Construida entre 1920 y 1936, está emplazada sobre la calle Arroyo al 1130, entre Cerrito y Libertad.
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El matrimonio de Celedonio Tomás del Corazón de Jesús Pereda (1860-1941) y María Justina Girado Casagemas (1865-1942) forjó la unión de dos familias con raíces en Castilla y en Cataluña. Tuvieron seis hijos. Trabajo-Constancia-Economía es el título del libro que Ana Aramendi Jurado escribió sobre la historia de la familia. Son los valores que Celedonio Tomás eligió para definir su labor en ocasión de sus 80 años. Ese 7 de marzo de 1940 reunió a sus descendientes y formalizó su retiro. En la carta que les entregó decía que prefería hacerlo “antes que me digan: ¡Este viejo… impertinente no deja hacer nada!” Puntualizó, además, que esperaba que las ganancias se repartieran por sextos iguales.
Los Pereda habían hecho su fortuna con un sistema de diversificación económica muy utilizado por los inmigrantes que formaron la incipiente burguesía de finales del siglo XIX y principios del XX: almacenes de rubros generales en pueblos, venta de forraje, inversión en tierras próximas a las estaciones de ferrocarril, exportación de ganado y cereales, casas de renta, participación accionaria en bancos, frigoríficos, compañías navieras. Celedonio fue fiel cultor de ese sistema: tuvo 12 estancias, fue accionista del Banco Popular Argentino, del Banco Español, del Banco Comercial de Azul, de la cooperativa de seguros La Azuleña, de la sociedad Quebrachales Paraguayos, de la Compañía de Tranvías Eléctricos del Sud, del Mercado de Frutos y de docenas de emprendimientos más. Aparte, en su doble rol de médico y emprendedor, apoyó las investigaciones del Dr. Méndez en la vacuna contra el carbunco y trabajó por el mejoramiento de varias razas de vacunos y ovinos.
Hacia 1920, Celedonio quiso tener su réplica del gran hôtel particulier que el arquitecto Henri Parent había hecho para el banquero Édouard André y su esposa Nélie Jacquemart, ubicado en el 158 del bulevar Haussmann de París, que abrió al público en 1913, como Museo Jacquemart-André, tras la donación del matrimonio al Instituto de Francia de la espléndida mansión.
El primer arquitecto contratado fue Louis Martin, autor de varias residencias en la cercana Av. República (hoy Quintana). Pero, según la tradición oral familiar, Pereda le había pedido una escalera en forma de herradura, que bajara hacia el jardín como la del castillo de Fontainebleau, a lo que Martin se negó. Disconforme, Pereda lo reemplazó por Jules Dormal, que llevó la obra a buen puerto.
Los interiores de la mayoría de los palacios porteños de la Belle Époque homenajeaban distintos estilos: Regency, Segundo Imperio, Tudor, Renacimiento, Luis XIII. Así, el recorrido se planteaba como una “promenade”: un paseo peatonal por la historia del arte. La ambientación se encargó a la afamada Casa Jansen, firma parisina que decoró, entre cientos, los mundos privados de Jackie Kennedy, los duques de Windsor y Coco Chanel. Se alternan los materiales habitualmente usados en las construcciones de su clase y época: pisos de roble, arañas de cristal de Baccarat, grandes paneles de boiserie, techos artesonados.
Mención especial merece la obra del catalán Josep Maria Sert, que pintó los cielorrasos: “Diana la cazadora”, “El agujero celeste” –sobrecogedor–, “El aseo de don Quijote”, “Los equilibristas” y “La tela de araña” fueron hechos según la medida de los planos, ya que el artista nunca viajó a la Argentina.
Pocos años después de la muerte de Celedonio y María, la sucesión vendió el palacio a la República Federativa de Brasil, que lo adquirió en 1945. La embajada propiamente dicha funciona a la vuelta, Cerrito 1350, en un edificio brutalista con grandes balcones, a la manera de jardines colgantes, un anteproyecto del arquitecto Olavo Redig de Campos, y proyecto, dirección de obra del estudio SEPRA, que reemplazó una residencia diseñada en 1910 por Eduardo María Lanús y Paul Hary, para la familia del primero.
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