Más allá de su sombra y su madera, el roble vuelve a sorprender con un ritual que relaja el cuerpo y activa los sentidos
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El árbol del roble (Quercus robur) es sagrado en la mitología celta y venerado como señor del bosque. Símbolo de poder, longevidad y fortaleza se actualiza constantemente con sus diferentes usos y beneficios.


Se trata de un árbol de porte imponente (puede superar los 40 metros de altura), copa ancha, corteza grisácea, hojas ovaladas y que, florecido, produce racimos péndulos. Sus frutos, las bellotas, son semillas que caen al suelo en otoño e invierno y pueden germinar para dar lugar a nuevos robles, o ser dispersadas por la fauna como las ardillas.
En Argentina se encuentran robles nativos e introducidos. Los nativos incluyen el roble pellín, que se localiza en el oeste de Neuquén, y el roble criollo, en peligro de extinción y restringido a Salta y Jujuy. También se cultivan muchas especies introducidas, como el roble rojo americano y el roble de los pantanos, apreciadas por su follaje otoñal y madera.

Además de sus propiedades medicinales -astringentes, antihemorrágicas y antidiarreicas- algunos de sus usos tradicionales más comunes son para la construcción de muebles, carpintería, suelos interiores, curtido de pieles, para teñir, pintar o fabricar tintas, como leña y, obviamente, como sombra y fresco. Sus raíces ayudan a prevenir la erosión y las hojas son buenas para el compostaje. Por su belleza, se utiliza como árbol ornamental en paisajes. No se puede dejar de mencionar que tradicionalmente se plantaba un roble cerca de las casas para protegerlas de tormentas y rayos.

Actualmente, en Buenos Aires, se está actualizando un uso tradicional de este árbol típico de la cultura rusa. Se trata del ritual del manojo de roble, una terapia realizada desde hace más de un siglo con un venik (conjunto de ramas atadas) que se utiliza para masajes dentro de un sauna. Es una tradición que combina el poder del calor con las propiedades medicinales del roble común (Quercus robur o roble inglés o roble albar) ya que los taninos y aceites esenciales de sus hojas frondosas relajan y aportan beneficios para la piel, la circulación y el sistema nervioso.

El masaje con manojo no es agresivo: se realizan suaves toques con el manojo sobre todo el cuerpo. Además, las hojas absorben el sudor y reparten el calor de manera uniforme, generando un efecto relajante y revitalizador. Durante la vaporización las hojas se mantienen firmes, lo que permite un uso prolongado y eficaz. El manojo se prepara previamente, humedeciendolo en agua tibia o fría y dejándolo reposar durante 40 a 60 minutos. Luego, se sumerge en agua tibia por unos 10 minutos más para que las hojas recuperen flexibilidad y liberen sus propiedades.
Este tradicional tratamiento lo realiza Gafarov Spa, el primer y único spa ruso de Argentina, ubicado en San Telmo.






