El médico psiquiatra Federico Pavlovsky, especializado en consumos problemáticos, habla sobre la adicción que padece un número creciente de jóvenes y preocupa a familias y colegios
El comienzo de clases es inminente y hay algo que preocupa a los padres. Mucho se habla del precio de los útiles, los uniformes y la cuota del colegio, pero a esto viene a sumarse un fenómeno reciente e inédito que contribuye a la sensación de angustia e incertidumbre general. Y es que cada vez es más común escuchar anécdotas sobre chicos de secundaria (e incluso de primaria) que realizan apuestas online en los recreos, con dinero real que obtienen de sus familias, generalmente ajenas a este tipo de prácticas. De ahí que, según los especialistas, no resulte exagerado decir que los adolescentes corren riesgo de caer en un nuevo tipo de adicción. “El problema es general. Estamos viendo una generación de chicos de 13 o 14 años con acceso a buena educación, cuya preocupación acerca de su futuro no es tanto si van a estudiar una carrera sino cómo pueden hacer dinero rápido”, asegura el doctor Federico Pavlovsky, médico psiquiatra y director de Dispositivo Pavlovsky, un centro ambulatorio de tratamiento de consumos problemáticos, entre los cuales este tema pica en punta.
–¿Podríamos decir que las apuestas online ya se instalaron en la sociedad?
–Las apuestas online son la frutilla de una torta que viene cocinándose con las redes sociales, videojuegos, inteligencia artificial y la irrupción de los algoritmos como factores determinantes en la toma de decisiones. O sea, las apuestas online no son algo que aparece de pronto, pero sí estallaron después del Mundial, donde experimentamos una saturación de publicidad y promociones en relación con el mundo de las apuestas deportivas. Esto lo vengo conversando con Tomás Pergolini, un experto en el mundo gamer, quien advirtió hace años que en los videojuegos se empezaba a experimentar todo el tema de las apuestas.
–¿Quiénes son los más afectados por este fenómeno?
–Adolescentes de 14 a 20 años, con un pico epidemiológico de 15 a 18. Las apuestas online son como un experimento social de producción de una nueva forma de adicción. La tecnología avanza en forma abrupta y a toda velocidad, luego vienen las leyes y regulaciones, y mucho después, analizamos los efectos en la salud mental de las personas. Eso se ve con delay, en un segundo tiempo. Es bastante impresionante para quienes trabajamos en salud mental, porque siempre que hablamos de adicciones, nos enfrentamos a la cuestión del estigma, del “falopero”, del tipo que consume, que no se quiere recuperar, que está mal, es mal visto. Hasta existe una valoración moral sobre la adicción, sobre el alcohólico, sobre el cocainómano. En el mundo de las apuestas online, en cambio, hay una fábrica, digamos, 24 / 7 de tecnología y algoritmos que todo el tiempo están promocionando, invitando y seleccionándote como candidato ideal para estimular en vos un comportamiento compulsivo. La publicidad está dirigida explícitamente a chicos jóvenes, sus canales de comunicación y hasta influencers muy seguidos promocionan los sitios de apuestas, sin olvidarnos de que la mayoría de las apuestas son deportivas en un país que vibra con el fútbol, casi todos los días de la semana.
–Se ve como algo imparable.
–Es inédito. Por eso creo que la inteligencia artificial fue tan importante, porque los algoritmos todo el tiempo están respondiendo a tus intereses; si a vos te gusta Boca, estarás recibiendo invitaciones para apostar para Boca. Los algoritmos están al servicio de aumentar las posibilidades de que estés mucho tiempo en las redes y apuestes. Ese es el lado B de la inteligencia artificial, cuyas consecuencias están por verse y contra lo que ya muchos desarrolladores empezaron a advertir. Acá, Santiago Bilinkis y Mariano Sigman lo alertan en su libro Artificial, que lo recomiendo porque es un viraje muy interesante de gente que alienta el desarrollo tecnológico, pero reconoce la necesidad de pensar límites a la manipulación psicológica que se puede producir.
–¿Se sabe a cuánta gente afectará el auge de las apuestas virtuales?
–Estamos investigando con un equipo de médicos, expertos en comunicación, abogados, expertos en negocios deportivos e incluso gamers, con el objetivo de entender mejor este fenómeno. En principio, algunos datos preliminares muestran que antes, entre un 25 y un 30 por ciento de la población tenía algún contacto con juegos de azar; ahora no sabemos a cuánto, pero sabemos que se va a elevar. El problema es que de ese porcentaje el 10 por ciento va a desarrollar una adicción, es una estimación macro que también ocurre con otras sustancias psicoactivas. Es un nuevo tipo de adicción que va a necesitar abordajes distintos a los que hoy resultan exitosos. Aún no hay respuestas de tratamiento probadas y eficaces. Esto trasciende el ámbito de la salud mental individual para pasar al ámbito sociológico. Es un problema netamente social. Será necesario tener dispositivos de tratamiento para las personas que desarrollen una adicción conductual, pero serán claves decisiones de salud pública y políticas. Hace poco, el alcalde de Nueva York, Eric Adams, realizó una denuncia formal contra las principales redes sociales, señalando el enorme impacto en la salud mental de los jóvenes. Creo que es un buen ejemplo. No esperemos la “autorregulación” de las propias empresas, va a ser muy tarde.
–Pero entonces, ¿qué éxito puede tener un tratamiento en estos casos?
–Cuando vos trabajás con personas que están dispuestas a realizar algún esfuerzo personal y son permeables, podés entrenarlos para que estén alertas a una cantidad de mecanismos de influencia sobre su conducta y sus emociones, que pasan habitualmente desapercibidos. Tienen que analizar y construir sus hábitos, sus conductas, sus maneras de pensar y de reaccionar con el entorno. Nuestro trabajo es entrenar al paciente (y su entorno) para que se convierta en un buen semiólogo capaz de interpretar qué le están diciendo los contenidos y las maneras de las redes sociales o dispositivos tecnológicos en general. Y que se convierta en un arquitecto de sus propias decisiones, que los demás no vayan decidiendo por él: nunca existió, menos en el mundo de la tecnología, el libre albedrío.
–¿Cuál es tu recomendación para prevenir esos riesgos?
–La primera, más simple e impresionante, es medir el uso, la interacción de uno con la tecnología. Eso ya genera algo, y en ese sentido los dispositivos tecnológicos tienen la herramienta de “bienestar digital”. Todo cambio empieza por una buena medición de dónde estamos. ¿Cuánto usás WhatsApp? ¿Cuánto usás Instagram? Encontramos que las personas creen que usan menos de lo que efectivamente utilizan sus redes sociales. Se sorprenden mucho. Después, tratar de entender qué es lo que uno está usando, qué canal y para qué estás eligiendo esa aplicación, juego o plataforma. Y tener menos acceso directo a las notificaciones. El objetivo sería medir para salir del automático y después cambiar. Entender que cuando vos no pagás, el producto sos vos, que vos estás en el medio de una máquina que produce cosas y tu dato, tu interacción, son el producto de esa maquinaria.
–Con los adolescentes esto parece un poco más difícil…
–Aprendí que los adolescentes hacen básicamente lo que ven en su entorno, son menos impermeables de lo que parece. Todavía los padres, los tutores, las personas que están con chicos, tienen una capacidad de influencia sobre ellos mayor de la que se cree. Creo que hay que volver a la figura de los adultos como quienes dan el ejemplo; empoderarse como adultos para guiar a los chicos, no con palabras o restricciones, sino con el ejemplo. Este es un momento, más que nunca, para conversar con ellos, para dialogar, que es más difícil de lo que parece porque le tenemos que dedicar tiempo y capacidad de escucha, no dar lecciones o máximas. Conversar no es aleccionar, es generar un espacio de diálogo no confrontativo. Puede ser caminando, jugando al tenis o yendo a la cancha. Una cosa que yo descubrí es que por ahí yo armo un programa de una hora con un hijo y en realidad el diálogo duró tres minutos o dos. Pero si no estabas, no hubieran existido esos dos minutos que, tal vez, eran todo lo que el chico necesitaba.
Más notas de Hábitos
Más leídas de Sábado
La hija del Gato Dumas le rinde homenaje. A 20 años de su muerte, Siobhan Dumas lo recuerda: “Conservo el espíritu gourmand de mi papá”
Adicciones sexuales. Cuáles son las más comunes y por qué es un tema tabú muchas veces ignorado
Del Barrio 31 a Las Cañitas. “Los clientes decían que teníamos el mejor ceviche de Buenos Aires”
“Hice el vino de Dios... y del diablo”. Fundó una bodega icónica en Argentina, plantó el viñedo más alto del mundo y les hizo el vino a dos Papas