La necrópolis más conspicua y elegante de la ciudad cumplió 200 años. En su acervo cuenta con obras de importantes escultores del mundo. En qué ciudades ver otros ejemplos.
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Mientras cientos de personas no entran jamás a un cementerio – salvo naturales e inevitables pérdidas– y la simple idea de ir a uno de turistas les da “repeluz” –como dicen los españoles–, enterratorios de todo tipo están creciendo día a día como protagonistas de la cultura de viajar y conocer el planeta.
El cambio de las costumbres funerarias, con la consecuente hegemonía de la cremación, ha dejado a muchos cementerios como museos a cielo abierto de arquitectura y escultura, y gracias al llamado “Necroturismo”, muchos tienen hoy más visitas de turistas y fotógrafos que de deudos dolientes.
Pero aparte, ¿qué otra cosa que el más primitivo “necro-tour” es el consabido viaje a ver las Pirámides de Egipto o el Taj Mahal en la India? Mausoleos monumentales, íconos de la arquitectura y la historia, ¡pero tumbas al fin!
Los “necromantes” no solo defienden el placer de desentrañar los secretos y símbolos edificados de la Muerte y el Más Allá, hasta se les hincha el pecho defendiendo un argumento irrefutable: el detalle de las tipologías arquitectónicas consagradas como las 7 Maravillas del Mundo Antiguo, es: dos estatuas colosales (Rodas y Zeus), un jardín colgante (Babilonia), un templo (Artemisa) un Faro (Alejandría) y… dos sepulcros (la Pirámide de Gizah y el Monumento de Halicarnaso, en la actual Bodrum, Turquía).
Locaciones de videoclips, televisión y películas, clases abiertas de historia del arte donde se pueden ver estilos clásicos, neobizantinos, art nouveau, art decó, racionalista, visitas guiadas nocturnas o teatralizadas, recitales de música sacra en la capillas, recorridos temáticos, sobre iconografía masónica, toda esa actividad puede realizarse en una necrópolis.
Un cementerio con alcurnia
Además de todo lo mencionado, el cementerio de Recoleta tiene un patrimonio escultórico único en este continente, con firmas de los egresados de las mejores academias y atelieres del mundo.
Su historia está relacionada con los orígenes de la ciudad. El 24 de octubre de 1580, Juan de Garay realizó el trazado original de las “suertes” o parcelas de la ciudad de la Santísima Trinidad entre los miembros de su expedición.
El loteo incluyó 65 grandes solares, llamadas “quintas”. Uno de ellos le correspondió a Rodrigo Ortiz de Zárate y se extendía entre la barranca al Río de la Plata y las actuales calles Azcuénaga, Ayacucho y Arenales.
Pasó de manos diez veces en 130 años hasta que en 1710 arribaron de España los frailes franciscanos de la Orden de la Recolección de San Pedro de Alcántara.
Por 22 años construyeron la Iglesia del Pilar, el convento, huertos Y anexos, en toda su extensión. Para ellos era una zona alejada del centro, ideal para la oración: “Recoleta”.
Pero, en 1821, el gobernador Martín Rodríguez y su Ministro de Gobierno, Bernardino Rivadavia, expulsaron a los frailes expropiando todos sus bienes y cerrando todas sus dependencias monásticas.
Tan solo un año después, en el huerto de los recoletos se decidió establecer el Cementerio del Norte y una gran plaza.
La traza del enterratorio corrió por cuenta de Prósper Catelin, un ingeniero arquitecto francés, que erigió el primer ingreso con dos volúmenes cuadrados y muro perimetral. Catelin dirigió hasta 1828 el equipo del Departamento de Ingenieros-Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires, proyectando, además la Cámara de Representantes que aún sobrevive dentro del edificio de la Manzana de las Luces y le agregó el portal greco-romano a la Catedral porteña. Desde 1842 descansa en el mismo cementerio que trazó.
La fisonomía actual del ingreso es de la reforma de 1881, a cargo de otro ingeniero arquitecto, italiano de nacimiento, pero formado en Argentina y en el atelier de Nicolás y José Canale: Juan Antonio Buschiazzo, un dotado que no dejó tipología sin realizar en la ciudad. No solo modernizó el ingreso y nuevas entradas, también hizo una sala de autopsias, varios sepulcros y además proyectó el Asilo de Mendigos a continuación de la Basílica del Pilar, actual Centro Cultural Recoleta.
La tercera modificación se realizó en 2003: se reemplazó el solado y luminarias, y se restauraron una decena de sepulcros declarados monumento histórico nacional. En 2010, al enrasarse la calle, se perdió la escalinata marmórea original y tras varias denuncias se repuso en parte por orden judicial.
La Recoleta hoy
Mucho se ha biografiado sobre los personajes ilustres de todos ámbitos de la argentinidad que viven su posteridad real, mítica o legendaria en esta necrópolis. La Asociación de Amigos del Cementerio de la Recoleta (A.D.A.C.R.E) fue fundada el 12 de mayo de 1997 y trabaja para preservar su patrimonio cultural e histórico, organizando visitas guiadas, conciertos y los homenajes a las personalidades del lugar. La Dirección General de Cementerios de C.A.B.A., a través de la Gerencia Operativa y el departamento Histórico y Artístico del Cementerio de la Recoleta organizó casi una decena de encuentros para la capacitación de guías, con la participación de renombrados historiadores o ex directivos del Cementerio como Susana Gesualdi, Carlos Francavilla, Oscar de Masi, Adriana Ortolani, Juan Antonio Lázara, entre otros.
Las restauraciones de obras se hacen bajo la dirección del profesor Miguel Crespo y dirige la necrópolis la abogada, escribana y escultora Sonia del Papa Ferraro.
La Recoleta es una necrópolis relevante, que permite conocer escultores notables contratados por los comitentes de esas casi 6000 bóvedas, mausoleos y cenotafios que han puesto al cementerio en el listado de los más importantes de Occidente, junto a soberbios exponentes del arte funerario como los franceses Père Lachaise, Montmartre, los monumentales italianos de Milán, Génova, Bolonia, Roma o el Montjuic de Barcelona.
La siguiente es una guía de los más célebres.
Leonardo Bistolfi
De la patria de los grandes escultores clásicos, este nativo de Casale Monferrato es, para muchos, el mejor escultor del simbolismo italiano y llamado “Il poeta della morte” por su profusión de obras funerarias.
En nuestro cementerio de Junín 1760, tiene participación en tres bóvedas con notables relieves, hitos de una poética cincelada a puro talento: un Cristo Crucificado en el interior de la majestuosa bóveda Leloir, y los relieves externos de las de Atilio Massone y Alfredo Gath, factotum de la tienda departamental Gath & Chaves.
Este italiano es autor también de las esculturas que decoran la bóveda de los Roverano en la Chacarita, y en el Cementerio el Salvador de Rosario esculpió para el mausoleo de la familia de Pablo Santiago Recagno y Josefa Schlieper de Recagno, el conjunto escultórico “La Vita e la Morte”.
En Italia, realizó la placa funeraria para Andre Glades en Ginebra y el monumento fúnebre de Sebastiano Grandis en el enterratorio de Borgo San Dalmazzo, la tumba del senador Federico Rosazza y la esfinge para la tumba Pansa en el cementerio de Cúneo. También realizó las bóvedas (en italiano “edicola”) Baisini, Lorenzo Falconi, Gustavo Modiano, Toscanini, todas en el Cementerio Monumental de Milán.
Montevideo también tiene su Bistolfi: la familia Giorello fue comitente de una obra conmemorativa en el Cementerio del Buceo.
Luigi Brizzolara
Educado en la Regia Scuola d’Arte de Chiavari, su ciudad natal y luego en la Accademia Ligustica di Belle Arti en Génova, discípulo del escultor Giovanni Scanzi, es uno de los mayores artistas de arte funerario, con más de una veintena de obras en media docena de necrópolis.
La impactante Doliente de la bóveda de Baby Morra, hija del arquitecto Carlo Morra, lleva la firma de este italiano talentosísimo que realizó también la maravillosa figura femenina con un ramo de flores sobre el ataúd de Tomás Devoto. Esas son las dos obras de este prestigio artista en Cementerio de la Recoleta, pero su prolífica obra puede ser seguida por algún amante de los cementerios por cuatro países en dos continentes.
En el Cementerio de la Consolación de San Pablo –el más patrimonial de Brasil– lleva su firma el notable panteón de acaudalado empresario Francesco Matarazzo y también los de las familias Machado y Carvalho.
En el Cementerio General del Sur de Caracas dejó el Monumento al General Emilio Fernández.
En el cementerio Monumental de Staglieno en Génova es autor de la estatuaria de la tumba, panteones y bóvedas del Embajador Fletcher, las familias Castagnola, Felugo, Jauch, Debarbieri-Pozzo, Bruna, Zerega Risso, Margherite Lilin Cavassa, Anselmo Lavarello y la suya propia.
En el cementerio urbano de Chiavari esculpió los monumentos de las últimas moradas de Emanuele González, Giovanni Casanova, familia Graffigna y parte de su familia Brizzolara. En el Cementerio de San Martino en Zoagli realizó el monumento familiar de los Vicini Perdomo.
En el Cementerio Monumental de Lavagna, la estatua para Giovanni Parma.
Jules Félix Coutan
Este parisino egresó de la École des Beaux-Arts de su ciudad y ganó el premio de Roma en 1872. Sus obras realzan puentes parisinos –Bir-Hakeim y Alexandre III– y la Biblioteca Nacional.
En Recoleta firma la estatuaria angelical de la imponente bóveda del dueño de La Prensa, José Clemente Paz y del Sepulcro del General Luis María Campos. También realizó la columna con el busto y una doliente para el presidente Nicolás Avellaneda.
En París, realizó el busto del ingeniero Jean-Charles Alphand en el Père Lachaise.
León Fagel
Nativo de Valenciennes, estudió escultura en la École Académique en el atelier de René Fache, luego ingresó en la École des Beaux-Arts de París y fue alumno de Pierre-Jules Cavelier (1814-1894), a quien hizo su monumento funerario. También el de Alice Julie Justine Ozy, ambos en Père-Lachaise, la tumba de la familia Péron en el cementerio de Montparnasse. En Recoleta realizó la escultura yaciente del presidente Manuel Quintana, que murió el 12 de marzo de 1906.
Jean-Alexandre-Joseph Falguière
Tuvo varios encargos desde la Argentina, que también dan para un “petit tour”: un monumento ecuestre al General Paz en Córdoba capital, inaugurado en la plaza homónima, 18 de diciembre de 1887, pagado por la municipalidad local, la Facultad de Derecho de la UBA fue la comitente de dos estatuas José María Moreno y Antonio Malaver, que pasaron del edificio de Moreno 350 al aula magna de la sede actual en la Avenida Figueroa Alcorta 2263, un busto del presidente Manuel Quintana en la Casa Rosada, la figura femenina con antorcha (torchère) del Palacio Paz frente a la plaza San Martín, y la Diana del Jockey Club, sobreviviente del incendio de 1953, todas en CABA. En Recoleta dice presente con la estatua del cenotafio de Lucio Vicente López. En Toulouse, entronizó el busto de la sepultura del Ingeniero Abadie Terre-Cabade.
Valmore Gemignani
Hijo de un marmolero de la ciudad de Carrara, asistió a la Accademia di Belle Arti de Firenze. Como muchos artistas de su época se deslumbró con Benito Mussolini y participó del Sindicato Degli Artisti Fascisti di Belle Arti della Toscana. Las dos obras que engalanan la única obra del arquitecto argentino Alejandro Virasoro en Recoleta es la antigua bóveda Deferrari, realizadas por “Canziani e Guastini Fonderia Artistica” de la ciudad de Pistoia.
También tiene una representación de “La Pietá” en bronce originalmente propuesta para la Basílica de la Santa Croce florentina, que terminó en el Monumento a los Caídos del Cementerio Comunal de Lupi en Livorno, un medallón conmemorativo para America Papini Falchi en el Cementerio de la Puerta Santa de Firenze, un busto de Giulia Caselli Rampi en el cementerio de Solarolo en Rávena.
Marius Jean Antonin Mercié
Nacido en Toulouse, entró en la Escuela de Bellas Artes de París, discípulo de Alexandre Falguière y de François Jouffroy. En 1868 obtuvo el Premio de Roma. Su obra funeraria está entronizada el Cementerio de la Recoleta –mausoleo monumental de Carlos Pellegrini, al final del pasillo central–, en el Cementerio Père Lachaise de París (relieve a Jules Michelet y monumento a Paul Baudry) y en capilla real de la Casa de Orleans de la ciudad de Dreux (sepulcros de Luis Felipe I de Francia y la reina Amélie).
Lola Mora
Discípula de Giulio Monteverde, en los 18 años que vivió en Roma, está presente con su arte en el Congreso Nacional, el Monumento a la Bandera en Rosario, la Casa Histórica de la Independencia en Tucumán, la escultora argentina en cuyo honor se celebra en nuestro país cada 17 de noviembre el Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas, –casualmente el aniversario del Cementerio de la Recoleta– no podía faltar en el máximo enterratorio argentino y firma la estatuaria que decora la bóveda de López Lecube, frente al Cristo del escultor argentino Pedro Zonza Briano, en el pasillo central de ingreso.
En el Cementerio de El Tala, en Salta, esculpió la lápida de la tumba don Facundo Victoriano Zelarayán (primer jefe de la estación ferroviaria de la localidad), la escultura sobrerrelieve de indudable estilo Liberty en las flores de los bordes superiores, muestra una joven mujer de cabello ondulado con un vestido de seda y una solera mangas cortas doblada por el dolor.
Giulio Monteverde
Natural de Bistagno, es uno de los más grandes escultores de obras funerarias del mundo, su “Ángel de la Resurrección” o “Ángel de Monteverde” originalmente para la familia del banquero Francesco Oneto en el Cementerio de Staglieno en Génova, se replica en docenas de enterratorios con resultado dispar, incluso en el Cementerio de la Chacarita. Una de esas variaciones está en el sepulcro Llambí Campbell de Recoleta y en El Salvador de Rosario hay una copia relevante. En el cementerio genovés, además entronizó el Monumento a Raffaele Pratolongo, la Tomba Celle –o la danza macabra– y su Ángela de Monteverde (1882) se puede visitar en cementerio de San Isidro de Madrid, en Panteón de los Marqueses de la Gándara.
Su “Cristo muerto” engalana la capilla recoleta, a la derecha del pórtico de ingreso, hoy blanqueada, pero originalmente con un fondo oscuro. En la Plaza Roma porteña está su monumento al unificador de Italia, Giuseppe Mazzini.
Émile Edmond Peynot
Natural de Le Creusot, realizó en Recoleta la estatua de conmemorativa a Juan Lartigau (caído junto al Coronel Falcón en el atentado anarquista perpetrado por Simón Radowitsky) en la bóveda proyectada por los arquitectos franceses Guilbert y Gantner y por poco no tuvo otra obra aquí, ya que la Ofrenda Floral a Sarmiento que se halla en el Rosedal fue pensada para su tumba. A metros del cementerio más famoso del país, sobre planos de Henri-Paul Nenot, hizo la estatuaria del Monumento de Francia a la Argentina.
En su país, Peynot firmó dos memoriales a los Muertos de la Primera Guerra Mundial, uno en el Cementerio Touquet-Paris-Plage de Pas de Calais en el norte y otro obelisco en el Cementerio Comunal de Écouen, en Val d´Oise.
Jules Pierre Roulleau
Escultor y grabador galo nacido en Liborna, Gironda, realizó una estatua representando a la República Argentina en el Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París de 1889.
Para Recoleta mandó el impactante grupo escultórico Diego de Alvear, en el mausoleo realizado por el arquitecto Albert Ballu, mismo arquitecto del Pabellón. En el mismo mausoleo hay dos niños a los costados de la puerta y están firmados por Jean-Baptiste Hugues, que hizo la representación de la Argentina que estaba sobre la entrada del Pabellón y hoy está en el patio de la Escuela Raggio en Avenida del Libertador casi General Paz.
En Père Lachaise, Roulleau realizó el medallón conmemorativo del sepulcro de Georges Bouzou.
También realizó otra notable composición funeraria para la tumba de Zoé Mavrocordat, luego Princesa Basarab-Brâncoveanu, primera esposa de Georgue Bibescu, príncipe de Valaquia, sepultada en la iglesia Domnița Bălaşa o Iglesia de la Ascensión en Bucarest, Rumania.
Edoardo Rubino
Autor del sepulcro del general Bartolomé Mitre, tiene varias obras conmemorativas para sumar a la bitácora, sobre los sepulcros de Remondini y Porcheddu, Casari y una obra llamada “Deposizione” para la bóveda de la familia Cridis, todas en el Cementerio de Torino, como también el Monumento Rosetti en el cementerio momumental de Milano destruido en un bombardeo aliado en la Segunda Guerra Mundial y la “Tomba Bidasio” en la necrópolis de la ciudad industrial de Ivrea, en las afueras de Torino.
Scarabelli & Fontana
Giovanni Scarabelli, nativo de Molinella, estudió en el Instituto de Bellas Artes de Bolonia y en la Accademia de Bergamo. Llegó a Argentina en 1898 y primero se afincó en Marcos Juárez, para luego mudarse a Rosario, donde junto a Luigi Fontana, escultor lombardo educado en Brera y luego con Cautero hicieron docenas de obras notables en el Cementerio de El Salvador de Rosario, de los cuales destaca el Mausoleo Pinasco.
En Recoleta ornaron con su estatuaria el Mausoleo Cisnetto Olivera con una imponente figura de una Justicia Alada realizada en la fundición de José F-M. Garzia.
Giovanni Battista Villa
Genovés de origen, en el cementerio monumental de Staglieno de su ciudad, dejó varios “capo lavori” como la célebre Tomba Pienovi, donde una esposa cubre a su esposo en su lecho de muerte, las de Cristoforo Tomati, Ferro, la columna para Piero Elena y la célebre tumba en galería para la familia Montanaro, que se reproduce casi milimétricamente en el Mausoleo de los Dorrego Ortiz Basualdo, del arquitecto Louis Dubois, de Recoleta, donde una virgen prende un candelabro de 7 brazos con una vasija de óleo.
La firma de Villa se observa al pie de la estatua del inmigrante y la barca en la tumba de los Roverano.
En el cementerio monumental de Bonaria, en Cagliari, talló la estatua de Maria Anna Barrago dei Conti Ciarella y el busto marmóreo del cavalieri Giacomo Saggiante.
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