El búnker fantasma de Alfonsín
Sin bombos y con cánticos aislados, sólo la cumbia alegró un comando de campaña abatido por la derrota; pese al resultado hubo cargadas para Carrió. Por Iván Ruiz
Las seis filas de sillas ubicadas en el centro del bunker de Alfonsín nunca se completaron. Quedaron ordenadas, intactas, como si la euforia de la campaña no hubiese pasado por el hotel NH City. No fue una noche de concurrencia masiva, tampoco de éxitos. Un trago amargo que sólo se superó con la ilusión de una segundo puesto y con el regocijo de peores performaneces electorales.
Militantes y dirigentes radicales fueron en línea con el discurso de su candidato: más que elecciones, las primarias fueron un "ensayo general". Quizás por eso no hubo bombos y sólo algunos militantes que entonaron cánticos aislados.
Apenas cerrados los comicios el panorama era desolador: las primeras tendencias ubicaban a Alfonsín en el tercer lugar. El fantasma de la derrota hacía estragos en el búnker radical.
La "tranquilidad" que se respiraba en el cuarto piso del hotel céntrico estaba bastante emparentada con la resignación. Los gestos de los dirigentes, que se podían contar con los dedos de una mano, eran inocultables.
Lejos del kirchnerismo, el segundo lugar era el premio consuelo. Sólo los más obedientes allegados negaban la amplia diferencia con el oficialismo y minimizaban el crecimiento de Eduardo Duhalde. A medida que pasaban los minutos, las caras de preocupación se multiplicaban.
"El conurbano es un quilombo. Hay cortes para todos los gustos", confesó, resignado, un hombre que caminó la provincia de Buenos Aires. Y anticipó la diferencia entre los votos cosechados por Francisco de Narváez y los de Alfonsín en territorio bonaerense.
Entre sonrisas de ocasión y discursos moderados se filtraba alguna mueca de disgusto. Boquiabiertos, los candidatos Hernán Rossi y Manuel Garrido perdían su mirada en la única pantalla gigante que sintonizaba el canal Todo Noticias . "Lo mejor que nos pasó es Carrió. ¡Qué lindo verla con el 3%!", se sinceró un dirigente con fuerte peso en el norte del país.
Los radicales eligieron musicalizar la tensión con David Guetta, el reconocido DJ francés. Pero el dance no los aflojó demasiado.
Sólo un kirchnerista podía distenderlos. El segundo lugar anunciado por Florencio Randazzo fue un cachetazo alentador. La cumbia sonó a todo volúmen, se multiplicaron los abrazos y las palmadas. El ceño fruncido de Ricardo Gil Lavedra se transformó en una sonrisa.
Ni los 37 puntos que había sacado el kirchnerismo frenaban la alegría radical. La pantalla reflejaba una aplastante victoria de Cristina Kirchner, pero el segundo lugar sobre Duhalde era vivido como una victoria.
De repente, la transmisión se interrumpió. Sólo se alcanzó a ver que la Presidenta salió al escenario entre papelitos cuando se apagó la pantalla por única vez en toda la noche. En ese momento, aparecieron todos los dirigentes. Silvana Giudici, Angel Rozas, Carlos Más Vélez, Facundo Suárez Lastra, Jesús Rodríguez y Mario Brodersohn salieron a la cancha a la espera del candidato. Sonó la Champions Liga, la banda de cumbia que compuso el tema oficial de campaña y motivó a todos los candidatos.
El ritmo aflojó hasta a Garrido, que cantaba la canción sin disimular su entusiasmo. Había vuelto la vida al búnker radical: cincuenta militantes habían llegado para alentar a Alfonsín. Detrás suyo, la sonrisa de González Fraga era la más nítida del escenario.
Mientras el candidato hablaba, Jesús Rodríguez se sentó en una grada de espaldas al escenario. Reflexivo, perdió su mirada en el vacío durante todo el discurso mientras se tomaba la barbilla, como si ya conociera el discurso de Alfonsín.
El pogo se armó justo antes de que De Narváez subiera al escenario. Cuando la Juventud Radical se ofrecía para "la liberación" apareció el candidato a gobernador y silenció los cánticos.
Entonces las luces se apagaron y un dirigente del círculo íntimo de Alfonsín confesó sus preocupaciones. El segundo puesto todavía era una esperanza, pero el cachetazo del kirchnerismo generó instantánea autocrítica. "Hay que calibrar el discurso y modificar la imagen de Alfonsín para captar el voto de centro derecha. La gente quiere guerra contra CFK. Tenemos que cambiar casi todo".
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