Llegó el momento de vender y puede surgir el desánimo cuando no nos ofrecen lo esperado. ¿Qué hacer? Para empezar, hay que tener en cuenta que las propiedades no tienen un precio de referencia. Las construcciones a estrenar pueden tener un comparativo pero las usadas no; es que no existen dos propiedades iguales a la venta. Lo más interesante es que tampoco hay dos compradores idénticos.
Empezá por mirar tu propiedad con los ojos de un extraño. No es fácil sacar las emociones y pensar fríamente. Debes responderte cuáles son los más y los menos. Además, pensá quién sería la persona interesada y por qué.
Conocer las fortalezas ayuda a enfocar la comunicación a quienes valoran lo que la propiedad ofrece. Una vista especial, el tamaño, el barrio, los elementos de confort o diseño, ¿qué es lo que hace que esta vivienda sea distinta al resto? Imaginar al segmento interesado y saber qué decirle es relevante para elegir la inmobiliaria o para publicarla mostrando los aspectos diferenciales. Lo más duro es reconocer las debilidades. Hay dos tipos de aspectos negativos y que son imposible de cambiar como la falta de luz natural y el ruido de la avenida. A estos no hay que negarlos pero sí brindar soluciones. Si estuvimos ahí durante un tiempo, sabemos cómo manejarlos. También están los modificables: la decoración es la más habitual. Un concepto a tener en cuenta es que las propiedades estándar tienen un público más amplio y por lo tanto más posibilidades de concretar la venta. Es aconsejable invertir para vender mejor sacando todo tipo de ornamento que sea muy personal o que ya no esté de moda. En definitiva, pensá racionalmente, ponete en los zapatos del comprador y seguramente venderás mejor tu propiedad.
Gabriela Sirkis
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