Vidal después del "plan V": cómo se prepara para la batalla más difícil
Sabe que corre de atrás y que depende de un fuerte corte de boleta; aspira a sumar apoyos peronistas y siente alivio por el fin de las especulaciones con su salto presidencial
La euforia peronista que moviliza al oficialismo desde la captación de Miguel Pichetto contagia a María Eugenia Vidal y a su equipo bonaerense. Pero en la gobernadora predomina otro sentimiento en estas horas previas a la gran batalla electoral: alivio. "Yo nunca me compré el 'plan V'", dijo en una reciente reunión reservada que relatan fuentes de su máxima confianza. Suele explicar que se sacó "un enorme peso de encima", que siempre creyó que Mauricio Macri "la iba a sacar adelante" y que disfruta de pensar que el próximo fin de semana -con las listas ya anotadas- podrá anunciarles a los bonaerenses que cumplió con su palabra de ir por la reelección provincial.
En todo caso pasará de un estrés a otro. En su entorno cuentan que las especulaciones de un salto de urgencia a la candidatura presidencial actuaron como una fuente de tensión constante estos meses. Suena a una admisión de que la hipótesis tantas veces negada podía ocurrir si la caída en la imagen de Macri se profundizaba. Con las cosas claras y todos los experimentos enterrados -anticipo de elecciones, colectoras-, le toca defender el bastión decisivo del poder de Cambiemos en condiciones desfavorables. Nadie lo tiene más difícil que Vidal. Enfrenta al kirchnerismo en el distrito donde mejor se conserva y donde Macri sufrió una sangría de popularidad. Y todo sin el colchón tranquilizador de un ballottage.
"Vamos a pelearla y al final vamos a ganar otra vez" es el mensaje que baja la gobernadora a su gente. No es optimismo ciego, aclara. Es consciente de que corre de atrás. Perder está en la ecuación.
Hubiera deseado que prosperara el "plan Y", de su lista adosada a boletas presidenciales de candidatos peronistas. Con Sergio Massa se negoció hasta el fin de semana pasado, cuando el artilugio se reveló inviable. "Estaba pensado para Alternativa Federal; sin Massa no tenía sentido", explican cerca de Vidal.
La incorporación de Pichetto a la fórmula presidencial resultó un bálsamo al final de una sucesión de gestiones infructuosas. "Nunca antes una decisión había despertado semejante unanimidad en Cambiemos. ¿Cuándo viste que algo pusiera de acuerdo sin fisuras a Marcos y Durán Barba, a los radicales, a Horacio y a mí, a Monzó y Frigerio, a Lilita?", evaluó Vidal. Significó una inyección de ánimo. Una señal que muestra un camino de gobernabilidad futura, aun cuando falta en el medio una valla electoral inmensa.
Las cifras que manejan en la gobernación -previas al efecto Pichetto-ubican a Vidal en 32/33 puntos, en el escenario de una boleta pegada a la de Macri. El kirchnerismo de Axel Kicillof-Verónica Magario, atados a la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner, ronda los 37/38, en línea con la cosecha de 2015 y 2017. A Vidal se le presenta el reto de "levantar" a Macri para crecer ella. Junto al Presidente, visitarán una vez por semana algunos de los 40 municipios que en la gobernación categorizan como "prioritarios" y que concentran el 82% de la población bonaerense. Vidal coincide en que la incorporación de Pichetto cristaliza el eje de campaña pensado por la Casa Rosada de que los argentinos deben optar entre dos modelos de país. Ya no hay más peronismo vs. antiperonismo. Todos son un poco (o muy) peronistas.
La estrategia de Vidal consistirá en defender su gestión provincial y eludir todo lo posible el debate sobre el rumbo de la economía nacional. "Contar lo que hicimos" es la consigna. Insiste en el concepto de "lo real", en oposición al relato kirchnerista, y el de "cercanía", que -aunque por corrección política no lo diga- la diferencia de Macri.
"Eso es algo que nos reconocen incluso en lugares donde no nos votan. Hemos caminado todos los municipios, les dimos obras a todos, abrimos oficinas estatales en los barrios más pobres, estamos dando la batalla contra las mafias como nunca antes", argumenta la gobernadora. "¿Cuándo vieron a Cristina caminando la provincia en todos estos años?"
A Kicillof lo considera un candidato potente, por la característica fundamental de que retiene como nadie el voto de su jefa política. Vidal piensa discutir lo menos posible con él. Saben en su equipo que la estrategia kirchnerista será emparentarla con las penurias económicas y hurgar en las cuentas provinciales. "Le responderá Hernán Lacunza", explica un asesor de la gobernadora, en alusión al ministro de Economía. Vidal percibe un escenario electoral cada vez más polarizado. Tanto que todo puede definirse (no solo para ella) en primera vuelta, ante el hundimiento de la tercera vía. Les otorga un valor fundamental a las primarias del 11 de agosto. Es "su" primera vuelta.
¿Qué sería una buena PASO para ustedes?, le preguntaron esta semana a Vidal en una reunión reservada. A partir de 35 puntos estará en carrera, respondió. El análisis parte de la convicción de que el kirchnerismo -sumando el aporte que pueda hacerle Massa- no irá más allá de los 40 puntos. Queda por ver a quién presenta Roberto Lavagna en Buenos Aires (si es o no Graciela Camaño).
La fe de Vidal está puesta en que, con los resultados de las PASO definidos, habrá un corrimiento en octubre hacia su boleta por parte de votantes de otras opciones no kirchneristas o bien de los que se abstengan en agosto. El fenómeno ya ocurrió en 2015, aunque entonces jugó el irrepetible factor Aníbal Fernández. "Ya no tenemos a Aníbal, es cierto. Pero hace cuatro años ni soñábamos con los recursos que tenemos ahora", admite un integrante de la mesa nacional de Cambiemos. Tampoco habían sufrido el desgaste de una fenomenal crisis económica y lo saben.
Un corte de boleta alto será necesario. Quizá tanto como en 2015, cuando llegó a un nunca visto 6,5%. En público, la gobernadora dirá que confía en la capacidad de los electores de discernir cada voto. Pero en su búnker de campaña trabajan en busca de las "ayudas" necesarias para que ese corte no sea una quimera.
El vidalismo consume versiones sobre las batallas internas en el kirchnerismo, disparadas por el malestar de los intendentes del PJ con las formas y actitudes de Kicillof e incrementadas con la incorporación del Frente Renovador. Cuando Pichetto lo tilda de "candidato comunista" echa sal en una herida que sienten muchos barones del conurbano.
En la adversidad, las migajas del peronismo herido son perlas. Nadie en el entorno de Vidal descarta por ejemplo que Cambiemos termine por aceptar a Julio Zamora como candidato a intendente en Tigre si Alberto Fernández lo saca del medio para contentar a Massa. "Va a haber fracturas y nosotros vamos a escuchar a todos", explica un funcionario que trabaja en el armado oficialista. Así es el Cambiemos DP (después de Pichetto). Haya o no candidatos peronistas que den el salto, esperan que muchos intendentes temerosos de Cristina hagan el trabajo sucio de repartir sus boletas junto a la de Vidal.
Las negociaciones de candidaturas para los 135 municipios y para la Legislatura auguran días frenéticos en el comando de campaña de Vidal de acá al sábado. Ella lo delega en su jefe de Gabinete, Federico Salvai, y quiere participar lo menos posible. Solo en casos muy relevantes o cuando exista un conflicto que no pueda (o no deba) resolverse con una PASO. "Soy la Corte Suprema", suele bromear.
Para las listas nacionales, Vidal transmitió un pedido prioritario a la Casa Rosada: que su ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, encabece la boleta de diputados por Buenos Aires y sea designado al frente de la Cámara si gana Macri. Es un foco de conflicto larvado, ante la necesidad del Presidente de contener a los radicales que ansían ese cargo de relevancia institucional para Alfredo Cornejo.