El Parque Nacional El Palmar y la Reserva La Aurora del Palmar, dos propuestas para sumergirse en la naturaleza de Entre Ríos
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En un rincón de Entre Ríos, cerca de la localidad colonense de Ubajay y sobre el río Uruguay, se encuentra el refugio más grande de palmeras yatay en nuestro país: el Parque Nacional El Palmar y la reserva natural La Aurora del Palmar, que comparten el objetivo de conservar el ecosistema donde se funden la pampa con el espinal y recibir a los visitantes para conocer tanto esa especie como el resto de la flora y la fauna nativas.
Los dos lugares, que formaban parte del Palmar Grande de Colón, de 15.000 hectáreas, fueron declarados sitios Ramsar por proteger los humedales de enorme valor para el ecosistema. Pero sobre todo, se ocupan de conservar y ayudar al crecimiento de las palmeras yatay o Butia yatay, de las que hay ejemplares que tienen más de 300 años y están en peligro de extinción debido al avance agroforestal y su bajo índice de regeneración natural.
A lo largo del camino de ingreso al Parque Nacional El Palmar se debe circular muy despacio, porque descansan y se alimentan gran cantidad de carpinchos mansos, que se dejan fotografiar pero que no deben ser molestados. En donde hace poco se hicieron quemas controladas, pueden pasar corriendo los ñandúes. Otras aves caminadoras son los inambúes, que deben escapar de los zorros de monte, los gatos monteses, los gatos del pajonal y los hurones.
También se pueden divisar mulitas en el sendero La Glorieta, que tiene apenas 950 metros y es muy sencillo de caminar. Lleva al arroyo El Palmar y, a través de un camino de selva ribereña, a una pequeña cascada. Otros senderos sencillos para recorrer y conocer la fauna y la flora son Tres Cruces y Yatay, ambos de 500 metros y La Portada, de 600 metros, con un mirador hacia un bajo inundable.
Los senderos más largos son El pastizal de la Selva (3500 metros junto al río Uruguay) y El Mollar (1400 metros que parten del camping hacia la zona donde más se controla la flora exótica). Tampoco hay que perderse dos áreas donde se cuenta la historia del lugar: la Calera del Palmar, del siglo XVIII, y el Casco de la Estancia, del siglo XIX.
En la costa del río Uruguay surge la selva ribereña formada por árboles como el mataojos y el guayabo, hogar de carpinchos, ositos lavadores o aguará popés y corzuelas pardas. Acá se pueden realizar paseos en canoas o lanchas y, en los caminos vehiculares, visitas guiadas en bicicletas. En el parque nacional hay restaurante, proveeduría, feria de artesanías y camping.
Para continuar la aventura, lo mejor será visitar (también es posible alojarse) La Aurora del Palmar, un refugio natural de la Fundación Vida Silvestre desde 1998, que está del otro lado de la ruta, a apenas tres kilómetros. Allí se realizan safaris, caminatas, cabalgatas y paseos en canoa o bicicleta para conocer todos sus ambientes: selva en galería, pastizales naturales, pajonales de inundación y bosques de espinal.
Las tierras fueron adquiridas en 1950 por Juan Peragallo, a las que nombró en honor a su esposa Aurora Cialcieta, para contribuir a la conservación y combinar con la producción ganadera y forestal, con el objetivo de lograr la sustentabilidad ambiental, económica y social. Las heredó en 1976 su hijo Raúl, ingeniero forestal, con la promesa de conservar los palmares, que venían perdiendo la batalla contra el avance agroforestal. El actual dueño sumó al sueño del conservacionismo su idea de hacer turismo en contacto con la naturaleza, que se convirtió en la actividad más nueva y con más esperanzas.
En un total de 1500 hectáreas hay 1100 destinadas para la conservación, de las cuales 200 tienen una población de palmeras yatay de más de 300 años, el mayor relicto de esta especie fuera del parque nacional. En las 400 hectáreas restantes hay una chacra de cítricos y nogales, un viñedo joven, actividad ganadera (los animales usan el pastizal de manera natural como alimento) y producción forestal (eucaliptos y pinos que son exóticos pero el 80 % de la población de Ubajay depende de ellos).
Uno de los recorridos más sencillos para conocer todo el lugar es el Sendero Interpretativo, que se realiza en un carro llevado por un tractor o en vehículos 4x4. Se atraviesan el bosque de espinal, con sus algarrobos y espinillos, peludos, mulitas, zorros pampeanos, guazunchos, culebras y viboritas ciegas, y el pajonal de inundación con sus lagunas donde habitan gran cantidad de aves.
Así se llega al sector de Palmar Antiguo del Refugio y, frente a las magníficas palmeras yatay, el guardaparque Maximiliano Jacket hace la presentación oficial: dice que son una especie que llega a medir 18 metros, ignífuga y longeva, que crece en suelos de lomada arenosos y bien drenados. Su fruto, carnoso y agridulce, no solamente es alimento de cotorras, corzuelas y ñandúes, sino que también se utiliza en cosmética, farmacéutica y gastronomía. Después del paseo, se realiza una degustación de delicias preparadas con yatay: desde una tarta dulce y un budín hasta naranjay, una riquísima mezcla de jugo de naranja con licor de yatay.
Otra opción es un paseo en canoa por el arroyo El Palmar, que no ofrece ninguna dificultad, para conocer durante dos horas uno de los ecosistemas del lugar: la selva en galería –los otros son el espinal, el pastizal, el palmar y los humedales–. Se llega en un viejo camión hasta el arroyo y durante la aventura se pueden descubrir carpinchos, coipos, lobitos de río, lagartos overos y tortugas acuáticas.
También se pueden realizar recorridos en bicicleta o a caballo, salidas de avistaje de aves y caminatas por el viñedo y el sector de frutales. Y durante la noche, un safari entre palmeras y estrellas, paseo en canoas con luna llena y cabalgatas nocturnas.
A la hora de dormir, la propuesta es tan original como divertida. Se puede elegir descansar en cómodas habitaciones en la casona colonial La Estación o en los antiguos vagones de tren que fueron restaurados y transformados en habitaciones matrimoniales o grupales con baño privado y terraza con vista a los palmares. O también se puede llevar carpa y armarla en un rincón arbolado del camping. Lo seguro es que después de disfrutar del cielo estrellado, el sueño reparador llegará muy rápidamente.
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