A menos de un año de dejar el deporte profesional, la judoca ganadora del oro olímpico compite en MasterChef y ejerce como traumatóloga
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“Vamos que ganamos”, le gritan desde autos y colectivos a Paula Pareto, cuando la ven pasar en bici en algún punto de los 30 kilómetros que forman parte de su nueva rutina de entrenamiento. A menos de un año de haber dejado la práctica profesional de judo –que le valió Medalla de Oro en las Olimpiadas de 2016, convirtiéndola en la primera argentina en ser campeona olímpica–, la “Peque” está más que activa... hiperactiva. Mientras participa del reality MasterChef Celebrity (Telefé) se prepara para encarar una nueva subespecialidad de su carrera como médica traumatóloga. Y sigue entrenando, aunque ahora lejos del tatami.
–No hace un año que dejaste el deporte profesional, ¿sentís que hiciste el duelo?
–Creo que no tuve tiempo de hacer el duelo. Tal vez porque estoy con un montón de cosas. Recuerdo que un mes antes de retirarme un amigo me dice: “¿Qué vas a hacer cuando no compitas ni entrenes más? Vas a tener un vacío”. “No creo”, le dije, y hoy tengo el triple de cosas de lo que entonces me imaginaba. Sí me chocó cuando arrancaron las competencias internacionales, donde compitieron chicos y chicas de Argentina, y sentí algo como ‘Uy, mirá, yo estuve ahí’. Pero solo eso, como que me llamó la atención.
–¿Desde que dejaste de competir te volviste a poner el kimono?
–Me lo habré puesto una vez para explicarle un par de cosas a los chicos de la Selección, y después la otra clase que les di la hice sin kimono, porque el verano es una época más informal. Pero me lo puse una sola vez y al otro día me dolían los hombros. La verdad es que los últimos entrenamientos míos fueron bastante complicados en cuanto a dolores, y lo aguanté todo lo que pude. Y cuando volví a sentir esos mismos dolores dije ‘no, por el momento prefiero aislarme un poco del tatami’.
–¿La competitividad del deporte profesional la trasladaste a MasterChef?
–No, no hay ninguna comparación. Solo te podría decir que siento algo parecido en la previa al programa o cuando nos dicen qué hay que hacer. Ahí aparecen esos nervios precompetitivos. Pero una cosa es el judo, donde tenés tus contrincantes y tus técnicas, y otra cosa es esto, donde mi contrincante puede ser una cacerola o una olla que me quema siempre.
–¿Cocinabas antes de ingresar a MasterChef?
–No. Cocinaba como cualquier persona que vive sola y que algo se cocina. Lo básico. Yo tenía además una nutrición muy de deportista, en la que uno tiene que mantener la proteína que es elemental, y después sumaba fruta y verdura, lo que hubiera sano y de estación. En el programa descubrí que existía una enorme cantidad de combinaciones posibles que vuelven los platos completamente diferentes. Algunos usando cosas cotidianas, y otros con comida que no sabía ni que existía pero que estaban a la vuelta de la esquina. Hoy mi familia y mis amigos disfrutan de que yo haya entrado al programa, porque les abrí la mente a los pequeños detalles que hacen la diferencia. ¡Todos chochos en mi casa!
–¿Cuál es el mayor obstáculo con el que te encontraste en el programa?
–Para mí uno de los principales desafíos es el multitasking, el cocinero tiene que hacer dos o tres preparaciones al mismo tiempo: mientras ponés algo a cocinar estás cortando tomate y al mismo tiempo ponés aceite a hervir... Y yo, tanto por el estudio como por el entrenamiento, soy muy metódica: primero hago una cosa, después la otra y después la otra. En el judo tenés que pensar en una sola cosa por vez. Si querés hacer dos no te va a servir ninguna; tenés que ir con el foco en el objetivo. Y en la cocina de MasterChef no tenés un objetivo... tenés cuatro. Pero me gusta porque me desafía, me empuja a superar mis propios límites, a abrir la mente y a entrenar eso de hacer varias cosas al mismo tiempo. Y que te salga bien... o al menos intentarlo.
–¿El programa te deja tiempo para ejercer como médica?
–Sí, por ahora. La verdad es que justo terminé la residencia que era full time antes de empezar el programa. Y ahora en marzo arranco otro trabajo que va a ser muy demandante –que es una subespecialidad de traumatología, en miembros superiores– y vamos a ver cómo me acomodo. Pero en este momento puedo hacer convivir mis tiempos de actividad física, que son distintos a cuando competía, y mi trabajo como médica.
–¿Tenés hobbies? ¿Qué te divierte hacer en tu tiempo libre?
–Juego al fútbol con amigas, me encanta hacer rompecabezas, que es un hábito familiar y me gusta ir a pescar con mi hermano. No es tanto por pescar en sí sino todo el ámbito. Pero en general me gusta estar en familia, con amigos. En todo tiempo libre que tengo intento disfrutar estos momentos que son los que me suman más.
–La pandemia te agarró haciendo la residencia, ¿cómo lo viviste?
–Bien, aunque fue una época complicada, más allá de lo laboral, que nos obligo a dividirnos de formas muy raras para no ir todos juntos y que no nos contagiáramos todos al mismo tiempo. Fue una incertidumbre, y hoy sigue siéndolo, pero al principio no sabíamos qué iba a pasar el día de mañana. Mismo los Juegos [Olímpicos] se postergaron, nadie sabía si se iban hacer. Todo era así. Pero a mí, que soy muy familiera y muy amiguera, me chocaba no poder ver a mi familia. Los médicos éramos los más expuestos y nadie quiere ir y contagiar a su papa, a su mamá, sus hermanos o amigos. Nos tuvimos que aislar, pero al mismo tiempo nos apoyabámos los médicos entre nosotros, éramos como una gran familia. Después uno sabe que los médicos estamos para eso y que estas situaciones pueden pasar. Juramento hipocrático: estamos cuando nos necesita el paciente. Quien realmente es médico de vocación, que son la mayoría, no lo sufrió desde el lado médico sino desde el lado familiar.
–¿Cómo reaccionan los pacientes que en la primera consulta se encuentran con una medallista olímpica, y hoy con una participante de MasterChef?
–Primero te piden la foto, sin importar por qué vinieron a la consulta. Pero cada persona responde de forma diferente, a mí me divierte mucho ver eso. Está el que no se anima a pedirte la foto o el que no te pide nada y te felicita no por el programa sino por la parte deportiva. Pero después está también el que sabe que estás en un programa de tele pero ni idea de qué. Muchos se sorprenden de verme en el consultorio: no sabían que era médica o no se esperaban verme trabajando. Como que uno tiene el título pero no ejerce. Y yo sí lo hago. Así que la respuesta de la gente es genial.
–¿Notás un cambio en tu popularidad desde que estás de domingo a jueves al aire?
–Yo siempre anduve en transporte público y la gente me saludaba. Pero ahora que ando en bici –hago 15 kilómetros de ida y 15 de vuelta– frenan los autos, me sacan fotos... el otro día me paró un colectivero para que me sacara una foto con él. ¡Parece la película Forest Gump! Me ha pasado antes, en año olímpico, pero ahora es exponencial. Me da mucha gracia el que para el auto y me dice “te veo con mi familia”. Son lindos gestos que sin esta locura televisiva no pasarían, y los disfruto como parte de un todo. Aunque me da un poco de vergüenza.
–¿Te gustaría seguir en la televisión cuando termine MasterChef?
–No, cero. Es algo que cuadró justo en el momento en que tuve este impasse de lo laboral, y ya está. La tele no es mi ámbito. Pero uno nunca sabe, puede llegar una propuesta interesante, divertida... Yo no le cierro la puerta a nada porque la vida no deja de sorprenderme.
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