Con más de 200 proyectos en ejecución, el país promete 12 estadios, y la modernización de los accesos; se esperan más de US$ 20.000 millones en inversiones
Desde estadios hasta campos de entrenamiento, aeropuertos, hoteles, red vial, metro, hospitales, proyectos de mejoramiento urbano. En Rusia se trabaja contra reloj. También se ultiman los conceptos de transporte y seguridad. El país tiene más de 200 obras en ejecución que se inaugurarán poco tiempo antes de que la competencia deportiva más importante a escala global comience a disputarse: la copa mundial de la FIFA Rusia 2018.
Para empezar se construyen doce estadios de once ciudades que serán expuestos ante los ojos del mundo durante algo más de un mes. En cinco de ellas se están levantando estadios nuevos de 45.000 localidades. En el resto, son obras ya existentes que se están adaptando o remodelando sin prisa ni pausa.
Los estadios serán las obras más importante que queden en Rusia tras el Mundial aunque parte de ellos no vuelvan a usarse para la práctica del fútbol por tratarse de ciudades en las que el deporte no es habitual, además de no contar con equipos ni clubes.
Pero los estadios no son lo único que ganarán las regiones cuando el evento mundial baje su telón final.
Respecto del impacto de las obras en las ciudades y la estética de las mismas, el arquitecto y escritor Gustavo Bernstein señala que “ la política estética adoptada es acertada porque permite exhibir una buena amplitud de matices, desde edificios empeñados en resguardar una tradición histórica a cápsulas ultramodernas que aterrizan en medio de una ciudad antigua como provenientes del futuro”. En casos concretos destaca el estadio Zenit Arena instalado en las orillas de San Petersburgo, una especie de acorazado blindado y artillado que pareciera exhibir una muestra de poder naval. Demandará US$ 1000 millones y se construye en la isla Krestovsk. Cuando se inaugure será el más caro del mundo.
Otra de las obras que destaca el especialista es el estadio olímpico Luzhniki. “Fue un símbolo de la Unión Soviética, al punto de que fue bautizado estadio Lenin. Pareciera paradójicamente una muestra del poderío de la arquitectura imperial rusa. Otra paradoja es el Otkrytie Arena del Spartak de Moscú, que pretende ser un emblema de la Rusia capitalista posterior al colapso soviético –de hecho lleva el nombre de su patrocinador el banco Otkrytive– y siendo una muestra de tecnología de vanguardia, con su forma de cápsula hermética y su techo arqueado diseñado para soportar las fuertes nevadas del invierno ruso, es presidido por una figura gigante del gladiador espartaco digna de la estética del soviet”, relata.
La mitad de las ciudades se dotará de nuevas obras de infraestructura que hasta incluirán estructuras a prueba de explosiones. En Samara, por ejemplo, se podrán resolver una serie de problemas relacionados con el transporte. Se reconstruirá y se modernizará la principal arteria urbana, la autopista Moskovskoe y se habilitarán nuevos autobuses y tranvías.
Si bien habrá estadios ultra modernos también se mejoraron y preservaron otros considerados valiosos como patrimonio histórico. Bernstein señala que “por supuesto el acontecimiento, por la tracción de multitudes que convoca, tiene un impacto económico en las polis anfitrionas que se preparan para albergar las hordas de fieles que concurren desde los lugares más remotos. Es un lapso en que el paisaje de la ciudad se transforma, se puebla de extranjeros, de rostros y expresiones novedosas. Pero también se transforma materialmente, físicamente, a partir de una renovación edilicia, de una puesta en escena adecuada para enaltecer el momento sagrado que se va a celebrar”.
Más allá de la movida que impulsa el Estado, se espera que empresas vinculadas al rubro hotelero y hasta del área de salud, avancen en nuevos proyectos.
El costo estimado del Mundial 2018 será de US$ 20.900 millones, según datos del Ministerio de Deporte de Rusia, de los cuales la mitad proviene del presupuesto federal y el resto de inversionistas privados aunque algunos analistas aseguran que esa cifra se verá duplicada cuando falten pocos días para el acto inaugural.
Bernstein indica en ese sentido que “la llegada de un Mundial obliga a la ciudad a engalanarse para una fiesta. La pone en una vidriera internacional, le impone un esmero en lucir sus mejores atributos, sus suntuosos ornamentos. No es un evento deportivo, es una celebración pagana hija dilecta de los juegos olímpicos antiguos, una justa ritualizada para sublimar la guerra. Lo interesante es que en esos símbolos de modernidad y vanguardia tecnológica que son los estadios acontece un enfrentamiento tribal primitivo. Que los hinchas se pinten los cuerpos es una muestra gratis del sustrato arcaico y atávico que rige la ceremonia. Subrayo este carácter porque un mundial no es sólo un gran negocio ni una mera disputa deportiva, es sobre todo un negocio que debe dejar frutos durables cuando la euforia haya pasado”.
Clarisa Ercolano