
Resort cinco estrellas y bodega en plena Toscana, sitio ideal para probar el Brunello de Montalcino.
5 minutos de lectura'


Los cipreses son un símbolo de esta región. Ciprés del Mediterráneo o piramidal. Se usan para establecer límites y para frenar el viento; en los cementerios y para embellecer una via nobile. Los introdujeron los etruscos y los romanos continuaron plantándolos.

Para llegar a Banfi, el castillo donde me quedaré los próximos días, manejo por una ruta flanqueada de cipreses y, sí, me siento en una película. Es un día radiante y el paisaje entra por la ventanilla. Un auto paró al costado de la ruta: bajaron los cinco de la familia y se pararon, cada uno, al pie de un ciprés, como soldados formados sin armas y con ropa colorida. El padre saca la foto. Desde unos metros más adelante registro la escena.

Allá está Banfi: Poggio alle Mura, el castillo elevado en una colina (poggio, en toscano) desde donde se domina la región. Por esa posición estratégica entre Siena y la Maremma, el castillo fue disputado en las guerras que enfrentaron a las provincias de Siena y Firenze.


Sigo las flechas. Los últimos kilómetros transcurren entre viñedos rebosantes de racimos de uvas tintas y blancas. Es verano y falta menos de un mes para la cosecha. Entro al borgo: un conjunto de construcciones del siglo X convertidas en un resort de lujo de solo 14 habitaciones, además del restaurante Sala dei Grappoli –con estrella Michelin desde 2020 y comandado por el chef Domenico Francone–; La Taverna, otro restaurante imperdible enfocado en la cocina toscana; la Enoteca que ofrece degustaciones guiadas y merchandising toscano curado con buen ojo; la Balsameria, donde se produce el aceto de la casa y un Museo del Vidrio. Un borgo dedicado a los huéspedes.


Desde 1978, el proyecto es de la familia de John Mariani, un estadounidense del barrio de Little Italy de Nueva York que se enamoró del territorio toscano y compró 700 hectáreas en la región para elaborar vino. En 1983, también compró el castillo Poggio alle Mura y el resto de la azienda agrícola para transformar el lugar en un proyecto turístico.
–En la Toscana, la cultura de la belleza es muy fuerte, y ellos, los Mariani, la sintieron– dice Lorella Carresi, la directora de comunicación de Banfi mientras cenamos en La Sala dei Grappoli.


Actualmente, Banfi produce más de 10 millones de botellas al año con un gran porcentaje de exportación a Estados Unidos.
Desde el momento en que Mariani entró en Banfi, cambió la historia de la zona y del pueblo vecino, Montalcino, donde desde 1998 se celebra Wine & Jazz, un festival que fue creciendo con los años y ya forma parte del calendario internacional de los encuentros de jazz.

El Brunello
El paisaje se abre en ondulaciones pálidas por los trigos recién cosechados, verdes por los viñedos a punto y platinadas por los olivares. Cada tanto aparece un borgo entre cipreses, un caserío o, simplemente, una abadía plantada en un bajo, como Sant’Antimo.

El paisaje llena el espíritu de ánimo distendido. Quizás comprendió, el espíritu, que está en un lugar donde se come y se bebe bien sin buscar demasiado (algo que ya no pasa en Roma): en una cantina de pueblo y en un restaurante de alto vuelo, como La Sala dei Grappoli, en Banfi.

La Toscana es extensa y segmentada; este circuito se enfoca en la tierra del Brunello di Montalcino, un ícono toscano, al igual que el Chianti, otro ícono, ambos con Denominación de Origen Controlada y Garantizada (DOCG), la máxima certificación de Italia.
Lorella, que me guía por la bodega Banfi, habla del galestro –una arcilla rústica– y del cuarzo presentes en la tierra, y de un terroir único para la expresión de la uva Sangiovese. Le pregunto qué características debe tener un vino para que sea considerado Brunello.

–Primero: debe ser 100% uva Sangiovese; segundo: se tiene que producir en los alrededores de Montalcino, donde el clima es seco y cálido y la altura ronda los 500 metros; tercero: tiene que pasar dos años por barricas de roble y no puede ser lanzado al mercado antes de los cuatro años. Dicen los que saben que vale la espera.

Después de caminar entre toneles de roble francés y austríaco hacemos una degustación en la enoteca. Finalmente, el Brunello di Montalcino está en la copa de cristal: de color rubí, con cuerpo y estructura; taninos y acidez. En boca, frutos del bosque maduros, salvajes y terrosos. Brunello es un diminutivo de bruno, “marrón”. Envejece muy bien; de hecho, es un vino pensado para envejecer y, si se toma años después, aparecerán notas de higos secos, cuero y chocolate.
Excelentes recuerdos para evocar un viaje memorable.

Datos útiles
- Castello di Banfi Poggio alle Mura 1. T: + 34 0577 877700.
- Vivir un par de días en el castillo de Banfi es, ante todo, una experiencia de lujo. Primero por lo que implica habitar un castillo del siglo X en medio de la naturaleza. Como Poggio alle Mura está sobre una colina, en una propiedad de 800 hectáreas, las vistas son maravillosas. Con solo 14 habitaciones, la atención de este hotel boutique que integra la cadena Relais & Châteaux es personalizada.
- Las suites son departamentos amplios –entre 40 y 80 m2–, con varios sectores, cómodos y con una decoración campestre chic.
- El hotel abre de marzo a noviembre, y las habitaciones dobles van de € 785 en temporada baja a € 1340 en alta, con desayuno. El desayuno es imperdible por la variedad de productos seleccionados, frescos y hermosos a la vista, y el entorno donde se toma entre geranios, muros centenarios, cipreses. Los que no se hospeden en el hotel pueden disfrutar de los restaurantes. La visita a la bodega con una degustación guiada de cuatro vinos de Banfi cuesta € 60 y dura dos horas. También hay degustaciones solo de Brunello y opciones a medida.






