Con un estilo despojado, Estudio Primero es un reflejo de los platos que prepara la dueña de la marca: simples y sin exceso de ingredientes.
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Cada vez son más los cocineros que apuestan a reversionar el mundo de la gastronomía con propuestas que escapan a la apertura de un restaurante. Con 30 años, Sofía Nielsen es parte de este grupo disruptivo. Nunca imaginó vivir de la cocina, pasión a la que solía darle lugar en sus ratos libres y que se profundizó durante sus últimos años de la secundaria, mientras vivía con sus padres en Alemania. Menos aún, creyó que abriría un espacio propio en Colegiales, Estudio Primero, donde se dictan clases de cocina, se celebran eventos privados y se crea contenido 24/7.
“Me llevé a Europa un montón de ingredientes para preparar recetas típicas de Argentina y así sentirme más cerca de casa”, cuenta, recordando aquellos tiempos en el extranjero. Con una madre abogada y un padre diplomático, al regresar al país en 2011 optó por el camino que consideró “natural”: inscribirse en la licenciatura de Relaciones Internacionales. Pero supo muy temprano que ese no era su lugar.
“En la mitad de mi carrera vi que no era para mí, pero decidí terminarla mientras hacía experiencia trabajando”. Y ahí llegó la sugerencia de sus padres: “Hacé lo que quieras, pero no te quedes quieta”.
De la universidad pasó, sin escalas, al Instituto Argentino de Gastronomía (IAG) y a la cocina de Mengano, un moderno bodegón porteño que para ese entonces –2018– abría sus puertas en el barrio de Palermo. Sumó experiencia también en Perú, y, una vez más, la intuición la llevó a dar un volantazo.
“Estaba segura que la gastronomía me gustaba, pero no disfrutaba llevar una vida a contramano de las rutinas de mis amigos y de mi familia, trabajando de noche y con la sabida hostilidad que caracteriza al detrás de escena de los restaurantes”, recuerda Sofía.
Cocina propia
Junto a su novio, Agustín, diseñador gráfico, aprovechó esa incomodidad y el parate de la pandemia para empezar a gestar lo que hoy es Estudio Primero. Pasó de generar contenido en su departamento y cocinar para algunos amigos en sus casas, a abrir una sede de su propia marca en Colegiales, en la que abunda la luz natural y sobra espacio para recibir invitados, clientes y colegas.
El salto, en video
“El salto fue desde casa hacia acá. Quería hacer algo más chico, pero el proyecto se me fue de las manos. Aquí también instalamos la oficina de mi novio, con quien trabajamos juntos en este proyecto”. Diseñado y ejecutado por la arquitecta Agustina González Bustamante (AGB Estudio), este ex piso de oficinas es un fiel reflejo de sus actuales inquilinos y de la carpeta de Pinterest que Sofía llevaba años nutriendo con fotos que la inspiraban.
La posibilidad de un gran “después”
“El estado anterior del departamento anuló mi poder de visualización, pero mi novio y la arquitecta entendieron que podía salir algo bueno. Ninguna de las otras alternativas que veíamos nos ofrecía tanta luz natural, entrada individual y la posibilidad de tirar abajo lo que hubiera, para empezar de cero”, cuenta Sofía. Y admite: “Nuestra casa está en un tercer piso sin demasiada luz, así que nos la pasamos acá. Cada vez que entramos, revivimos”.
“Los conocidos que vienen a Estudio Primero nos dicen: ‘Este lugar son ustedes’. Fue un gran desafío encontrar el punto justo entre estética y funcionalidad, fundamental para la gastronomía, así que haber podido plasmar nuestra impronta está buenisimo”. Allí, el mérito de la arquitecta, quien vio el potencial de un lugar con decoración nula y en estado de dejadez, que llevaba años de deterioro tras el uso constante como oficina.
“Teníamos un montón de ideas guardadas, y verlas materializadas es un sueño. El estilo es bastante net, al igual que nuestra casa y nuestra vestimenta”.
“Quería un espacio casi sin color, para no cansarme. Pero la arquitecta me dijo: ‘Ésta no es tu casa: tiene que haber un elemento sorpresa, disruptivo’. Entonces probamos un naranja en la escalera, desplazado visualmente del espacio de trabajo, y terminó convirtiéndose en el logo de la marca”.
La sobriedad de colores a la que se inclinaron Sofía y Agustín solo admitía, en primera instancia, incorporar un verde desaturado, el color favorito de la pareja, que, además, remite a la frescura y a lo natural, “algo que resuena positivamente en el entorno gastronómico” –según comenta la arquitecta–. El agregado del naranja llegó sobre el final de la obra.
Con una cocina lineal e integrada, equipada para preparar recetas tanto dulces como saladas y rodeada de una gran isla que oficia de escenario, Estudio Primero es elegido por varios cocineros como Vika Karamukian, Coni Borras, Jaquie Albajari y Julia del Cogliano para dictar clases de comida armenia, brunch, preparación de macarons y laminados, entre otras especialidades. La propuesta también trasciende la cocina, y en el próximo 28 de septiembre, por ejemplo, el estudio será sede de un taller de arreglos florales que dictará la ambientadora Luisa Manau.
Espacio descubierto
La terraza de esta propiedad se aprovechó para instalar una parrilla móvil y poder convocar eventos al aire libre. “El piso tenía un impermeabilizante color ladrillo y las barandas estaban oxidadas; no se usaba”, detalla la arquitecta Agustina González Bustamante, fundadora de AGB Estudio. “De un modo simple, revitalizamos la terraza: colocamos cemento alisado, hicimos un banco aterrazado de hormigón que remata en un cantero y pusimos una mediasombra que protege del sol y proyecta sombras interesantes.
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