El pedido del vicepresidente aceleró los tiempos de Lijo
Hasta el mediodía del viernes, el plan del juez federal Ariel Lijo era distinto. Pensaba dictar los procesamientos de Amado Boudou y otros en el caso Ciccone el jueves o viernes próximos. Pero el escrito que presentó el vicepresidente para volver a declarar aceleró los tiempos y dejó al desnudo la falta de diálogo entre los Tribunales y la Casa Rosada.
Boudou pretendía declarar el viernes 4 de julio. Según su defensa, "a fin de relatar algunas cuestiones que resultarán de interés para la investigación". Pero en Tribunales vislumbraron una jugada dilatoria o, incluso, la recusación de Lijo.
A partir de allí,el juzgado se convirtió en una tromba para completar la resolución anteayer, lo que al fin se comunicó casi sobre las 23, a través del Centro de Información Judicial (CIJ), la agencia de noticias oficial del Poder Judicial.
Tal fue el vértigo que dominó dentro del juzgado que conduce Lijo, sin embargo, que la resolución tomó incluso por sorpresa a Jorge Di Lello, el fiscal federal involucrado en la pesquisa, que esperaba esa decisión para la semana previa a la feria judicial de invierno.
Esa desconexión pasajera muta, en cambio, en ausencia total y permanente de comunicación entre numerosos despachos de Comodoro Py y la Casa Rosada. Hoy, y desde hace ya hace dos años, no hay canales de diálogo entre ciertos jueces y fiscales con el Gobierno.
Esa incomunicación responde a varios factores, como la desconfianza recíproca, el retroceso de algunos operadores judiciales -como el auditor Javier Fernández- y la ruidosa salida en abril de 2012 del entonces procurador general, Esteban Righi, más respetado en el fuero federal que su sucesora, Alejandra Gils Carbó.
La renuncia de Righi ocurrió en la Semana Santa de 2012 y marcó un punto de inflexión en el caso Ciccone. Hasta entonces, el juez a cargo era Daniel Rafecas, que había delegado la instrucción en el fiscal Carlos Rívolo.
Con sus diferencias, Rafecas y Rívolo se movieron en sintonía, hasta que la defensa de Boudou rompió un canal de comunicación con el juez al exponer sus mensajes de texto con Ignacio Danuzzo Iturraspe, amigo de José María Núñez Carmona, el socio del vicepresidente.
Con la salida de Rafecas y Rívolo, Lijo y Di Lello se convirtieron en el nuevo tándem que motorizó la investigación, aunque con una relación que durante los últimos dos años incluyó períodos de coordinación, fastidio, recelos, reproches cruzados y, ya durante este mes, otra vez de sintonía general.
Di Lello explicitó ayer su relación actual con Lijo al sostener por radio que la investigación se desarrolló "a un ritmo razonable y sólido".
"Tengo satisfacción porque creo que con todas las dificultades y con todos nuestros defectos, el Ministerio Público [Fiscal] y la justicia federal cumplieron con su convicción de hacer lo que debían", afirmó.
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