Disrupción, disciplina y resilencia a pesar del juicio externo: todas estas cosas constituyen la psiquis de Teresa Marcaida, la bailarina argentina que abrió el evento de Bienestar y Salud organizado por LA NACION
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Suena la primera parte de la Gymnopédies & Gnossiennes de Erik Satie, los Nenúfares de Monet como telón de fondo y los focos de luz iluminan a una mujer con una melena de pelo oscuro enrulado que empieza a moverse en el escenario de una manera delicada y animalesca a la vez. Así comenzó el Capítulo 4 de Bienestar y Salud, el summit anual organizado por LA NACION con el fin de difundir las tendencias del mundo cada vez más diverso y presente de la plenitud personal, emocional y física.
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La pieza se llama “Despertar”. Es la primera parte de “3a en off”, el primer espectáculo creado por Teresa Marcaida, la mujer que lo protagoniza y uno de los nombres que resuenan en el mundo del baile contemporáneo del momento. Oriunda de La Plata, a sus 17 años se ganó una beca completa para estudiar en Juilliard (Nueva York) y a sus 21 ya trabajaba en reconocidas compañías europeas como bailarina profesional.
A lo largo de su carrera trabajó con coreógrafos como Pina Bausch, Margie Gillis, Jirí Kylián, William Forsythe, Marguerite Donlon, Yossi Berg y Jacopo Godani; y bailó en teatros de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile, Alemania, Hungría, Luxemburgo, Polonia, Francia, Italia y Estados Unidos.
Hoy, con 40 años, entiende que su lugar está en su país natal, a donde siempre supo que -eventualmente- iba a volver, y en donde monta obras, a menudo unipersonales, en los que brilla por su estilo propio, marcado por la apertura hacia lo distinto, divertido, a menudo disruptivo, humano y amoroso.
3a en off es quizá su mejor testimonio. “Cuando empecé a trabajar en la obra, en 2013, yo había vuelto a Buenos Aires hace poco y estaba desconectada”, admite en un diálogo con LA NACION. En ese entonces tenía 28 años, la compañía italiana en la que estaba trabajando, y con la que se había ilusionado, se había fundido, venía de meses sin cobrar y empezaba a entender los mecanismos de ser freelance en el mundo del arte. “Esta secuencia de baile es un registro de mi regreso y de mi despertar. El despertar de mi madurez, del amor, de mi cuerpo en mi casa”.
Cuando se le pregunta desde hace cuánto sabe que quiere ser bailarina, Marcaida no duda ni un segundo. “Siempre lo supe. Algunos tenemos la suerte de nacer con un don, y de estar rodeados de personas que alienten su desarrollo”, dice resuelta. “En mi caso mi mamá lo vio desde que yo era chiquita y me acompañó, guió y alentó en mi carrera. El baile era algo natural para mí, y lo que más alegría me daba”.
“El sueño del pibe”
Si bien Marcaida nunca tuvo dudas de que el cuerpo en movimiento como medio de expresión siempre fue lo suyo, no fue hasta los siete años que empezó una educación formal en el baile, y no fue hasta el momento en el que la aceptaron en Juilliard que dijo “voy a dedicarme de lleno a esto”.
A su mamá -que actuó siempre como su manager- le habían dicho que ese era el lugar para ella. “Entonces fuimos. A ver qué nos decían los de Juilliard en persona”, relata Marcaida, que casi seguro nunca se va a olvidar de todas las vueltas y burocracias por las que tuvo que pasar para, finalmente, ser admitida. Solo ella, su mamá, su maestra y ahora yo, sabemos a cuántas caras le tuvo que mostrar sus fotos de bailarina y coreografías de distintos estilos de baile en tiempo real, para ser tomada en serio.
“Cuando me dijeron que había sido admitida no lo podía creer. Significaba pasar de vivir con mi familia, en mi país, donde ensayaba después del colegio en estudios chiquitos, a dedicarme al arte del movimiento a tiempo completo”, reflexiona Marcaida en retrospectiva. “Respirar baile 24/7 en el mejor lugar posible para hacerlo. El sueño del pibe”.
Una vez aceptada en una de las escuelas de arte más prestigiosas del mundo, la entonces adolescente volvió a Buenos Aires para terminar el último año de escolaridad de manera acelerada, y volver a la gran manzana para ya instalarse y comenzar lo que sería el comienzo del resto de su vida como bailarina profesional.
“Una vocación marcada, con cierta dosis de talento”
Los últimos trabajos de Marcaida incluyen Platée, 4 Estaciones, Die Soldaten, El enfermo imaginario, Orfeo y Euridice y La Ofrenda a tres y el solo Teresa. En 2021 creó su última obra, “Ser” y es responsable e intérprete de la creación y dirección artística de la performance “Dancing with Nature”, filmado para Awasi, una cadena de hoteles de lujo ubicados en locaciones remotas.
“Siempre me gustó hacer cosas más alternativas. Me gustan los desafíos”, reflexiona la mujer pensando en su trayectoria. Sus trabajos más jugados incluyen haber bailado en una fábrica alemana y treparse a vigas, con ocho percusionistas de fondo; en una iglesia, con un look alegórico a la Virgen María, y en el medio de Atacama, con poco oxígeno de por medio.
Marcaida no es de esas personas que dicen que todos pueden hacer todo, ni el baile una profesión que pueda llevarse a la ligera. “Requiere de una vocación marcada, cierta dosis de talento, y mucho trabajo desde una temprana edad”, señala. “El mayor desafio es seguir a pesar de las dificultades, que son muchas. Seguir cuidando el cuerpo. Seguir creyendo en una misma. Seguir apostando a lo que se elige hacer”.
Aunque es evidente, ella lo confirma: su mayor satisfacción es estar en escena. “Siento que alcanzo otro estado. Me elevo y transporto. Es casi meditativo, porque requiere de una presencia en cuerpo y alma al 100%. Tiene que ver con conectar desde el alma, con una misma y con el que te ve. Este intercambio es lo más gratificante”.
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