Aníbal Guiser Gleyzer es un emprendedor que se animó a crear un emprendimiento en el que los residentes puedan generar los recursos económicos para que sus residentes vivan de manera autosustentable
Aníbal Guiser Gleyzer es diseñador de bioarquitectura y el creador de Natural Estate, la empresa desde donde genera proyectos de viviendas que van desde casas flotantes en Ingeniero Maschwitz, hasta la granja de producción agroecológica Chakra Semilla, ubicada cerca de Piriápolis, en Uruguay.
Si bien son distintos, Guiser Gleyzer tiene en claro que todos los emprendimientos en los que avanza tienen una mirada sustentable y están en comunión con el entorno. Su apuesta más jugada es “Ver de nuevo”, un desarrollo que conecta a sus habitantes por su forma de ver la vida. Ubicado en 27,3 hectáreas de Capilla del Señor, el emprendimiento fue planeado como una especie de vecindad colaborativa donde personas pueden compartir intereses afines y vivir en comunidad: se concibe como un eco-vecindario basado en la permacultura -un modo de vida que sigue los principios del ecosistema natural-.
Se trata de un co-housing que según define su creador, “no solo es un lugar para vivir sino un estilo de vida en conexión con la naturaleza”, señala. Y asegura que no se trata de un barrio cerrado tradicional. Además, la gente que quiere participar y se financia la construcción de su vivienda. Pero el punto clave es que la iniciativa tiene que generar recursos económicos para que sus residentes puedan vivir de manera autosustentable. “Pensamos en instalar un centro de regeneración natural y sanación y si hay alguien que forma parte del proyecto es osteópata, va a tener consultorios para atender. También tendrá dos lagunas bioequilibradas es de 7000 m², una granja agroecológica de unas 15 hectáreas con producción de alimentos, una plantación de 1000 árboles frutales. Además, vamos a producir especies maderables como quiri y bambú lo que puede generar muchos micro emprendimientos que seguramente van a ser llevados adelante por vecinos y vecinas”, relata el entreperenur que promete un mercado que venderá todo lo que se produzca en el proyecto. “Hay mucho turismo los fines de semana en Capilla del Señor”, agrega.
Por ahora el proyecto está en una etapa incipiente, en plena búsqueda de los 30 inversores necesarios para dar luz verde al emprendimiento - ya tiene quince, entre las que se encuentran los dueños del terreno-. “Una vez que se junten los treinta, se arma un fideicomiso y todos los que aportan para la compra de sus lotes quedan como adherentes por la parcela que compraron. No hay ninguna seña, boleto o reserva”, explica. Además, quienes formen parte de los “compradores pioneros” van a participar de las 2/3 partes de las ganancias que deje el proyecto que se repartirán teniendo en cuenta el porcentaje que cada uno aportó del capital inicial.
Gleyzer asegura que, en cinco años, esa inversión inicial se valorizará en un 75% en dólares, pero aclara que, si bien es una rentabilidad tentadora, la motivación de quienes se suman al proyecto trasciende la motivación económica: comparten un estilo de vida que propone este ecovecindario. Respecto a los precios de venta, asegura que: “por menos de lo que vale un monoambiente en Capital, se podrá acceder a un lote y una pequeña cabaña”.
En cuanto a las características de estas viviendas, el emprendedor asegura que la base está: en el predio ya funcionaba un espacio de retiro espiritual e incluso hay construcciones como por ejemplo habitaciones cuentan con paneles fotovoltaicos en los techos, también hay un restaurante, un galpón, un lugar de meditación y una piscina cubierta.
Un dato a tener en cuenta es que el proyecto prevé la construcción de viviendas únicamente bajo la modalidad de la bioconstrucción, es decir con materiales naturales, que tengan una trazabilidad, es decir ninguno de los materiales utilizados podrá dañar el medioambiente. “Serán viviendas de madera, estructuras que ya vienen listas para armar, pero dentro de la estructura se colocan unos bio-bloques que quincha, hechos con arcilla, paja, fécula de mandioca, cáscara de arroz, que va dentro de las paredes, y funciona como un sistema de aislación totalmente natural que le da un comportamiento bioclimático a la casa, casi como si fuera de adobe”, finaliza Gleyzer.
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