Casa por casa: así buscaron durante dos días al joven raptado de una fiesta y hallado acribillado en el Gran Rosario
El padre de Brian Oviedo recorrió varios puntos entre Villa Gobernador Gálvez y el sur rosarino en procura de pistas sobre el paradero de su hijo; le dijeron que fue visto en otros lugares después de que se lo llevaran por la fuerza
Puerta por puerta. De fiesta a fiesta. De un barrio a otro, en el difuso límite entre Villa Gobernador Gálvez y el sur de Rosario. Así buscaron Jorge e Ivana a su hijo, Brian Oviedo, a partir de las seis de la mañana del domingo, después de enterarse de que al chico, de 18 años, un hombre al que nadie conocía lo abrazó desde atrás y se lo llevó por la fuerza de la fiesta de cumpleaños en la que estaba, en el barrio Esperanza, para meterlo en un auto y salir con rumbo desconocido.
Más de dos días duró esa búsqueda incansable y angustiante. Hasta que el martes a la mañana un hombre que iba por un camino rural de la zona de Alvear vio un cadáver en un descampado detrás del predio del club Renato Cesarini. Allí se acabó la terrible peregrinación de Jorge e Ivana Oviedo: por el jean, el cinturón y otras ropas supieron que ese cuerpo exánime, ya en estado de descomposición, y con el orificio de un disparo en el cráneo, era el de su hijo.
“Lo estuvimos buscando tres días, me avisaron que había un cuerpo y vine. El fiscal tampoco me avisó y creo que no lo buscaron con muchas ganas”, dijo la madre de Brian a la prensa, a metros de donde estaba el cadáver, en una escena desoladora.
Fue el final de un recorrido que había empezado con las primeras luces del domingo en Paraná y Tierra del Fuego, en Villa Gobernador Gálvez, donde se desarrollaba la fiesta de cumpleaños de la que Brian Oviedo fue sacado por la fuerza.
“Mi hijo salió de casa el domingo cerca de la 1, fue a un cumpleaños en el barrio La Esperanza. A las 5.30 llegaron a mi casa seis amigos de mi hijo. Me dijeron que estaba en la fiesta y que aproximadamente a las cinco de la madrugada ingresó un hombre al que no conocen, abrazó mi hijo, lo sacó hacia afuera, se subieron a un auto y se fueron. Uno de los muchachos me dijo que vaya a buscarlo al barrio Las Flores”, precisó al realizar la denuncia policial en la comisaría 26ª, el lunes.
Jorge Oviedo se fue solo al barrio La Granada -cuna del clan Cantero, de donde emergió la banda de Los Monos- a recorrer lugares, a preguntar. Nada. De regreso a su casa, un vecino le dijo que probara en la cortada Mangrullo, junto al Club de Pescadores, porque allí se había armado una fiesta
“A las 9 llegué al club, me atendió una señora que cobra la entrada y le dije que buscaba a Brian. Me contestó que había encontrado una billetera, pero no era la de mi hijo. Le mostré a la mujer la foto del documento y me contestó que mi hijo había estado ahí aproximadamente a las seis de la mañana con otros chicos, comiendo pizzas que ella había preparado, y luego se fueron en un auto Renault 12″, contó Oviedo, según reprodujo el diario rosarino La Capital.
Con ese dato relativamente esperanzador, volvió a La Granada: “Me dijeron que los que se llevaron a mi hijo eran de ahí”. No hubo caso.
A las cuatro de la tarde fue al barrio Esperanza, a la casa donde se había hecho la fiesta de la cual se habían llevado a Brian. “El dueño de casa me dijo que fue el cumpleaños de su hija y que hubo muchos chicos y ningún problema, y que a las 5 de la mañana se terminó y se fueron todos”.
El padre del chico tomó la decisión de preguntar a cada persona con la que se cruzó si habían visto a Brian. En la esquina de esa casa del barrio La Esperanza habló con un chico al que vio de casualidad y le mostró la foto del documento de su hijo. “Este chico, llamado Martín, me dijo que él vio un auto y dos motos. Que el auto estaba dando vueltas desde temprano y casi cuando terminaba el cumpleaños uno de ellos ingresó a la fiesta a buscar a mi hijo”.
Brian era delgado, de 1,70 metros de altura, trabajaba como mozo en un shopping y, según su familia, no tenía problemas personales ni vínculos con el narcotráfico que puedan servir como indicio para comprender la motivación del asesinato. Cuando salió de su casa llevaba puesta una gorra de color negro con la leyenda Nike, un camperón negro, zapatillas negras y un pantalón de jean. El cuerpo apareció boca abajo y con al menos dos balazos, uno de ellos, en el cráneo, y el otro en el tórax. Pero en la escena los peritos en criminalística encontraron siete vainas servidas.
Para el fiscal Alejandro Ferlazzo, que interviene en el caso, eso es indicativo de que el crimen se habría cometido en el mismo lugar donde fue encontrado el cadáver. Refuerza esa hipótesis el testimonio de un vecino de la zona que aseguró haber escuchado siete siete detonaciones en la madrugada del lunes.
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