En medio de una vertiginosa situación social los padres deben aprender a comunicarles la realidad a sus hijos; cuáles son las palabras indicadas
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Se acerca fin de año, con el inevitable balance personal, familiar y laboral, a lo que se suman el final de clases de los chicos, los exámenes finales y recuperatorios, las graduaciones, las fiestas y celebraciones de todo tipo y color, los planes de vacaciones escolares y familiares, etc. En nuestro hemisferio sur en diciembre se termina todo al mismo tiempo, a diferencia del norte donde Navidad y Año Nuevo son solo unas vacaciones cortas en el medio del año escolar y laboral.
Y este año, en nuestro país, agregamos un nuevo gobierno con un fuerte cambio de rumbo en un momento muy complejo del país. Y me parece una valiosa oportunidad para que los adultos, los adolescentes y los chicos nos comprometamos a poner el hombro e intentar juntos labrar un futuro mejor para todos.
Aprovechemos estas fechas y la situación actual para conversar con nuestros hijos de las implicancias de ese cambio de rumbo y de la importancia de cuidar muchas cuestiones y colaborar –cada uno desde su lugar– para que nuestra querida patria salga adelante. No se trata de asustarlos, porque lo que se viene no es el fin del mundo, pero tampoco de dejarlos afuera de lo que ocurre tratando de que no se preocupen.
Mi propuesta es informarlos de forma adecuada para cada edad e ir acompañándolos a interesarse en política y a saber que pueden ser parte de la comunidad desde chicos.
Son tiempos nuevos y cada uno de nosotros puede poner su granito de arena: no caigamos en la tentación –aunque tengamos la suerte de poder hacerlo– de gastar nuestros pesos a mansalva “porque no valen nada” como hicimos en otras de nuestras cíclicas crisis (¡y ojalá esta sea la última!).
Menos gastos
Seamos criteriosos y mesurados en nuestros gastos y compras, consumamos lo mínimo indispensable, negándonos a pagar cifras disparatadas por productos que fueron remarcados para proteger a los comerciantes y no de acuerdo a la inflación real.
Esto incluye a los chicos, porque quizás los regalos de Navidad sean pocos, o no nos vayamos de vacaciones, o tal vez sí nos vayamos pero en vacaciones más cortas y con menos helados en la playa y más sándwiches preparados en casa que otros años.
Los chicos se dan cuenta y se quejan, por eso es importante explicarles la situación sin alarmarlos, y sumarlos a este esfuerzo colectivo que va a durar un buen tiempo.
Como en todas las situaciones de cambio y/o duelo habrá que conversar con ellos de cuatro temas generales: 1) de lo “lindo” que se viene, la esperanza de que con el tiempo baje la inflación, haya trabajo para todos y disminuya la pobreza, 2) también de lo “feo” de estos ajustes que son indispensables para que con el esfuerzo y apoyo de todos esa esperanza pueda concretarse en hechos; 3) de lo “lindo” de la situación anterior cuando los chicos no notaban los problemas ni necesitaban ajustarse y los adultos veníamos capeando la tormenta con nuestros escasos recursos y 4) de lo “feo” de lo anterior cuando la desesperanza, la pobreza y la inflación crecían día tras día.
En nuestro afán por que no sufran ni se enojen intentamos convencerlos hablando solo del primer punto y del último, sin darnos cuenta de que solo van a poder escucharnos y procesar lo que viven si hablamos también del segundo y el tercero: existen y por el solo hecho de no mencionarlos no desaparecen y además se estancan adentro y no les permiten avanzar en el proceso de duelo y aceptación.
Estar al tanto
Por otro lado los chicos perciben el estado de ánimo y las preocupaciones de sus padres y es bueno ponerles nombre a esas preocupaciones ya que, de no hacerlo, podrían llegar a creer que es por ellos que estamos preocupados, o podrían imaginarse que la situación es mucho más grave de lo que realmente es.
No podemos dejarlos afuera; salvo que nos fuéramos a vivir a una isla desierta sin internet ni televisión, es imposible mantenerlos alejados de lo que dice la radio o los noticieros (aunque ellos no escuchen ni vean, sus vecinos, amigos, primos sí lo hacen y les pueden contar). Este momento nos da la posibilidad de que sepan dónde estamos parados y lo que se espera de nosotros y de comprometer a los chicos para que se sientan parte del cambio.
No les va a gustar, seguramente se asusten, se preocupen, ¡y se enojen!, porque están habituados a que papá y mamá todo lo resuelven, y estamos hablando de ajustes, esfuerzos, sacrificios a los que no están acostumbrados.
Sin desilusionarnos de ellos ni hacerlos sentir culpables –cuando les cuesta entender y colaborar– acompañemos su enojo hasta que aparezcan el miedo, la tristeza, el dolor, que están por debajo de ese enojo, y es entonces que van a estar listos y abiertos para escuchar y entender que, como dice Eduardo Galeano “mucha gente pequeña, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.
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