Antes del discurso de Cristina, Massa buscó sin éxito acercar posiciones con el Presidente
El titular de la Cámara de Diputados visitó primero a la vicepresidenta y, terminado ese encuentro, fue a almorzar con Alberto Fernández a la Casa Rosada; desde el kirchnerismo puro describieron la acción como un último intento para forzar una reacción del jefe del Estado antes de la presentación de la vice el viernes
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El clima interno es de ruptura terminal, aunque algunos, como Sergio Massa, se esfuercen por mostrar lo contrario. Pese al empeño del presidente la Cámara de Diputados, que se reunió con Alberto Fernández y Cristina Kirchner por separado, el Presidente y su vice no capitularán. El enfrentamiento continuará a la espera de la palabra de la vicepresidenta el viernes.
Pese a los múltiples intentos por comunicar que en los encuentros solo abordaron la discusión legislativa, Massa actuó como mensajero político. Según la visión del kirchnerismo puro, el diputado fue el transmisor del último intento por lograr una reacción del Presidente para evitar una furiosa crítica desde el Chaco. La respuesta del jefe del Estado no dejó lugar a dudas o interpretaciones: ratificó a sus ministros y le abrió la puerta a los que no están de acuerdo. Ahora, depende de Cristina Kirchner.
“Hay que aguantar, es un maratón”, fue el mensaje que bajó el jefe del Estado a su tropa ante lo que imagina será una dura presentación contra su gestión. Es por eso que para evitar un desgaste mayor ratificó a su equipo económico, principal objetivo de la ofensiva que lanzó la expresidenta contra la Casa Rosada.
En ese escenario de fragilidad fue que Massa se presentó como el intermediario. Su presencia fue interpretada por las segundas líneas de ambas terminales de poder como un intento por bajar la tensión. Pese a esto, cerca del Presidente aseguraron que el diputado nacional no llevó ningún mensaje. “Hablaron del cronograma legislativo”, buscó restar importancia uno de los funcionarios más cercanos al mandatario sobre la presencia del tigrense en Balcarce 50.
El almuerzo en el despacho de Fernández estaba agendado desde el día anterior, pero para evitar demoras o superposiciones, el Presidente suspendió la visita que tenía prevista a la planta de Volkswagen, en Pacheco.
El recorrido de Massa comenzó en el Senado. En medio de un gran hermetismo, el titular de Diputados estuvo una hora en el despacho de Cristina Kirchner. La reunión entre las máximas autoridades del Congreso estaba prevista para la semana próxima, pero se aceleró por el tratamiento de varias leyes. Después de un breve paso por su oficina, salió rumbo a la Casa de Gobierno, donde lo aguardaba el Presidente.
“No tiene ninguna correlación con el funcionamiento del Frente de Todos ni de debate interno”, sostuvo tras las cumbres Massa, en un intento por restarle trascendencia a las reuniones. Según contaron fuentes oficiales, hablaron de la conformación de las comisiones parlamentarias y la agenda legislativa, principalmente de los proyectos que impulsa Fernández, como Electromovilidad, Promoción de Inversiones en la Industria Automotriz, Régimen de Fomento al Desarrollo Agroindustrial y Compre Argentino, entre otras.
Pese al secretismo con que se manejó la información sobre el almuerzo, cerca del Presidente concedieron que la interna seguramente fue parte de los temas debatidos. “Todos tenemos mensajes de todos, porque todos hablamos de todo. Obviamente, no hay temas prohibidos. Todos hablan de todo”, sostuvo una integrante del gabinete nacional, pero evitó dar precisiones.
Tras la respuesta “quirúrgica” de ayer del Presidente a Andrés Larroque, el gobierno nacional retomó la estrategia de no responder las críticas que arrecian desde afuera, pero dejó una advertencia para las disidencias internas. “Este es un gran gobierno, y al que no le guste, que se vaya”, dijo, tajante, en el cierre de la reunión de gabinete el ministro coordinador, Juan Manzur. En la mesa estaba el ministro del Interior, Eduardo De Pedro, el camporista de mayor rango en la administración nacional.
Ayer, Fernández quebró su silencio frente a los cuestionamientos internos y salió ayer al cruce del camporista. Una frase en particular fue la que generó un fuerte malestar en la residencia de Olivos. “El Gobierno es nuestro”, dijo el ministro de Axel Kicillof, elegido por el kirchnerismo como el portavoz de los ataques contra Fernández, y el ministro de Economía, Martín Guzmán.
“Yo no soy el dueño del Gobierno, nadie es dueño del Gobierno”, fue la respuesta que eligió el mandatario, algo que no cayó bien en su tropa. Es que, según confiaron fuentes muy cercanas al Presidente, con la contestación “le subió el precio”. A esa altura ya le había respondido el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández. “No hacía falta nada más”, se lamentó un integrante del gabinete nacional.
Tras haber llegado ayer a un nuevo nivel de enfrentamiento en la interna de la coalición de gobierno, Massa actuó como un moderador interno, aunque sus buenas artes no produjeron ningún acercamiento. Todos los integrantes del Frente de Todos siguen con la mira puesta en lo que ocurrirá en Chaco el viernes. La expectativa crece minuto a minuto.
Mientras tanto, Alberto Fernández se aferra a un objetivo de mínima: mostrar cierta normalidad y gestión. Pero el Presidente sabe, según reconocieron desde su entorno, que la interna está carcomiendo su administración y también el vehículo que posibilitó recuperar el poder hace poco más de dos años.
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