La Iglesia insistió en un llamado al diálogo sin exclusiones
El obispo Ojea pidió no dejar afuera a los pobres y a quienes expresan otras visiones
El presidente del Episcopado, Oscar Ojea, encabezó la apertura de la última asamblea plenaria de los obispos en el año con un renovado llamado al diálogo, con el cambio de gobierno como telón de fondo. Al reflexionar sobre el reciente mensaje que transmitió el Sínodo de Obispos sobre la Amazonia, del que participó en Roma junto al papa Francisco, Ojea insistió en la necesidad de convocar a un diálogo sin exclusiones.
"El diálogo siempre afronta un riesgo, pero es una apuesta a que no todo quede igual después de lo compartido", insistió el obispo, y recordó que la disposición a hablar con todos exige "el desafío de colocarnos un escalón más arriba para privilegiar aquellas cosas que pueden unirnos por sobre las que nos pueden dividir".
Ya antes de las elecciones, el titular del Episcopado y obispo de San Isidro, que mantiene una estrecha cercanía con el papa Francisco, había señalado la necesidad de avanzar en acuerdos "más allá de quién gane" en los comicios, además de bregar por la paz social.
Un centenar de obispos comenzaron a deliberar hasta el sábado en la casa de retiros El Cenáculo, de Pilar, y se espera que en el intercambio pastoral aborden la situación política y social del país, luego de las últimas elecciones.
El encuentro dio comienzo con la llegada al predio de la imagen de la Virgen de Luján que hace 37 años acompañó a los soldados argentinos en la Guerra de Malvinas y que fue traída ayer al país, luego de ser restituida por Gran Bretaña y bendecida por Francisco.
En la misa de apertura de la 118a asamblea plenaria, Ojea equiparó la instancia del diálogo a la mesa de un banquete al que todos deben ser convocados.
"Para poder disfrutar en plenitud de este banquete, la misma dinámica del amor de Dios nos invita a nosotros a tender la mesa para todos los hermanos", dijo, al recordar que esa invitación no debe estar dirigida exclusivamente "a los amigos, a los hermanos y vecinos ricos", que son los que pueden ofrecer coincidencias y recompensas, sino a los pobres y a los que expresan otros puntos de vista. Llamó, así, a tener "audacia y coraje" para extender la invitación a "tantos hermanos que han vivido en su pobreza la experiencia del abandono y del rechazo".
En sintonía con los lineamientos y criterios del Sínodo presidido por Francisco en el Vaticano, Ojea pidió una Iglesia "lejana a todo interés, preservada de las mezquindades habituales que se dan en las relaciones sociales y ajena a todo cálculo y estrategia que empañe la transparencia con la que compartimos el tesoro de un evangelio que no es propiedad nuestra".
Recordó que en su primera encíclica, Eclesiam suam, el santo Pablo VI profundiza el tema del diálogo entre la Iglesia y el mundo, uno de los principales desafíos del Concilio Vaticano II, y enseña que la Iglesia "busca incesantemente nuevos caminos para dialogar con todos los hombres, sin ninguna exclusión".
En la misma dirección, sostuvo que el Papa describe las características del diálogo, que debe ser "claro, afable, confiado y prudente".
Por claro, dijo, se entiende que debe transmitir una "auténtica expresión de lo que pienso, siento y necesito". Afable, explicó, significa que debe ser "cordial, pasar por el corazón y nunca ser hiriente y ofensivo". La confianza implica disposición a la escucha y la prudencia requiere un intento de "ponerse en el lugar del otro, de su historia y de sus condicionamientos".
Señaló, incluso, que la invitación debe estar abierta a "aquellos que no nos pueden agradecer con dádivas y favores", dado que ello "nos ayuda a jerarquizar el bien mismo que se comparte más allá de todas las diferencias".
Destacó también que el mismo espíritu debe animar a la Iglesia para "caminar junto a muchísimos hermanos que están lejos de la fe y a hermanos de otros credos y de otras confesiones cristianas".
"Con todos ellos formamos un verdadero poliedro de diferencias religiosas, culturales e históricas, para trabajar arduamente en nuestra responsabilidad como ciudadanos de la casa común que está seriamente amenazada", afirmó el obispo Ojea.
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