Elevado del suelo, este hogar resignifica tipologías y materiales rioplatenses e invita a habitar celebrando el ir y venir del agua.
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La familia de la ahora arquitecta Juliana Mondinalli frecuentaba Villa Garibaldi, ubicada a 14 kilómetros al sur de La Plata, provincia de Buenos Aires, cuando la zona era todavía campo abierto. “Somos de La Plata, y mis viejos venían los fines de semana y nos traían a mí y a mi hermano. Llegar era complicado: el micro te dejaba a 15 cuadras. De chica no me gustaba venir, pero con el tiempo empecé a valorar el lugar y arrastré a Franco, quien terminó más enamorado que yo”, cuenta.

Con el también arquitecto Franco Palacios Beltran compartieron un tiempo de pareja, y, cuando decidieron convivir, probaron la zona, que ahora ya creció a una pequeña ciudad. Llegó un crédito, un terreno, y el deseo de habitar este paisaje interviniendo lo menos posible el suelo y respetando el entorno.
“Villa Garibaldi está ubicada sobre la planicie de inundación del Arroyo El Pescado, único curso de agua no contaminado de la región. Esta zona, además de ser clave para el escurrimiento y la calidad del aire, es la última frontera de la gran megalópolis que se extiende hasta Rosario”.
La premisa era que la lluvia y el agua no solo se percibieran, sino que se celebraran. Y rescatar y resignificar tipologías y materiales propios de la arquitectura rioplatense como las galerías y la chapa.

Casa ONA se eleva del suelo apoyada sobre pilotines de hormigón armado a 50 cm, para dar lugar a las inundaciones temporarias típicas de las zonas de humedales.

Una estructura liviana de eucalipto colorado sostiene un techo a dos aguas asimétrico, que se prolonga para formar una galería en forma de C. Al noroeste, refugia a la casa de las intensas lluvias y del sol rasante en verano; al noreste, se abre al jardín silvestre y ofrece un espacio de transición entre interior y exterior. En el centro, una elevación del techo permite generar un entrepiso para una habitación.
Luminosa, cálida y flexible
“Exteriormente es austera, pero por dentro es luminosa, cálida y flexible”, dicen los arquitectos.

El interior se organiza en una planta baja abierta. Al ingresar, un gran ambiente con la salamandra como elemento central contiene un estar, un comedor y un estudio. A la izquierda de la entrada se ubica la cocina integrada y el baño.

Pasando la salamandra se ubica el comedor, flanqueado por un telón teatrero que permite abrir y cerrar el espacio al estudio según la necesidad.

En un principio el ambiente del fondo estaba destinado a la habitación, pero ahora alberga el estudio donde trabaja Juliana.
La construcción se realizó en sólo tres meses con mano de obra local, lo que permitió optimizar tiempos y recursos, y fortalecer el vínculo con la comunidad.

Entorno silvestre
En las áreas exteriores se mantuvo gran parte de la vegetación preexistente: chilcales, gramíneas y una acacia negra.

“Contamos con la colaboración del estudio de paisajismo Flux, con quienes trazamos la estructura arbórea con recorridos y sectores que potencian el paisaje y la experiencia de habitar”, cuenta Juliana, que está cursando una especialización en diseño del paisaje. “La comunidad valora este enfoque, aunque no todos entienden la importancia de mantener el pasto largo o las totoras en las zanjas para filtrar el agua”, bromea.

Cuentan los arquitectos -que ya no son pareja pero comparten proyectos- que la obra despertó curiosidad. “El barrio recibió muy bien la casa; mucha gente se sorprendió y mostró interés, lo que nos generó encargos y consultas. La construcción sostenible y el uso de materiales como chapa y madera están ganando espacio, y otros proyectos que hemos iniciado siguen esta línea”, cuenta Franco, que además lleva adelante tours y charlas en obras de arquitectos locales en Arquitectura Rioplatense.

“El arroyo cercano es un recurso valioso y no contaminado, con presencia de fauna y uso recreativo. Cuando llegamos, la zona estaba seca por sequía, pero después llovió mucho y se inundó, y ahí nos dimos cuenta de que la casa funcionaba. Otras casas de la zona tienen problemas de humedad, que sube por los cimientos, pero esta es muy seca”, cuenta. Los arquitectos forman parte de grupos vecinales que se organizan para proteger el humedal y frenar desarrollos inapropiados para la zona.

"“Esta casa representa para nosotros un cambio de mirada, una conexión más profunda con el entorno, el agua y el paisaje. Vivir acá nos enseñó a valorar estos aspectos y a proyectar pensando en la sostenibilidad y el respeto por el lugar”."
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