Chávez estatizó por necesidad, dicen en Caracas
CARACAS.- "¡Nacionalícese! ¡No hay nada que discutir!", dijo el presidente venezolano, Hugo Chávez, y así, de sopetón, ordenó expropiar seis empresas de la región minera de Guayana, en el estado de Bolívar. Entre ellas, dos del grupo argentino Techint y una tercera en la que el emporio de Paolo Rocca tiene un paquete accionario minoritario. Chávez, dicen aquí tanto acólitos como rivales, lo hizo por necesidad y no se detuvo a sopesar los coletazos que causaría su orden en la Argentina, tanto en el mundillo empresarial como en sus aliados políticos, los Kirchner.
Sólo después su orden empezó a verse como una movida estratégica destinada a "integrar en un solo conglomerado el sector de producción y transformación del hierro". Pero acá todos están convencidos de que tomó la decisión sobre la marcha, frente a las cámaras de televisión que transmitían en directo el "Taller hacia la transformación socialista de las empresas básicas", el jueves, en la ciudad de Guayana. De hecho, el decreto que dispone la estatización de esas empresas todavía no aparece por ningún lado. La decisión de Chávez reconoce como antecedente la nacionalización de Sidor (Siderúrgica del Orinoco), también del grupo Techint, en abril de 2008.
Una de las tres empresas de las que Chávez acaba de anunciar la expropiación, Tubos de Acero de Venezuela SA (Tabsa), intermediaba entre Sidor -que le daba los "tochos" con los que fabricaba los tubos sin costura- y la petrolera oficial Pdvsa, que compraba esos tubos sin chistar.
El problema es que el barril de petróleo cotiza ahora cerca de los US$ 60, muy lejos de los 150 dólares que alcanzó a mediados de 2008. Con la caída de los ingresos, Pdvsa no sólo recortó 20% el salario de sus ejecutivos y congeló los sueldos de toda su plantilla, sino que comenzó a demorar los pagos a sus proveedores. Sólo a Tabsa, la petrolera llegó a deberle más de US$ 50 millones durante los últimos seis meses, confirmó LA NACION de dos fuentes independientes entre sí.
Tabsa comenzó, a su vez, a demorar sus pagos a Sidor. Llegó a acumular una deuda por algo menos de US$ 10 millones. Pero con la siderúrgica Sidor ya bajo el mando del ministro del Poder Popular para las Industrias Básicas y Minería, Rodolfo Sanz, no hubo comprensión para la firma deudora. Le cortaron la provisión de la materia prima. Poco después, Tabsa paralizó su producción.
Al día siguiente del anuncio de Chávez, el jueves pasado, Pdvsa se lo informó de manera formal a las autoridades del holding Tenaris. Y el segundo del ministro Sanz en Sidor se presentó en Tabsa y en Matesi (Materiales Siderúrgicos), la otra empresa que controla aquel grupo, más Comsigua (Complejo Siderúrgico de Guayana), donde el holding cuenta con un paquete minoritario.
El recién llegado era Miguel Alvarez, director ejecutivo que colocó el Estado venezolano en Sidor. En Tabsa, aprovechó la hora del almuerzo en el comedor para conversar con los trabajadores. Primero les prometió que no padecerán "atropellos". Luego les explicó: "Todavía no hay un decreto de estatización". Y, por lo tanto, dijo, tenían que seguir trabajando "hasta saber en qué términos planteará el decreto la expropiación".
"Huida hacia adelante"
"Se trató de una huida hacia adelante por parte de Chávez", dijo a LA NACION el analista político Damián Prat, autor de una columna que publica el diario Correo del Caroní en Guayana, y testigo de lo que pasó. "Ese día, Chávez debía anunciar su plan de rescate de la industria del aluminio, que está en una muy crítica situación desde hace cuatro o cinco años. Sólo buscó desviar la atención".
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner cuenta también con un testigo directo de lo que pasó. Se trata del presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), Enrique Martínez, un asiduo interlocutor de Chávez, quien le dedicó un par de bromas en plena transmisión satelital, rodeado de sindicalistas que militan en el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Chávez y Martínez se conocen desde hace años. El venezolano visitó incluso el INTI en su recordado paso por la Argentina de agosto de 2007, cuando Guido Alejandro Antonini Wilson irrumpió como escándalo hemisférico con una valija que aún no se sabe de quién es ni su destino. Firmaron un contrato para la transferencia de tecnología y la construcción de 56 plantas industriales en Venezuela.
Por aquel entonces, la tensión entre Tenaris y el gobierno chavista comenzaba a despuntar. Fue cuando Chávez -que ayer dijo desde Ecuador que "quedó pulverizado el paradigma neoliberal"- comenzó su ofensiva contra la Siderúrgica del Orinoco (Sidor), que terminó en manos del Estado bolivariano a cambio de US$ 1970 millones de indemnización.
El acuerdo fue muy bueno para Tenaris, a los ojos de los venezolanos, que creen que Chávez pagó más de lo que debía por Sidor, sólo para congraciarse con la Casa Rosada. Pero eso no disipó la tensión con el holding Tenaris. Por el contrario, el arribo de los funcionarios bolivarianos a la siderúrgica la agravó aún más.
Una promesa que ya es historia
- Fue uno de esos encuentros diplomáticos en los que sobran las sonrisas y los gestos amables. Hugo Chávez y el entonces presidente argentino Néstor Kirchner salieron sonrientes de un encuentro bilateral que habían mantenido el jueves 18 de enero en Río de Janeiro. Allí, el presidente venezolano prometió públicamente que "nosotros decidimos recuperar las empresas que fueron privatizadas y que no están cumpliendo su función social. Las empresas argentinas no deben preocuparse, siempre y cuando cumplan con las leyes venezolanas", dijo entre sonrisas y el gesto de alivio de Kirchner.
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