La propuesta es flotar durante una hora en cámaras de aislamiento sensorial en una pileta con sales de Epsom
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Las terapias de flotación en cámaras de aislamiento sensorial proponen una experiencia para dejar cuerpo y mente en remojo en función de aliviar tensiones, calmar dolores y reducir el estrés. Además, flotar en estas cápsulas inmersivas ayuda a mitigar la ansiedad y mejorar la calidad del sueño. Cerradas o abiertas, las cabinas funcionan como un puente a la relajación profunda, donde los estímulos externos quedan totalmente anulados. Los beneficios de la ingravidez y la ausencia de sonidos se potencian con los de las sales de Epsom: el sulfato de magnesio en una proporción de 550 gramos por litro de agua no solo permite flotar sin ningún tipo de peligro sino que afloja el tono muscular, suaviza la piel y aquieta el sistema nervioso.
“El alivio se siente hasta 72 horas después de esta terapia que enseña el gesto de la quietud”, señala Yohan Poissonneau, al frente de Zero Gravité, uno de los flotarios porteños con sede en Parque Chas, que cuenta con dos tanques, uno abierto y otro cerrado. Flotar de noche durante 60 minutos logra el mismo resultado que persiguió el neurólogo John Lilly en 1953 en el Instituto Nacional de Salud Mental en Bethesda, Estados Unidos. Sus investigaciones sobre los niveles de relajación alcanzados pusieron el foco en el cerebro: aliviarlo de la tarea que supone sostener la estabilidad y alinear el centro de gravedad en un entorno acuático con la misma temperatura del cuerpo fue el punto de partida de la terapia. La oscuridad se puede customizar a gusto de usuarios que eligen entre estrellitas en la cubierta, luz tenue o noche cerrada.
“Las sesiones son absolutamente seguras y se monitorean. Cada participante pasa por distintas fases de adaptación y puede elegir entre el silencio total o una relajación guiada, seguida de música instrumental tranquila”, señala Yohan, especialista en terapias holísticas, respiración holotrópica y bioenergética.
Con o sin almohada inflable, pero siempre con tapones en los oídos, los participantes se entregan al grado cero en ropa interior o traje de baño. Las piletas de diseño futurista que se vieron en series como Stranger Things o And Just Like That cuentan con paneles de control para dimerizar la luz, encender la ventilación y comunicarse con los terapistas en caso de necesidad.
“Sentí esta nueva experiencia de estar sostenida o sostenido por el agua. Es una sensación que seguramente nunca antes habías experimentado, pueden aparecer en un principio resistencias a lo desconocido o percibir como nunca antes tus tensiones. Poco a poco irán desapareciendo, a medida que logres soltar tu cuerpo y tu mente. Entregarte es la clave de esta nueva experiencia. Confiá en el agua que te sostiene, sentite libre para buscar la comodidad que necesites”, guía la voz en off, que invita a conectarse con la propia respiración y escuchar los latidos del corazón.
“La mente bombardea, por eso cuesta relajarse y llegar a estados meditativos”, explica desde Versalles Eleonora Llaneza, del flotario Repoint, instalado dentro del club Ateneo Popular. Junto a su pareja, el basquetbolista Jonathan Maldonado y el preparador físico Crsitian Argentieri tuvieron la iniciativa de plantear un spa deportivo, focalizado en la recuperación física. Además de flotar, allí también brindan sesiones de masajes, kinesiología y otros tratamientos. “No hay límites de edad, aunque los chicos suelen ser más dispersos e inquietos y quizás una hora les resulta mucho”, agrega Eleonora.
Además de aliviar migrañas, artritis y fibromialgias, sumergirse en un flotario aumenta la concentración y la creatividad, reduce los síntomas de la depresión y propicia una mejor higiene del sueño. “También ayuda con el síndrome de burnout y mejora los síntomas del trastorno por déficit de atención con hiperactividad. El protocolo vigente indica que con 12 sesiones se logra una referencia continua en el sistema nervioso”, explica Yohan. Y agrega que al derrumbarse la acción y alinearse el ciclo circadiano, esta terapia está indicada para combatir los efectos del jet lag o mejorar la alteración del sueño.
Los principios de aislamiento sensorial que investigó John Lilly también fueron contemplados por organismos como la NASA, entre otros, que utilizó tanques de flotación gigantes para simular la ingravidez y el aislamiento del espacio en el entrenamiento de los astronautas. “Nos basamos en evidencia científica y en los estudios publicados que concluyeron que al anular los estímulos externos es posible alcanzar un estado de relajación profunda. En este estado –entre la somnolencia consciente y el sueño profundo– nuestro cerebro genera ondas cerebrales Theta. Además, al flotar se observa un aumento en la liberación de dopamina y endorfinas (sensación de felicidad) y una baja de las hormonas del estrés”, describe Yohan Poissonneau.
Con respecto a la higiene de las cápsulas, los profesionales explican que la solución salina al 43% actúa como un potente desinfectante además de ser totalmente estéril. “Esto evita la proliferación de cualquier tipo de bacterias, como sucede en el Mar Muerto”, señalan. Las cámaras cuentan con un filtro que elimina impurezas y como complemento se utiliza cloro.
La terapia que imaginó John Lilly cumple 70 años contribuyendo al bienestar con una consigna que cada vez es más difícil de cumplir: desconectarse y entregarse al estado de ingravidez, sin más estímulo que el sonido de la propia respiración.
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