Fue la variedad estrella a mediados de siglo pasado y hasta aparece en letras de tangos; hoy, tras décadas en baja, vuelve a brillar y hasta crecen un 90% sus exportaciones
La semana pasada, el crítico californiano James Suckling le dio el “puntaje perfecto” (100 puntos sobre una escala de 100) a un vino blanco mendocino. Los altos puntajes, se sabe, estimulan el interés de los consumidores, pero en este caso recayeron sobre un vino que no se encuentra a la venta. El blanco en cuestión es el Norton Semillón 1959, del que solo quedan unas 1000 botellas guardadas en la centenaria cava de la bodega, en Luján de Cuyo, Mendoza.
La noticia, más allá de lo curioso, llama la atención sobre el Semillón, una variedad que vivió tiempos de gloria a mediados del siglo pasado -a tal punto que se la menciona en las letras de tangos y milongas-, pero de la que hoy quedan muy pocas hectáreas plantadas. Los 100 puntos de Suckling son en todo caso un signo de un reavivado interés por esta variedad, que se expresa en un crecimiento del 90% de sus exportaciones y en la aparición de modernos vinos basados en esta variedad.
“La actual recuperación del semillón tiene que ver con varias factores –dice Santiago Mayorga, enólogo de la bodega Nieto Senetiner, que produce Semillón en su línea Patrimonial–. En la gastronomía mundial actual el vino blanco resulta muy maridable, por eso cobra un papel muy importante en la mesa. Por otro lado, en todas partes del mundo hay un rescate de las variedades más antiguas, y en nuestro caso el Semillón nos acompaña desde los tiempos del Malbec”.
De Burdeos al pingüino
“El Semillón es una cepa originaria de Burdeos, Francia, donde es utilizado en los grandes vinos de Sauternes. De hecho, con él se elabora el famoso Château d’Yquem -relata David Bonomi, enólogo de Bodega Norton-. En Argentina llega a mediados del siglo XIX, junto con el Malbec, encontrando su terruño ideal en la provincia de Mendoza, donde se difundió como la variedad blanca característica. Los vinos elaborados en Luján de Cuyo y en los departamentos de Tupungato y La Consulta, en el Valle de Uco, llegaron a alcanzar fama legendaria”.
Su momento de mayor auge se vive en los años 60, cuando llega a haber 5486 hectáreas plantadas con Semillón (hoy solo queda el 10%, unas 578 hectáreas). “En la década de 1960, en que había un gran consumo de vino per cápita de alrededor de 90 litros, ese consumo era en gran medida de vino blanco. Y el Semillón, una variedad productiva en ese momento, se usaba bastante para hacer estos vinos -agrega Santiago Mayorga-. Eran vinos de pingüino; de hecho, si uno escucha algunos tangos se refieren a esta variedad”.
Un ejemplo es la milonga “Porteñazo”: “porteño nací, no he de cambiar / si ceno en el Ritz o en el Alvear/ A mí me da igual un bodegón / un vino del Rin o un Semillón”. Otro, el tango “Pifia”: “Si hablo así “al uso nostro”, sin metáforas galanas / pa’ batirte, no confundas, vinagre con Semillón”.
La caída en desgracia del Semillón, uno de los pocos vinos al que se lo conocía por el nombre de la variedad, comienza en los 70. “Su producción no era rentable, porque eran vinos de precio bajo, y además, es una uva muy susceptible a la podredumbre, lo que requiere muchos cuidados en el viñedo”, explica Diego Cantú, ingeniero agrónomo de Bodegas López, que desde la década del 60 elabora el ya clásico López Semillón.
“Al igual que el Malbec, se erradicaron miles de hectáreas de Semillón –se lamenta Bonomi–. Otras de las razones por las cuales fue relegado es la ubicación de sus viñedos cerca de la ciudad de Mendoza, región muy demandada para nuevas construcciones y negocios inmobiliarios.”
Pero, sin lugar a dudas, los factores principales de su caída son los mismos que se encuentran detrás del declive del vino blanco en general. La caída en el consumo per capita de vino que vive la Argentina desde hace décadas, que se acompaña por un cambio en el patrón de consumo, en el que cobran valor los vinos tintos y, en particular, el Malbec. A su sombra languidecen el Semillón y muchas otras variedades con historia en la Argentina, que en estas últimas décadas comienzan a recuperar terreno.
Regreso con gloria
Para Bonomi, “la vuelta del Semillón se debe a la tendencia actual en recuperar varietales de antaño que formaron parte icónica de la construcción de la vitivinicultura en Argentina. Y, por supuesto, por la excelente capacidad aromática que tiene. Es por eso que también en Norton hemos decidido ampliar nuestra línea de vinos Altura, incorporando un Semillón”. Más recientemente, incluso, la bodega lanzó una edición limitada de 2000 botellas del Norton Semillón, en este caso cosecha 2018.
Pero, ¿qué podemos esperar de los modernos Semillón que hoy se producen en Argentina? “En términos generales, esta variedad se caracteriza por un aroma cítrico, pero cuando la uva se cosecha más tarde aparecen notas de pan tostado, miel y té –describe Bonomi–. Envejece excelentemente bien, como lo demuestra el Norton Semillón del año 1959 que obtuvo 100 puntos. (¡estamos hablando de un vino que ha pasado 63 años en botella y que se mantiene excelente!), lo cual lo convierte en un perfecto vino de guarda”.
El Semillón es, también, muy versátil a la hora de las comidas: “Es una variedad que tiene generalmente mucho volumen de boca: una linda grasitud, pero con una acidez muy alta que le da un buen largo al vino y eso hace que sea muy maridable. Estos vinos blancos con un aroma equilibrado, no tan intensos, con buena boca, volumen y buena acidez son especiales para maridar cualquier tipo de platos”, concluye Mayorga.
¿Algunas recomendaciones para explorar el mundo del Semillón? López Semillón ($948) es un clásico, de precio súper accesible; luego están los mencionados Nieto Senetiner Patrimonial Semillón ($2380) y Norton Altura Semillón ($3160), en gamas de precios medios, junto con el Humberto Canale Old Vineyard Semillón ($2800) y el Mendel Semillón ($3900). Los fanáticos o que cuenten con buen presupuesto pueden optar por Escorihuela Gascón Pequeñas Producciones Semillón ($7400) y El Enemigo Semillón ($7800).
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