En la región no hay muchas economías comparables en tamaño y posibilidades con la de la Argentina. En los últimos 30 años, ningún episodio de violencia política ha podido desplazar el sistema democrático. Desde 2003 hemos denunciado al mundo un crecimiento constante del PIB. El desempleo, de altos niveles en el principio del siglo XXI, ha sido reducido a un 7,2% en 2013. Sin embargo, no nos va bien. Datos del Banco Mundial establecen que el superávit comercial ha sufrido una fuerte reducción, que el gasto público se multiplicó y supera a los ingresos y que la inflación reprimida está cerca del 30% anual.
Perdimos el autoabastecimiento de energía y se controla la libertad de los ciudadanos impidiendo bajo infundados argumentos cambiar su moneda por divisas.
¿A qué se debe este escenario complejo, agresivo y poco congruente? A un diagnóstico incorrecto de los males que aquejan la política, la economía y la sociedad. Y al uso de las terapias tan erróneas como el propio diagnóstico.
Con respecto al sector, como nunca hay fondos para financiar proyectos superadores; los gobiernos, como en otros sectores de inversión, sufren un incremento descomunal de la presión fiscal, que desde luego reduce la expansión de los emprendimientos y rebaja a niveles mínimos sus precios de mercado.
Se confunden, deliberadamente o no, al punto de anularlas, las ventajas sociales evidentes de la inversión en el desarrollo de los clubes de campo y otras urbanizaciones especiales, proyectos de alto valor estratégico que dispensan especial atención, además, a la preservación, sin costo para el Estado, de valores ecológicos y urbanísticos. Es trabajo de nuestra entidad contribuir a crear una conciencia pública que preserve los valores del ahorro, la inversión inmobiliaria, la ecología, la vida deportiva y social, entre otros. Pero poco podemos hacer si no se nos comprende o no se nos escucha.
La entidad entiende que quienes tienen la responsabilidad de administrar los destinos del país, desde cualquiera de sus puestos, comprendan la naturaleza de las decisiones que nos hacen falta como nación e impongan las prioridades que exige el rumbo económico, pues no será con recetas del brujo de la tribu que sanaremos al enfermo.
Jorge Juliá
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