Una despedida con dos caras
A Eduardo Duhalde ya le dicen el presidente saliente. Así de práctico es el poder y por eso hace ya quince días que planea cada detalle de una despedida que comenzó la semana última y que seguirá hasta la madrugada del día en que pisará por última vez la Casa Rosada como presidente.
"Estoy eufórico y aliviado a la vez. Tengo la satisfacción de haber cumplido", dijo ayer telefónicamente el Presidente a LA NACION, mientras almorzaba con su familia en la residencia de Olivos. Es su último fin de semana en la quinta presidencial.
"Acá tengo pocas cosas, así que mucho no voy a tener que mudar", agregó. Se lo escuchaba contento. Dijo que no extrañará para nada el lugar donde pasó el último año porque ahí sólo vivió momentos de tensión, que mitigó con algunos partidos de fútbol y de tenis.
Comenzó a despedirse mucho mejor de lo que había imaginado: le pondrá el domingo próximo la banda presidencial a Néstor Kirchner, su candidato, y no a Carlos Menem, lo que se había convertido en su peor pesadilla. Eso, sin duda, cambió su estado de ánimo. "Ya está, lo bueno es que se abrió una etapa y estamos frente a una nueva oportunidad", señaló. Ya no quiere hablar más de Menem.
La satisfacción por haber condenado, aunque no fue él en forma directa, al ex presidente en la orfandad política total amortiguó un poco el duelo por el final que existe detrás de sus palabras.
Cadena de agradecimientos
Hace dos semanas comenzó a pensar en una serie de agradecimientos, como a él le gusta: con mucha gente, discursos formales y saludos.
Pero la gran despedida será en Olivos la noche antes de la transmisión del mando a Kirchner, el presidente electo. Se reunirá con todos sus funcionarios: harán un balance informal sobre el corto y convulsionado paso por el Gobierno y sobre todo repasarán las mejores anécdotas.
A la medianoche darán paso a la formalidad y cantarán el Himno para dar el comienzo oficial a la conmemoración del 25 de Mayo. Doce horas después casi todos pasarán a la categoría de "ex", salvo Roberto Lavagna (único confirmado para seguir en su cargo) y tal vez Ginés González García, Aníbal Fernández y José Pampuro, a quienes el presidente electo tiene en sus planes para el gabinete.
Duhalde pasa sus últimos días como presidente organizando su salida del poder. "Me quiero despedir de cada uno y agradecer lo que hicieron por este gobierno que nadie pensaba que iba a durar", indicó el Presidente.
En medio de la incertidumbre política que generó la indefinición de Menem y luego de su renuncia al ballottage, el Presidente se despedía de su paso por la Casa Rosada. Empezó con el titular del BID, Enrique Iglesias, y siguió con otros sectores. Esta semana saludará a diputados y senadores, empresarios y organizaciones independientes. "También me voy a reunir con el gabinete nuevo antes de irme", adelantó Duhalde ayer a LA NACION.
Pese a que algunos dicen que está entusiasmado con las despedidas, dos de los hombres que mejor lo conocen aseguran que el Presidente "sentirá el golpe", el duelo en serio, cuando falten horas para su retirada y cuando después de la jura se vaya a Lomas de Zamora.
Lo que todos rescatan es que la renuncia de Menem y la confirmación de la presidencia de Kirchner, aunque él prefería que a Menem lo echara la gente en las urnas, cambió el final de Duhalde. Su objetivo era, cuando decidió adelantar las elecciones, impedir la vuelta de Menem. Después de no conseguir la candidatura de Carlos Reutemann, Felipe Solá y luego del frustrado proyecto de que sea José Manuel de la Sota, optó por su viejo aliado, Kirchner, con quien debió primero recomponer la relación.
Para Duhalde la presidencia de Kirchner y lo que parece el final absoluto de Menem y del menemismo saldó en parte una vieja pelea que mantenía con el ex presidente, a quien no le perdona haber trabajado en las sombras para el triunfo de Fernando de la Rúa y para complicar la carrera presidencial de Duhalde en 1999.
Descanso
Duhalde aceptó en las últimas horas una invitación del presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, y partirá el mismo día del traspaso del mando a ese país en el avión de Lula, para luego trasladarse a Europa.
Ese viaje que hará con su esposa, Hilda Duhalde, es sólo por un mes ("Chiche decide todo", contó ayer) y tiene dos objetivos: descansar después de lo que el matrimonio define como "el año más intenso" y dejar en el centro de la escena al nuevo presidente.
Pero volverán pronto. Duhalde tiene planes y una dependencia absoluta de lo que más le gusta: la política. Quiere encabezar la renovación en el peronismo y también quiere a Menem y lo que quede del menemismo fuera de la estructura partidaria. Sin embargo, sostiene cuando se lo consulta que no disputará la presidencia del PJ: "Mi actuación dentro del peronismo se terminó", dijo, y afirmó que sería una "falta de respeto" pensar hoy en el partido.
Cuando vuelva de Europa se pondrá al frente de las negociaciones, siempre buscando un bajo perfil para no opacar a Kirchner, en el Congreso para asegurar la gobernabilidad al menos en los primeros seis meses. "Duhalde va a ayudar. Pasó por la peor crisis de la historia, salió bien de eso, venció a su enemigo político y fue el impulsor del nuevo presidente: ¿alguien cree que va a tirar todo eso por la borda complicando al Flaco (por Kirchner)?", dijo un importante funcionario de Duhalde en alusión a la convivencia con Kirchner.
Esa relación política se terminará de definir cuando cambien los roles y Kirchner ocupe el sillón presidencial que dejará Duhalde, que ya piensa en encabezar la búsqueda de apoyo en el PJ y fuera del partido para el gobierno de su sucesor.
El Presidente prefiere vivir ahora su despedida. Desde esta semana comenzará a mudar las pocas cosas que tiene en la residencia de Olivos. Los Duhalde nunca llegaron a mudarse. La primera dama casi siempre prefirió dormir en su casa de Lomas de Zamora con sus hijos, que nunca llegaron a instalarse en las habitaciones del chalet presidencial.
Pero aunque sea pequeña hay que hacer una mudanza. Eso también implica la salida del poder. Del despacho presidencial en la Casa Rosada se sacan las cosas el día antes. Duhalde nunca lo usó demasiado, siempre se sintió más a gusto trabajando en Olivos y el único objeto que hay es la imagen de la Virgen de Luján: se la regaló el obispo de Luján apenas llegó al poder y la Argentina era un caos.
En su último día como presidente Duhalde hará el agradecimiento a ese obispo y por eso decidió que el Tedéum del 25 de Mayo, que siempre se hace en la Catedral porteña, se efectúe en Luján. Será su último acto oficial como presidente.
Unas horas después le pondrá la banda a su sucesor. Esa banda con la que siempre se negó a hacer la foto oficial y que tienen todos los presidentes. Tal vez, como dicen los que lo conocen, Duhalde nunca pensó que debía sacársela: llegó al poder sin el voto de la gente. Casi como si no se la hubiera merecido.
Más leídas de Política
Intimidad de la política. Schiaretti y Llaryora, estrategia compartida y tensiones de los socios principales del “cordobesismo”
"Son todos iguales". La oposición tildó de “racista” a Mondino por sus dichos sobre la población china
El paro de la CGT. El gremio de los colectiveros de la UTA no definió su adhesión y negocia con el Gobierno