En la ciudad de Nueva York, más específicamente en la Península de Gansevoort, en el Parque del Río Hudson (un área de 6,4 kilómetros frente al mar), se lleva adelante un proyecto público-privado que está redefiniendo a la Gran Manzana. El sector contará con jardines, paseos junto al agua, un campo de deportes gigante y, lo más raro, una playa de arena con acceso al agua.
Las obras -que tienen una financiación cuyos aportes provienen en su mayoría del municipio- demandarán una inversión de US$70 millones y comenzarán al término del primer trimestre del año. Este parque busca sacar el máximo provecho de una gran cantidad de sectores en desuso. Los encargados del trabajo y los arquitectos estiman que el sector abriría al público en 2023.
Esta península forma parte de un proyecto que ha estado en obras durante 20 años; sin embargo, se revitalizó con docenas de nuevas instalaciones públicas, tanto en los muelles como sobre las márgenes de Manhattan. En su mayoría son sitios estrechos que asoman sobre el agua. Allí se destaca también la controvertida isla artificial financiada por el multimillonario Barry Diller.
Algo de historia
El sitio cuenta con una larga historia. Allí funcionó un fuerte en 1812, durante la Guerra anglo-estadounidense; luego -con los años- el sector fue ocupado por el Departamento de Saneamiento de la ciudad de Nueva York. La nueva función de este sector será brindarle a la gente un acceso al agua.
Será la primera y única playa de arena pública en Manhattan, aunque el acceso al agua esté destinado principalmente a los kayakistas. Hasta el momento, aquellos que quieren disfrutar de la arena y tener contacto con el agua se ven obligados a hacer varias horas en transporte público hasta poder llegar a Coney Island. “Desde el principio, la península de Gansevoort fue un premio imaginado para el Parque en general”, dice Noreen Doyle, presidente interino y director ejecutivo de Hudson River Park Trust, organización que diseñó y, a corto plazo, construirá y operará la red de parques a lo largo del río. En total, los parques reciben alrededor de 17 millones de visitantes al año. “Para muchas personas la simple idea de poder estar cerca del agua y disfrutar de la costa es simplemente inspiradora”.
Diseño
El diseño del parque lleva el sello de los arquitectos-paisajistas del estudio James Corner Field Operations, conocido por su trabajo en High Line. El master plan contempla a lo largo de sus 6,4 km de extensión: una playa pública, una bajada de kayak, jardines lineales y un parque para perros. Aunque el diseño enfatiza las conexiones con el agua, su elemento dominante es un campo de deportes que ocupa casi la mitad de su área. No hay otros campos grandes para deportes como el fútbol y el béisbol en esta parte de Manhattan.
“Tener un campo de este tamaño resulta vital para muchas personas”, dice Doyle. Y agrega: “Eso en sí mismo fue un desafío: ver si ese tipo de uso podía colocarse allí sin dejar de dar voz y oportunidades a otras personas que querían no practicar deportes. La idea fue hacer de este campo un atractivo lugar verde.”
El diseño -según Doyle- logra crear una sensación de separación entre dos espacios muy diferentes: un campo de deportes activo, un jardín contemplativo, un paseo marítimo tranquilo y una playa. Esta mezcla de espacios y los diversos tipos de árboles grandes dan forma a una geografía única.
El agua en sí también fue una guía. “La forma en que el río interactúa con cada borde es muy diferente”, dice la arquitecta-paisajista Karen Tamir. Los estudios hidrológicos del sitio ayudaron a los diseñadores a darse cuenta de que el extremo norte del Parque tenía aguas más tranquilas; es decir, similares a una marisma y un hábitat de estuario sumergido, mientras que las aguas más agitadas en el extremo sur requerían que el lado de la playa tuviera una transición de hormigón más robusta, con repisas y riprap. “No se podía tener una playa de arena que llegara hasta el agua porque las olas se la comerían por completo”, dice Tamir.
Aunque el acceso al agua está destinado a ser utilizado por kayakistas experimentados y tal vez personas que esperan refrescarse los pies, el parque trata -al menos- de acercar a la gente al agua. Aunque ha sido despreciado durante mucho tiempo por su contaminación y los desbordamientos de aguas residuales, el río se ha vuelto significativamente más limpio en los últimos años. Los puntos de acceso al Parque se basan en esa mejora. “La oportunidad realmente fue diseñar algo que fuera un gradiente y no una separación dura entre la tierra y el agua”, comenta Sanjukta Sen, arquitecto-paisajista de James Corner Field Operations.
El Parque también incluirá una importante pieza de escultura pública del artista David Hammons: un homenaje a una antigua producción artística realizada por Gordon Matta-Clark que fue creada para estar emplazada en ese sitio, pero que jamás fue autorizada.
Doyle, de Hudson River Park Trust, explica que el diseño tiene como objetivo honrar la historia del sitio, mientras que al mismo tiempo le da un nuevo propósito y significado al lugar.
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