Rescate emocional. Aprender a estresarse en las Fiestas
Hay que aprender a estresarse tranquilo. No es tan terrible. El estrés no es el culpable de todos los males que se le adjudican ya que forma parte de aquello que nos ha permitido sobrevivir como especie.
Viene a cuento el tema porque se acercan las Fiestas y se vislumbra en el horizonte el clásico escenario familiar y personal en el que, además de la dimensión espiritual y las alegrías propias de las celebraciones, existe también en muchos casos un sentimiento de tensión por lo que se viene. Sabemos el “estresazo” que suele suponer para algunas personas el tener que administrar todo ese movimiento emocional y operativo que las festividades traen consigo. Es imposible no estresarse, mucho o poquito, con lo que mueven las fiestas de Navidad y Año Nuevo. La idea es, entonces, proponer que usemos a nuestro favor al estrés en vez de pelearlo y maldecir su existencia.
“Debiera estar relajado y no exigido” es una frase que, por supuesto, tensa y exige, sépalo señor lector. De allí que, por ejemplo, sea poco aconsejable decirle “tranquilizate” de manera condescendiente a quien justo está transitando un momento de tensión y nervios. En esos casos la respuesta puede ser contraria a la buscada.
Si la angustia anticipatoria y la tensión vienen en clave de tristeza por la soledad no deseada que hace que uno se sienta un paria, sirve poder arrimarse a alguien como hacen los chicos en las plazas y decir sin perder ninguna dignidad: “¿Puedo jugar con vos?”, que, si se sabe elegir, siempre habrá quien diga que sí. Es una buena forma de estresarse “bien”, sin victimizarse demasiado.
Si en cambio el estrés es por las internas familiares, por las presiones que surgen entre ir allí o ir allá, por los dolorosos tironeos entre padres separados que generan desgarro o por la falta de plata para hacer los regalos que los chicos piden, pues la noticia es que ese estrés no puede evitarse, aunque tal vez sí aminorarse con una gestión emocional que no empeore todo haciendo que las cosas se tornen explosivas o desgarradoras.
Si alguien critica estas líneas porque en el fondo dicen que “hay que bancársela”, pues que lo haga tranquilo porque, efectivamente, es eso lo que queremos decir. Aclaramos que “bancar” es una condición activa, no pasiva, por parte de quienes viven de manera conflictiva las festividades. Aceptar lo real nos hace bien, y recién allí podemos sumar elementos para modificar esa realidad.
El tiempo que perdemos en pelearnos con el estado de cosas que las fiestas transparentan puede ofrecerse para mejorar a lo largo del año esa realidad, agregándole algo más que enojo y queja para que se trasmute en algo más grato. Por eso, a no estresarse porque nos estresamos, que eso no agrega más que mala sangre, potenciando lo malo hasta lo insoportable.
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