Data de 1921, está frente al río de la Plata y es emblema de la belle époque uruguaya.
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En Carrasco las calles son intrincadas, el bosque de pinos frondoso y las casas grandes, además de bajas. Hay una calle principal –Arocena– con negocios de decoración coquetos, bares y restaurantes de todo tipo, y mucha tranquilidad. Uno aquí podría perderse, sino fuera porque desde todos lados se ve el antiguo Hotel Carrasco, hoy Sofitel Montevideo. “Todo el barrio está diseñado entorno al hotel”, apunta Mariano Otero, director de ventas de este gigante que cumplió 101 años y engalana la capital uruguaya.
Cuenta entonces que el dueño de estos campos era un tal Salvador Carrasco, español nacido en las Islas Canarias, que luego le daría el nombre a esta zona de médanos y bosque. Tierras que Alfredo Arocena, un montevideano emprendedor y visionario, compró a principios del siglo pasado con la intención manifiesta de hacer de estas playas “una Saint Tropez de Sudamérica”. Decidido y acaudalado, le encargó la construcción de un hotel a los arquitectos francosuizos Jacques Dunant y Gastón Mallet, que en 1912 proyectaron el edificio, un año después pusieron la piedra fundamental y en 1921 terminaron de construirlo. “El barrio, con casa elegantes y muy lindas, se construyó alrededor del hotel, y fue diseñado por el paisajista Carlos Thays”, apunta Mariano Otero mientras tomamos un café en el bar del hotel, en una mesa contigua a la que ocupa el ex futbolista Diego Forlán, otro emblema de Carrasco.
Pronto el Hotel Carrasco, con su casino, se convirtió en eso que Arocena, su dueño, había soñado. La aristocracia europea, los bon vivants de la época y grandes personalidades venían en barco hasta estas orillas del río de la Plata para disfrutar del verano en el hemisferio sur y así escaparle al invierno. Las escaleras de mármol de Carrara, los vitraux de mil colores, los pisos de roble de Eslavonia y las teteras de plata eran testigos de grandes banquetes, enlaces y negocios que posicionaron a Carrasco como el lugar donde había que estar. Era, además, sede del Gran Premio Ramírez porque la terraza era el mejor mirador para ver la carrera de caballos por la playa. E incluso el mismísimo Albert Einstein dio una conferencia en el hotel en 1925. Entonces, así como en Buenos Aires, en Montevideo también había una belle époque.
Sin embargo, el esplendor no duró para siempre. Empezó a decaer a mitad de siglo pasado y conoció el ocaso definitivo cuando Punta del Este picó en punta y copó la parada. De pronto celebridades, reyes y empresarios elegían las playas esteñas. Entonces el negocio hotelero de este gigante montevideano –difícil de mantener por la salinización, entre otras cuestiones– se volvió insostenible. Sus dueños de siempre, la familia Arocena, se declaró en bancarrota y en 1997 el Hotel Carrasco cerró sus puertas. “La intendencia de Montevideo tomó el edificio que desde 1975 era Patrimonio Histórico Nacional y lo mantuvo cerrado. El problema es que poco a poco, se vino abajo. Lo ocuparon indigentes, fue vandalizado y hubo gente que se llevó vajilla y bronces. Sí siempre siguió funcionando el casino con el ingreso a través de andamios”, comenta Otero sobre el hotel que hacía varios años había alojado a Federico García Lorca, más acá en el tiempo a los Rolling Stones y luego tendría el mismo honor con Bono, por nombrar algunos.
Diez años pasarían del cierre para que la intendencia de Montevideo abra una nueva licitación para el casino, y un año después haga lo mismo con el negocio hotelero. “Entró en juego Accor y plantó la bandera de Sofitel, marca francesa que mejor le calzaba a este hotel por su estilo. Así fue como en 2008 empezó el desafío de reabrir este ícono”, apunta Otero y cuenta que muchos de los expertos restauradores que pusieron a punto el Teatro Colón de Buenos Aires hace casi veinte años participaron de las obras en el antiguo Hotel Carrasco. “Estaba muy deteriorado. Las paredes del lobby estaban repletas de grafitis, muchos vitraux rotos… Los hizo de nuevo Rubén Freire, que es descendiente del artista uruguayo que hizo los originales. El domo del salón oval se restauró con la misma empresa francesa que había hecho el original. Se descubrieron molduras con láminas de oro de 18 quilates que se rellenaron con oro en polvo e injertos de plata para mantener todo original. El piso de roble de Eslavonia estaba destruido, pero lo que se pudo rescatar se usó en la mesa ratona del lobby y los mostradores de la recepción. Las puertas son las originales, completamente restauradas. Eso sí, mantenerlas es todo un trabajo, porque se les sale un tornillo y hay que conseguir el que va, no cualquiera. La arquitecta que está todos los días a cargo de la preservación tiene una gran tarea”, detalla Otero sobre la mega obra que terminó en 2013.
Cuenta que originalmente el casino estaba donde hoy está el restaurante, que el ingreso al hotel era por el lateral donde hoy está el casino –en un subsuelo–, y que el frente –por donde se entra actualmente– era una explanada sobre el río porque no había rambla. El hotel de 1921 tenía tres pisos, pero hoy tiene cuatro con un entrepiso y dos subsuelos, con cocheras. Tal fue la magnitud de la obra de ingeniería que se hizo un muro de contención para la playa. “Las áreas públicas permanecen originales, como el salón oval que tiene además de un gran balcón y acústica perfecta. Las habitaciones, en tanto, se tiraron abajo y se construyeron de cero, todas a nuevo con diseño moderno. Se hicieron además el spa, los depósitos y se amplió el casino”, apunta Otero mientras guía la recorrida por este gigante que combina con sutileza la sobria modernidad de las habitaciones con lo majestuoso de la fachada y el hall de ingreso.
Cálido pero sofisticado, con un restaurant de primer nivel a cargo de Maximiliano Matsumoto que con su nombre –1921– homenajea los orígenes de este emblema, el Sofitel Montevideo es desde 2013 un gigante en belleza, propuesta e historia.
Datos útiles
Sofitel Carrasco. Rambla República de México s/n. T: +598 2604-6060. IG: @sofitelmontevideo. Desde u$s 150 la doble con desayuno.
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