Resignados y enojados, los vecinos no salen de su asombro
Ayer, el barrio no habló de otra cosa que no fueran las monjas; la policía custodia el lugar
El teléfono estaba desconectado, las cortinas tapaban todas las ventanas y no había ninguna luz encendida. En el monasterio de General Rodríguez ayer no hubo el más mínimo movimiento. Parecía vacío. Adentro, sin embargo, estaban las tres monjas que horas antes se habían convertido en las nuevas e inesperadas sospechosas de una maquinaria de corrupción. Y afuera, en ese barrio que aparenta estar curado de espanto, nadie hablaba de otra cosa.
"Tengo mucha bronca. Nunca creí que eran así las monjas. Después de todo esto el monasterio ya no sirve más. Deberían tirarlo abajo", lamentó ayer ante la nacion Mercedes Contreras, una vecina que vive a una cuadra del lugar.
Contreras visitaba con frecuencia el edificio donde encontraron al ex secretario de Obras Públicas del kirchnerismo José López ingresando US$ 9 millones. También conocía a la hermana Inés, que desde anteanoche está en el centro de las miradas, luego de que se conoció un video en el que ella ayudaba al ex funcionario a entrar los bolsos con dinero. La vecina iba casi todas las semanas a las misas que se oficiaban en el lugar. Y eso fue, según comentó, lo que más la disgustó tras ver las imágenes.
"Yo iba a misa siempre y nunca vi nada raro, pero esto no me gustó. Qué casualidad, ¿sabés?, porque cuando íbamos a misa nos educaban a nosotros repitiéndonos que teníamos que ser buenas personas y hacer donaciones a la gente pobre. Hasta nos pedían donaciones a nosotros. No mucho, sino lo que podíamos hacer para colaborar", relató.
La respuesta gestual de los vecinos consultados por el nuevo video que compromete a las religiosas era casi idéntica: una sonrisa, un suspiro y levantamiento de hombros. Lo que pareció sorprender a todo el mundo aquella madrugada del 14 de junio -cuando detuvieron a López-fue superado por una revelación que dejó resignados a muchos.
"¿Y qué querés que te diga? Sí, puede ser que las monjas estén metidas en esto, pero ya no me importa. Es una cosa más que se agrega a todo lo que está pasando. A mí me duele, la verdad, porque vos ves que estos tipos se robaron todo y yo sigo acá, sin asfalto, sin luz a la noche y con días en los que no tengo para comer", dijo Mirta, que vive a dos cuadras, mientras señalaba una moneda de un peso y un billete de $ 2 que llevaba en la canasta de su bicicleta.
Una vecina que vive al frente de la entrada trasera del monasterio, en tanto, también se mostró incrédula. "Ya no sabés qué esperar, nada me sorprende. Encima ellas dijeron que no tenían nada que ver con las cámaras. ¡Y son monjas y se supone que no pueden mentir!", se quejó.
La dueña de un quiosco que está a metros de una de las entradas del convento aseguró haber visto "alguna vez" a una monja ir a comprar cosas, aunque al que veía más seguido era a monseñor Rubén Héctor Di Monte, fallecido en abril de este año. "Ni ahí imaginé que iban a estar metidas en esto. Ya siento vergüenza de todo lo que pasa. Algo esconden; algo saben", sugirió.
El vecino denunciante
Jesús, el vecino que llamó a la policía para denunciar a López, conversaba distendidamente ayer con los oficiales que vigilaban la puerta del monasterio y de su casa. Hoy hace un mes que los patrulleros no se mueven de ahí. La cuadra donde vive está aislada.
Fuera del cerco dispuesto por los oficiales, el cuñado de Jesús contó cómo tomaron en la familia el giro de la historia. "Ya no lo podemos creer. Que las monjas estén metidas también... nunca se vio algo así. Esta gente se pasa, ya no se puede confiar en nadie, ni siquiera en una monja", sostuvo.
A pesar de la resignación, el cuñado le dio lugar al humor: "Una vez vinieron a pedir el teléfono para llamar a un remise. ¡Ahora si vienen no se lo vamos a dar!", bromeó.