Tribunales: la cuarentena extrema de la Justicia, con teletrabajo, pasillos vacíos y controles estrictos
Las baldosas de los tribunales federales de Comodoro Py brillan. Los pasillos judiciales parecen una pista de patinaje vacía. No los caminan los abogados penalistas que antes se acumulaban en hileras frente a las mesas de entrada, ni se ven periodistas de guardia. Tampoco, el personal policial que habitualmente se repartía en cada uno de los pisos de los tribunales federales, en escritorios o de pie en las diferentes alas del edificio.
No hay encuentros espontáneos en las escaleras y el bar del entrepiso –desde donde siempre sobresalía la fila de gente– atiende en horarios reducidos y a través de una ventanilla. El personal policial tiene la obligación de tomarle la temperatura a todos los que quieran ingresar al edificio. Son pocos.
El paso del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) al Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio (Dispo) que dispuso el Gobierno se reflejó en la actividad judicial con una mayor presencia de empleados en los tribunales, aunque sin abogados ni público en los edificios judiciales de Comodoro Py 2002 y en la zona del Palacio de los Tribunales.
"La concurrencia es mínima", afirma a LA NACION un empleado judicial que asiste por turnos a Comodoro Py. Casi todos los empleados judiciales que trabaja in situ lo hacen para escanear documentación y digitalizarla en los expedientes. Se prevé que en los tribunales el trabajo remoto seguirá durante mucho tiempo. Tanto los empleados como los funcionarios judiciales se quejan de la falta de ventilación en el edificio y de la infraestructura como factores de riesgo.
Las salas de audiencias también están, durante la mayor parte del tiempo, vacías. Los juicios se llevan adelante de manera remota. Las salas se utilizan solo para los procesos en los que deben declarar testigos de manera presencial frente a un juez.
La zona utilizada como estacionamiento también se ve desierta. Los "trapitos" de la avenida Comodoro Py ya no portan las decenas de llaveros de autos que estacionaban y que lograban hacer encajar como un tetris.
Los cambios en el Palacio de Justicia
En el Palacio de Justicia, ubicado sobre la calle Talcahuano, también se advierten cambios: en una carpa blanca con una cámara térmica se toma la temperatura a las personas que ingresan. Una carpa gemela, vacía y hermética, está destinada a aislar a los que registran temperatura.
Pero los pasillos de Tribunales, más brillantes que nunca porque nadie los camina, aparecen vacíos porque los abogados y el público ahora se manejan de manera remota. En el sexto piso, los juzgados civiles trabajan con empleados que aprovechan la falta de público para avanzar con las causas. No hay atrasos. Si antes registraban 200 personas en la mesa de entradas, ahora registran el ingreso de 200 mails diarios con escritos de los abogados.
–¿Es efectivo el trabajo virtual? ¿Los empleados trabajan desde sus casas?
–Mirá, esta es una canasta electrónica que se llena de papeles, como la real. Si no tramitan los escritos, estalla. Contesta un empleado para graficar la tarea de sus compañeros, que desde la casa procesan el trabajo.
La dificultad, coinciden empleados judiciales consultados por LA NACION, es gestionar el expediente electrónico. Un expediente de 200 páginas son 200 archivos en PDF que deben abrirse uno a uno para revisarlos y navegarlos. Los empleados se dicen agotados. Extrañan sistemas más flexibles que les permitan búsquedas transversales en esas causas virtuales. Los jueces, juezas y secretarios van todos los días, o día por medio en algunos casos.
La tarea de los empleados judiciales parece ser invisible: no hay hormigueo de gente ni sacos arrugados y corbatas en los ascensores. Los empleados de maestranza barren y sacan lustre al piso que no llega siquiera a marcarse. Los pocos letrados que llegan al Palacio lo deben hacer con un turno previo y para trámites que no admiten otra modalidad que la presencial. Por ejemplo, la exhibición de un testamento ológrafo.
En el quinto piso del Palacio, en los juzgados criminales, también se trabaja, aunque cambió mucho la circulación de los detenidos. Antes había 50 presos diarios y hoy son 50 semanales los que ocupan la alcaidía del subsuelo del Palacio de Justicia, cuenta un agente del Servicio Penitenciario que vio reducidas sus tareas. Ahora, los presos pasan más tiempo en comisarías y menos en el Palacio de Justicia para evitar contagios.
La situación en la Corte
La Corte, con sus vocalías, mantiene su movimiento y los empleados y secretarios trabajan como si no hubiera pandemia. Los ministros concurren a sus despachos. El presidente, Carlos Rosenkrantz, lo hace a diario y sus colegas Ricardo Lorenzetti y Horacio Rosatti, que se habían instalado en su Santa Fe natal al comienzo de la pandemia, ahora están casi todos los días en Buenos Aires junto con Juan Carlos Maqueda. La jueza Elena Highton de Nolasco, por cautela, se queda en su casa.
En la sucursal del Banco Ciudad de la planta baja se prendió la luz y los cajeros automáticos siempre tienen cola durante el horario judicial, hasta las 13.30 de cada día.
El mismo movimiento se advierte en los edificios linderos de la justicia comercial, la justicia laboral y hasta en el que alberga tribunales orales, en la otra punta de la Plaza Lavalle, que está más vacío que nunca porque las audiencias de juicio que se realizan se hacen por Zoom.
La mayoría de los estudios jurídicos que están en la zona de la plaza Lavalle retornaron a sus tareas presenciales, aunque con protocolos y barbijos, y sin la presencia de los empleados que pertenecen a grupos de riesgos. Los clientes entran con barbijo y por turnos. Marval O'Farrell Mairal, el estudio jurídico más grande del país, incorporó a un infectólogo para que asesore a los letrados sobre sus tareas en el edificio del microcentro que ocupan.
Pero la falta de movimiento de los abogados afectó la zona comercial de Plaza Lavalle. Los libreros que venden textos jurídicos se declaran aburridos, sentados en reposeras y tomando mate. Los cafés de la zona agonizan. Siguen abiertos, esperando a su público de siempre. Los mozos del Tribunales Plaza descansan y sufren la falta de propinas. Sobrevive el café Petit Colón, pero cerró el bar Tribunales, que estaba en diagonal, en Lavalle y Libertad.