El discurso, el primer cambio en la economía
En materia económica, lo que el discurso inaugural del presidente Kirchner ha dejado muy en claro es que cambiaron las consignas y los slogans. Habrá que ver si también cambian las políticas.
Como siempre, para saber qué se propone un gobernante es más importante conocer su interpretación de la historia que escuchar sus promesas. Kirchner fue ostensiblemente benevolente con el gobierno de Raúl Alfonsín e implacable con las políticas económicas de Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo.
De paso, tomó prestadas algunas interpretaciones que hasta ahora sólo parecían estar en boca de Leopoldo Moreau. Aquella que sostiene como causa del desprestigio de la dirigencia el que hayan adherido a las políticas de los 90, y la otra, según la cual el clientelismo es producto de la desocupación y no a la inversa.
Entre las cosas más subrayadas, y que significan la ratificación de las políticas actuales, figuran el mantenimiento del equilibrio fiscal y del tipo de cambio flotante y la voluntad de renegociar y pagar la deuda externa.
Por el contrario, es toda una modificación la declaración de que el incremento del consumo estará en el centro de la política económica. Parece haber quedado desterrado aquel enunciado que decía que se crecería sobre la base de las exportaciones.
También es toda una definición la promesa de una reforma tributaria y todo prenuncia que habrá un incremento de la presión tributaria. Kirchner ha dicho que será "allí donde haya capacidad contributiva" y por medio de la desaparición de exenciones. Y que sólo luego de que crezcan los recursos se podrá pensar en rebajas.
Y no sólo habrá que esperar para que haya alivios tributarios; también deberán ser pacientes a quienes ha definido como destinatarios de los beneficios de sus planes: los trabajadores. El Presidente prometió mejoras en el poder adquisitivo del salario, en el número de puestos de trabajo y en la cantidad de horas trabajadas en el mismo discurso en el que subrayó varias veces que no habrá cambios rápidos.
Respecto de las políticas de los años 90, las consignas y slogans no pueden ser más diferentes. Se proponen un incremento del papel del Estado, políticas activas y protección con la acción pública a quienes considera sectores "vulnerables". Según su definición, se trata de los trabajadores -entre quienes probablemente incluya tácitamente a los desocupados-, los jubilados y pensionados, los usuarios y los consumidores.
Múltiples interpretaciones
Algunas otras expresiones presidenciales requerirán una clarificación por medio de la acción, porque el simple enunciado admite múltiples interpretaciones. Está clara la preferencia por el Mercosur. En cambio, es más difícil entender cómo se traduce en políticas la promesa de hacer, como los países más desarrollados, una defensa de los "trabajadores, industriales y productores". Las principales economías mundiales, por ejemplo, subsidian sus productos agrícolas, mientras que la Argentina aplica impuestos a la exportación.
No es un detalle menor que el Presidente no haya mencionado una sola vez al FMI, pero también es notable que no haya lanzado un discurso abiertamente contrario a las reglas capitalistas. Por ejemplo, declaró el propósito de que la Argentina tenga un mercado de capitales transparente.
En las promesas de luchar contra la evasión y la corrupción e impulsar un gran programa de obras públicas no se ha diferenciado de sus vituperados antecesores. En tanto que en aquello de que se acabaron los ajustes permanentes coincidió, seguramente de manera involuntaria, con el discurso con el que Cavallo volvió a Economía en 2001. La gestión, desde hoy mismo, será la que permita marcar y advertir las diferencias.
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