Músico multiinstrumentista y cantante, a los 23 años vive un momento único con la nueva serie juvenil de Cris Morena
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“¡Me encanta que me reconozcan! Además, la gente se acerca con la mejor onda”, asegura Ramiro “Toti” Spangenberg (23), que levanta suspiros en Margarita, la serie de Cris Morena (se ve por la plataforma Max y por Telefe) donde es Merlín, su protagonista masculino. Con actitud relajada y sin perder la sonrisa ni aun cuando repasa el hecho más doloroso de su vida, el músico y actor recorre su biografía, que arranca en San Isidro como el menor de los tres hijos que tuvieron el arquitecto Guillermo Spangenberg y Mariana Cecchi. “Papá murió cuando yo tenía 3 años y medio, mientras corría una maratón, que era como un festejo de la empresa para la que trabajaba, Adidas. Era amigo de todo el mundo y su muerte causó una revolución. Era muy carismático y aún me pasa que me dicen: ‘¿Vos sos el hijo de Spider?’. Entonces intento marcar una huella en lo que hago, algo que tengo grabado a través de su ejemplo”, le confiesa a ¡HOLA! Argentina el actor.
–¿Qué recuerdo tenés de esa época?
–Era chico, Agustín, mi hermano, tenía 8 años, y Violeta, 6. Me siento muy agradecido con toda la gente que nos rodea por todo lo que nos apoyaron y aún hoy lo siguen haciendo. Los amigos de mi viejo están firmes para cualquier cosa que necesite, me llevan a la cancha a ver a River, porque soy fanático. Son como mis padres. A mamá le costó salir adelante, lógicamente, pero salió. Y hoy me animo a decir que es la mejor mamá de toda la historia, por más que cada hijo dirá lo mismo de su madre. Mamá es todo lo que tengo y no sería nadie sin ella ni el resto de mi familia. Aunque es diseñadora gráfica y como hobbie pintaba, labura en una financiera porque le tocó. [Piensa]. Siempre pueden rescatarse cosas de los momentos dolorosos. Soy lo que soy, en parte, por lo que pasé.
–¿De chico soñabas con actuar y cantar?
–Siempre pintó el lado del artista. De chico me copaba pintando o agarraba palitos y hacía que tocaba la batería. Pedía música más que juguetes, lo llevo en la sangre. Mis abuelos maternos cantan como nadie, mi padrino es músico, mi vieja tiene un oído impresionante, mi tío y mi tía, igual. Y del lado de mi viejo viene una cosa de carisma, son todos copados, locos lindos. La guitarra fue mi primer instrumento, mi vieja tocaba todo el tiempo. Me mandó seis meses a aprender y al toque me largué solo, y se me hizo muy fácil seguir con el bajo y el piano. Soy muy mandado. Yo fui a un colegio tradicional (Pilgrims), y ahí por suerte siempre me dieron el espacio para la creatividad, además de que tuve al mejor director (Fernando D’ Agosto), que me sacaba de clases, me preguntaba cómo estaba, fue mi padre del colegio y me malcrió a mí y a mi familia. Yo fui becado al colegio porque mamá estando sola no lo podía pagar. Hasta sexto grado me fue bien académicamente, pero en secundaria empezaron a florecer todas mis inseguridades.
–Tal vez ahí empezaste a hacer el duelo…
–Claro. No me salió antes, ni siquiera sé si había llorado. A pesar de que no tenerlo era a lo que estaba acostumbrado, notaba su ausencia en todo, como cuando iba a los partidos de fútbol y no estaba para alentarme. Todo desembocaba en que me llevaba todas las materias. Tengo el récord histórico de mi colegio: me llevé 63 materias en total. Me salvaba que me portaba bien, pero era como que me autoboicoteaba. [Piensa]. Toda mi vida encontré figuras paternales en las que apoyarme. Y creo que me las manda mi papá, claramente es él.
–¿Y la música?
–Viniendo de un ambiente tradicional, es complicado mandársela por la música. Sin embargo, en casa fue al revés, me animaron a que estudiara. Primero probé con Arquitectura, y al año siguiente entré en Administración de Empresas, que fue como reafirmar que lo tradicional no era para mí. Después de meter ese primer año, Cris abrió este espacio de aprendizaje, Otro Mundo, que es una locura y en el que estoy desde 2021.
–¿Te veías en un papel protagónico?
–Nunca en la vida. Entré acá para hacer un camino en la música. Y a los tres meses hicimos una presentación de una materia que se llama Viernes de OM, una autogestión en la que podés hacer lo que quieras en grupo. Me expuse en el escenario y se ve que a Cris le gustó, vio en mí ese algo que ella descubre en la gente que ni yo mismo sabía que tenía. Me siento su - peragradecido con ella.
–¿Te dio nervios tu primera reunión con Cris?
–No, viniendo del palo de la música, no pensaba en entrar a la tele de su mano. Hasta que me lo propuso y me encantó. Hoy, que ya grabamos todo, sigo haciendo mi camino en Otro Mundo, tomando clases de todo. Por ejemplo, me enganché mucho con audioperspectiva, con contrapunto, que es una técnica de escribir música y con improvisación.
–¿Imaginabas semejante repercusión con el programa?
–Siempre nos decían que nos iba a cambiar la vida, pero no me parecía posible. Y es así. No me imaginaba nada de todo lo que me está sucediendo. Sin dudas, me cambió la vida.
–¿En qué más sentís el cambio?
–Salgo siempre bien vestido porque no quiero que me vean zaparrastroso, ni que me vean en un boliche con un fernet, pienso cinco veces las cosas antes de hacerlas. Por un lado, siento todo el estrés porque hay mucho que aprender, pero estoy viviendo un momentazo. No sabés las cosas que me ponen en las redes, veo que la historia los atraviesa, es como un pulgar para arriba de la gente.
–¿Y el corazón cómo viene?
–Soy noviero, pero ahora estoy solo. Tuve tres novias en mi corta vida. [Se ríe]. La primera fue a los 14, pero la cuento como novia porque estuvimos como dos años. Mi segunda novia fue capaz con la que más estuve y había entrado mucho en la familia. Como te decía, me “autoapadrino” de los adultos. [Se ríe]. Y después estuve seis meses de novio con otra chica, que se fue a vivir afuera. Aunque lo supe desde el principio, no me importó.
–O sea que sos un romántico.
–Mal. Soy superromántico y moría de amor. Cuando la conocí estaba de novia y tenía que aceptar que no podía estar con ella. La veía en las fiestas y me volvía loco, había algo que le sacaba una luz alrededor del resto de las chicas. Finalmente empezamos a salir, me dijo que se iba a vivir afuera, pero ella me hacía bien y su familia era lo más grande. Me hizo crecer, activar mi chip de adulto, fue un antes y un después. Cuando se fue, estuve tres meses hecho un trapo, habíamos cortado el día que se fue, tal como habíamos pactado. Hasta que un día hice clic, me dije “basta de estar mal, las cosas buenas ya van a venir”. Y llegaron una tras otra. Cuanto más grande es la caída, sé que más grande va a ser la subida. Soy hincha de River y lo relaciono cuando se fue a la B, pero hoy no lo para nadie. [Se ríe].
–¿Estás abierto a enamorarte entonces o este es tu momento profesional?
–No me cierro a nada. Creo que siempre hay tiempo, o te lo hacés. Si estás enamorado, hasta podés salir a las tres de la mañana con tal de estar una hora con alguien. Por amor todo vale la pena.
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