Un matrimonio tenebroso
Todos estamos amenazados por Stiusso y Stiusso también está amenazado. No se sabe dónde está ni qué hace. Pero un juez federal dispuso custodia para su mujer y sus hijas, una de las cuales trabaja en la justicia federal.
La Presidenta -en un inaudito giro de 180 grados respecto a su tesis original- sostiene que ese fantasma, que fue director de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia hasta diciembre, mandó matar al fiscal Alberto Nisman, con quien estaba estrechamente relacionado. Según Cristina Kirchner, Antonio Horacio Stiusso, alias "Jaime" o "Stiles", alimentó con carne podrida la denuncia del fiscal, para luego asesinarlo y hacer recaer las sospechas sobre el Gobierno. El crimen tendría como objetivo derribar a la Presidenta.
El nuevo guión fue adoptado rápidamente por todos los funcionarios oficialistas y la dirección de fantasía del Partido Justicialista, que ahora ha descubierto con horror la existencia de un "Estado mafioso". Como si fueran comentaristas ajenos al fenómeno y no parte constitutiva de éste, incluida la Presidenta, que le apunta a Stiusso, pero no lo acusa formalmente en sede judicial. Tal vez porque ese sujeto delincuencial que cierto periodismo amarillista presenta con inocultable admiración como "el espía más temido", conoce cosas muy feas del elenco gobernante, de dirigentes opositores, de casi toda la justicia federal, de buena parte de los informadores venales y de adustos jefes de las Fuerzas Armadas y de seguridad. La poblada videoteca de este "cineasta de las tinieblas" le garantizó la vida, pingües ingresos y la jefatura de los espías.
Esa colección se fue conformando, mucho antes del escándalo del juez Norberto Oyarbide y el prostíbulo gay Spartacus, en "privados", lenocinios para todas las clases sociales y hasta en hoteles alojamiento. Sórdido encarpetamiento, que fue facilitado por el vínculo con otro agente de la SIDE y la Triple A: el proxeneta Raúl Martins, con negocios en la Argentina y México, y sólidas relaciones con dirigentes notorios como Mauricio Macri, a cuya campaña habría contribuido con gruesos donativos, según lo denunció Lorena Martins, la propia hija del "Yabrán de los prostíbulos".
Por hacerme eco de las denuncias de Lorena y la Fundación La Alameda, en mi libro Lo que no dije en Recuerdo de la Muerte, Stiusso me amenazó, el 13 de diciembre último, en la revista Noticias. Un par de días después, la Presidenta dejó cesantes a los jefes formales de la SI y lo puso a Oscar Parrilli al frente. Nada se informó oficialmente sobre el destino de Stiusso, excepto que había renunciado a la Dirección de Operaciones. ¿Se jubiló? ¿Lo sumariaron? ¿Se fue del país? No se sabe, porque esta vez no usaron la cadena, sino que tiraron de ella tratando de que las excrecencias del poder se diluyeran en el Río de la Plata.
En este punto, la autorreferencia resulta imprescindible: en 2004 les propuse al presidente Kirchner y a su esposa disolver la vieja SIDE, que había acumulado todos los vicios de la dictadura, y sólo mantuvieron un elocuente silencio. Claro, en ese mismo momento, Kirchner acababa de conectar a Nisman con Stiusso. Yo lo ignoraba. Como lo ignoraba Gustavo Béliz, que por decir lo mismo y mostrar una foto de Stiusso en televisión fue procesado y tuvo que dejar el cargo de ministro de Justicia y el país.
Béliz era un hombre de centroderecha, y yo, de izquierda, pero teníamos algo en común: una firme condena a los que roban los dineros públicos.
Ese "poder mafioso" del que ahora hablan todos, incluso los que estuvieron a sueldo de Stiusso, no vino de Marte: es consustancial con la forma de hacer política e información en esta República minada por la corrupción, donde todas son "operaciones". Espías y políticos corruptos vienen formando desde hace años un tenebroso matrimonio, una nueva oligarquía que en sus guerras intestinas conduce a la sociedad al reino del terror. La antítesis de la democracia.
El autor es ex diputado nacional y periodista
Miguel Bonasso
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