y Kleinman viven en la primera mitad del siglo XX, Miles Monroe vuelve a despertar en el año 2174, pero su psicología no se diferencia esencialmente de la de la mayoría de las encarnaciones de Woody que viven en nuestro tiempo. Allen (el autor) se esfuerza en representar el entorno cultural de su tiempo únicamente para aquellos héroes que viven en la primera mitad del siglo XX; Felix y Boris disfrutan de los anacronismos que cometen una y otra vez. La mayoría de las encarnaciones actuales de Woody viven en Nueva York, aunque no sea un rasgo esencial. Pero es un rasgo tan peculiar que Alvy Singer, en "Annie Hall", la película más premiada de Allen, con tres Oscars y una cuarta nominación, puede reclamar el derecho a ser el que más se acerca a la idea platónica de Woody, mientras que sonreímos al ver a Nick Fifer en "Escenas en una galería", una película dirigida por Paul Mazursky, porque vive en Los Angeles, e incluso nos reímos cuando dice a su mujer que no querría que un invitado a cenar ensalce la vida intelectual de Nueva York a costa de Los Angeles... algo que Alvy Singer haría con mucho gusto. En cualquier caso, Woody es completamente urbano, como la mayoría de los héroes de Allen: Robin Singer, en "Celebrity", pregunta -tras invitar a un sacerdote a abrirse a los milagros de la naturaleza que lo rodea- si aquí hay garrapatas; no quisiera contagiarse poliartritis migratoria. Tampoco Boris Grushenko, crecido en el campo, ama la naturaleza: para él es sobre todo "un enorme restaurante", "arañas e insectos y peces grandes que se comen a los peces pequeños, y plantas que se comen a las plantas". En la película "Interiores", después de observar unos árboles, Renata tiene una visión que la asusta: "todo parece... de algún modo terrible... y depredador". Tampoco Andrew Hobbes, el Woody del filme que constituye el más bello homenaje del director Allen a la naturaleza, "Comedia sexual de una noche de verano", se siente en casa en esa naturaleza. Merece la pena destacar que en el caso de Boris la desconfianza hacia el entorno se basa en una protesta moral contra la brutalidad: un panteísmo a la manera de Spinoza jamás convencerá a Woody o a Allen como alternativa al teísmo. Como Schopenhauer, Woody y Allen parecen pensar que si hay que abandonar el teísmo lo único intelectualmente plausible es el ateísmo.
¿Cuáles son los factores que hacen tan irresistiblemente cómico a Woody? El rasgo de carácter que viene de inmediato a la mente es, por supuesto, su atormentada relación con las mujeres y con su propia sexualidad. Como veremos, esta relación está unida a la especial forma y modo de fracaso que caracteriza las empresas de Woody, una forma de fracaso, desde luego, que de un modo arbitrario también puede ser vista al mismo tiempo como un éxito. Esta extraña mezcla de triunfo y derrota determina también el intelectualismo de Woody: Woody es, desde luego, un intelectual que se siente amenazado tanto por una madre superprotectora como por los hombres físicamente más fuertes. Pero tampoco puede competir con los intelectuales académicos, hacia los que siente una hostilidad cargada de odio. A pesar de su resentimiento antiacadémico, sus mayores admiradores proceden de ese campo, porque reconocen que él se percata de sus vicios y es él, y no ellos, el que plantea las cuestiones que de verdad son importantes, las cuestiones existenciales. Sin duda existe una profunda ambivalencia en lo que respecta al problema de si nos reímos de o con Woody. Porque él no es sencillamente un objeto cómico, de risa... él sabe que es cómico, y hace chistes extraordinariamente buenos al respecto, de forma que hace reír, voluntaria y conscientemente, a sus interlocutores (y al público). Y sin embargo, precisamente debido a sus chistes él se vuelve cómico. ¿Cómo es posible?
Allen, más aún que Woody, domina todas las técnicas del chiste, pero es fácil ver que sus predilectas son la inflación y su reverso, la deflación, la repentina yuxtaposición de algo trivial a algo sublime (ya sea un concepto o una palabra rimbombante): "Soy polimórficamente perversa", afirma la supermodelo de "Celebrity". Aunque, naturalmente, ambas técnicas se diferencian, tienen un efecto similar, porque al elogiar algo banal en tonos elevados se devalúa de forma implícita la esfera a la que pertenecen esos tonos.
Los subgéneros de la comedia, parodia y travestismo, son muy antiguos y se basan en la inflación: los héroes cómicos imitan, voluntariamente o no, a héroes trágicos y su lenguaje, y aunque el efecto principal es volver ridículos a estos últimos, a veces el héroe cómico participa del brillo de lo trágico. Allen, cuyo conocimiento de la historia del cine impone respeto, es un maestro de la parodia y el travestismo. A veces simplemente trasponer ciertos géneros fílmicos "menores" a una tonalidad distinta: por ejemplo, las películas documentales en "Robó, huyó y lo pescaron", las películas históricas de aire shakespeariano y las películas de terror (junto con los concursos televisivos), en "Todo lo que..." (que es en sí mismo la parodia de un manual de autoyuda de un tal doctor David Reuben, al que, ni que decir tiene, la película no gustó); y lo hace con la evidente intención de burlarse de ellos. Pero cuando en "La última noche de Boris Grushenko" Allen cita "El séptimo sello", de Bergman, transfigura su propia película con una singular cualidad poética, y nos intima a buscar un significado más profundo detrás de los episodios cómicos.
Donde mejor se ilustra la deflación es en los aforismos que figuran en uno de sus libros: "La nada eterna está muy bien si vas vestido para la ocasión" y "No sólo no hay Dios, sino que ¡intenta encontrar un electricista en un fin de semana!" son los más ingeniosos. "La nada eterna" parece ser un profundo concepto metafísico, pero ya el coloquial "está muy bien" tiene un efecto deflacionario, y la alusión a la propia vestimenta lo hace explotar. Hay una contradicción directa entre la nada y cualquier objeto concreto, pero como el vestirse tiene que ver con la vanidad personal, que debería aniquilar la idea de la Nada, la contradicción se hace aún más chirriante. Obsérvese que el chiste no está dirigido tanto contra la idea de la Nada como más bien contra una industria cultural que discute sobre ella con elegantes trajes; se burla mucho más de los intelectuales pretenciosos que del concepto mismo. Algo análogo cabe decir también del segundo aforismo. Su primera mitad contiene una frase tan importante que uno se pregunta cómo podría añadirse algo, como anuncia ese "no sólo". Desde luego, la segunda mitad está tan completamente falta de proporción con la primera, como sugiere ya el cambio de modo, que toda la frase se vuelve grotesca.
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Pero no sólo el director y guionista Allen es chistoso; el chistoso Woody también es, en parte gracias al empleo de su fisonomía, cómico en un sentido en el que el escritor Allen no lo es. Voy a dar algunos ejemplos, lo bastante distintos como para poner de manifiesto la medida de la capacidad de Allen de mezclar ambas cualidades. "En Misterioso asesinato en Manhattan", Larry Lipton asiste con su esposa Carol a la representación de una ópera de Wagner, a todas luces por sugerencia de Carol. Está aburrido, e insiste en salir en mitad de la representación, con el argumento de que no desea sentir de pronto la necesidad de conquistar Polonia. La observación no sólo es graciosa porque une dos esferas heterogéneas, la música y el mundo militar. Es también un chiste muy bueno porque no sólo es un hecho histórico que la música de Wagner fascinó a Hitler y a muchos nacionalsocialistas: de hecho, se puede argumentar que apela a nuestros más brutales instintos. Pero la observación también resulta cómica porque es manifestada por Woody. No sólo arroja luz sobre los problemas matrimoniales de los Lipton; la idea de que el asténico Lipton (que en otro pasaje confiesa que prefiere la atrofia a los abdominales) pueda conquistar Polonia es realmente divertida. Y algo de esa comicidad tiene que estar claro no sólo para Allen, sino también para Woody, que en todas sus manifestaciones tiene tendencia a la autohumillación y sabe muy bien que no es un héroe físico. Nos reímos con Allen, nos reímos de Woody, pero nos reímos también con Woody.
En "Recuerdos", Sandy Bates habla con su hermana Debbie acerca de su anciana madre. Debbie menciona que ahora está ciega de un ojo y sorda de un oído. Sandy reacciona: "Oh, espero que sean del mismo lado, ¿no? Porque lo importante es mantener el equilibrio...", y, cuando se lo invita a no hacer esos chistes, prosigue: "A su edad el equilibrio es fundamental... es muy...". También aquí la comicidad actúa en distintos niveles. Por una parte, la observación de Sandy es un chiste perteneciente al género del humor negro, que contrapone dos cosas reales muy malas a una estructura ideal positiva, la simetría. Pero, como hemos dicho arriba, los chistes de este tipo que se refieren a una persona real que no es uno mismo son de mal gusto, en especial cuando hacen referencia a la propia madre. Sólo que aquí lo cómico es precisamente que Sandy no pretende burlarse de su madre. Como es (o quizás ha sido) director de películas cómicas, y ha sido obligado durante dos días a sonreír a todo el mundo y a decir algo personal a toda clase de fans en un festival dedicado a sus películas, su chiste es un reflejo que revela la deformación profesional del cómico. Sandy trata de ser amable y atento para con una persona muy mayor ("incluso a esa edad"), y es sencillamente divertido que al intentarlo consiga lo contrario, es decir, resultar cruel.
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