Nadie puede oponerse a un plan que busca ampliar el acceso a la vivienda ya que, en definitiva, las familias que se beneficien con este tipo de programas podrán ver cumplido su sueño. De todas formas, tampoco se puede ignorar que estamos ante un escenario poco alentador, si lo que se pretende es reinstalar las condiciones económicas y financieras necesarias para tener un resurgimiento legítimo del crédito hipotecario en el país. Sin embargo resulta paradójico que el Gobierno se esmere en recrear el crédito hipotecario cuando, por otro lado, fracasó en aplacar la inflación, que es el problema de fondo de nuestro país y con la cual es imposible que conviva el crédito hipotecario (que es necesariamente de largo plazo). Si el crédito se toma en condiciones de mercado con inflación creciente en pesos, es difícil saber si podrá saldar el crédito. Si la Anses va a prestar a tasas reales negativas provocará una descapitalización de los fondos utilizados en perjuicio de los dueños de ese dinero, que son los actuales y futuros jubilados. A esto se suma un dato no menor: la mayor propensión a gastar y las bajísimas tasas de interés generan un nulo incentivo a ahorrar. El gran déficit habitacional es una demanda candente. Se habla de tres millones de viviendas (500.000 es el déficit cuantitativo -hogares sin vivienda- y 2.500.000 cualitativo -hogares con hacinamiento o calidad de vivienda deficitaria-). Por otro lado, de las 200.000 viviendas que se producen anualmente en la Argentina, sólo el 25% son provistas por el sector público. ¿Cuál es el rol del Estado en la sociedad? Claramente proveer de reglas de juego claras para que la iniciativa privada de los agentes económicos, actuando por sí solos o asociados, pueda encarar empresas y proyectos. La intervención del Estado debe realizarse cuando los particulares no pueden concretar una tarea para el bien común, entendido como el conjunto de condiciones necesarias para que la persona alcance su íntegra dignidad humana dentro de la sociedad. Cualquier anuncio que busque una solución desde el discurso y no de la confianza en la moneda local genera rédito en el corto plazo, pero impotencia a largo. Es necesario brindar señales claras. Sólo así volverán los ahorros y con ellos, el crédito.