Carmelo Saitta, en Stromboli
Hace un par de años, Carmelo Saitta volvió por primera vez a la isla del mar Tirreno donde nació, y como una suerte de homenaje compuso luego U Mare Strombolicchio e´ chidda luna , una obra para cinta y tres percusionistas. Ahora, mientras prepara la edición de su próximo disco, dice que tal vez sus composiciones musicales para teatro y cine también le deban algo a su infancia en la isla de Stromboli.
"La isla fue siempre para mí terriblemente cinematográfica, literaria inclusive. Yo crecí oyendo ese volcán que aparece citado en Viaje al centro de la Tierra ,de Julio Verne. Y tengo grabada como una de las cosas más importantes de aquellos primeros siete años de vida insular la filmación de Stromboli , la película de Rossellini.
"Me acuerdo de que yo estaba atónito porque la producción había traído mulas a una isla donde antes sólo había corderos y cabras; las usaban para llevar grandes barras de hielo hasta el set de filmación. Yo me sentaba y las miraba pasar como a criaturas extrañas, todavía se me aparece la imagen."
Su abuelo, además, tuvo una participación en la película, y eso no es poco para ningún nieto. Un abuelo navegante que hablaba muchos idiomas, que le enseñaba a pescar y a ejercer la virtud de la paciencia. "Una figura muy arquetípica; cuando leí El viejo y el mar ,de Hemingway, no podía dejar de pensar en él."
Caro diario
Eran las 5 de la mañana cuando Carmelo S cruzó el estrecho de Mesina para ir hasta las Eólicas, ese conjunto de islas que fue dominado, sucesivamente, por griegos, cartaginenses, romanos, sarracenos, normandos y aragoneses. Fue en una de ellas -se discute hoy si se trata de Lipari o de Stromboli- donde Homero ubicó la mansión de Eolo, el Señor de los Vientos, que albergó a Ulises durante un mes.
"Antes de llegar a Stromboli el alíscafo hizo un largo recorrido por las otras Eólicas, un trayecto que después volví a ver en Caro diario , esa película magnífica de Nanni Moretti.
"En principio yo iba un poco distraído, en realidad había ido a España invitado a un congreso musical por la conmemoración del cincuentenario y decidí escaparme hasta mi isla de nacimiento; pero el encuentro con el lugar no fue tan casual, fue mucho más conmocionante.
"Los olores, por ejemplo. Llegué a Stromboli y de pronto sentí una ráfaga de olor a comida, a esas salsas que preparaba mi abuelo cuando volvíamos de pescar. O el tabaco, porque mi abuelo tenía su propia plantación al lado de su casa. Las plantas de alcaparra, los árboles de naranja, los limoneros: todo me retrotraía a un tiempo muy claro en el que, sin embargo, sumido en las calles de Buenos Aires, no pensaba desde hacía mucho.
"También estaban las tergiversaciones del recuerdo: esa arena que para mí era blanca, en realidad se veía negruzca por la influencia del volcán. Debe ser la presencia amenazante del volcán dicen todo el tiempo los habitantes de la isla en la película de Moretti, y sólo en esta visita vi al Stromboli como algo remarcable.
"Cuando uno ha nacido en la isla se acostumbra a tenerlo ahí como algo tan normal, y en verdad, si se pone a pensar, es algo tan impresionante que toda esa gente viva alrededor de un volcán en actividad... Hace pensar en que debe de haber algo de cierto en eso de que algunas personas nacieron para vivir ligadas a un solo lugar, independientemente de las ventajas o desventajas que eso implique. El Stromboli es un volcán activo, que tiene cinco bocas inclinadas por las que sale la lava.
"Cuando ésta llega al agua levanta una cortina de vapor y todo el volcán se ve como una fortaleza difusa."
Sentirse como en casa
Ese arraigo de los isleños debe haber cumplido su papel en el recibimiento que tuvo Carmelo S en su isla natal: todos se acordaban de él a pesar de las décadas de ausencia. Paraban sus motitos en medio de la calle -en Stromboli no hay autos- y lo saludaban como si lo hubieran estado esperando todos estos años.
Lo invitaron a comer atunes y langostas recién sacados del mar y le contaron todas las historias contables. Le mostraron tres casas más en las que había vivido su abuelo desde que él abandonó la isla. Lo acompañaron hasta el cementerio, que está encaramado en una de las laderas más altas de la isla, y lo ayudaron a encontrar la tumba oculta de su abuelo. Y hasta la iglesia, que también está en las alturas, desde donde se ve la isla próxima de Strombolicchio, con el volcán y el faro.
Carmelo S estaba casi empezando a sentirse uno de ellos hasta que cometió el error de llamarlos sicilianos. Mientras escuchaba que en realidad ellos son eolianos, no pudo dejar de sentirse más porteño que nunca.