Horror y muerte: “Yo maté a Joaquín”, la confesión y otros detalles del caso del chico asesinado en Córdoba
Víctima y victimario eran compañeros de escuela; la ciudad de Laboulaye está movilizada por el crimen; el detenido no puede ser sometido a proceso penal debido a que es menor de 16 años
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CÓRDOBA.- Las dos familias viven un infierno. La de Joaquín Sperani, el adolescente de 14 años asesinado en Laboulaye por un amigo, y la de su victimario, compañero de curso, de 13 años. Los chicos eran amigos, pasaban mucho tiempo juntos y sus padres se conocían. “Yo lo maté a Joaquín”, confesó el sospechoso ayer, después de que unos primos encontraran el cuerpo de la víctima en una casa abandonada a 100 metros de la escuela donde estudiaban. Abajo, en la sede de la fiscalía, estaba Martín Sperani, el padre del chico muerto.
“Todavía no caigo. Nos juntamos en casa, andábamos juntos por todos lados con los padres y con él y me hace una cosa así”, dijo Sperani.
Su hijo murió, según las marcas halladas en el cuerpo, por un golpe contundente en la cabeza. La policía secuestró un fierro y unos ladrillos que estaban al lado. El victimario tiene 13 años.
Un primer informe de la autopsia determinó que la víctima no llegó a defenderse. Tenía diez golpes en la cabeza y el primero le habría sido asestado desde atrás. No lo vio venir y no tuvo oportunidad de impedir su muerte.
El supuesto autor del crimen no puede ser sometido a proceso penal debido a que es menor de 16 años. El caso pasará a un juzgado penal juvenil para que continúe con la causa y pueda desentrañar qué pasó, además de cuál será el futuro del chico, que seguramente requerirá de tratamiento multidisciplinario.
“Fue desgarrador para mí y para mi señora. Fue el momento en que declaró y dijo: ‘Sí, yo lo maté a Joaquín’”, afirmó el padre de la víctima.
Su madre debió ser internada el domingo a la tarde por la crisis nerviosa que sufrió después de que encontraran a su hijo muerto. “Es un psicópata, fue toda la vida amigo de Joaquín”, dijo la mujer sobre el asesino de su hijo, en declaraciones a LN+.
El juez de Control, Niñez, Adolescencia, Penal Juvenil, Violencia Familiar y de Género y Faltas de Laboulaye, Sebastián Moro, a cargo de la causa, dispuso el traslado del presunto homicida al Centro de Admisión y Diagnóstico (CAD), que depende del Complejo Esperanza, de la ciudad de Córdoba.
Los dos chicos estudiaban en el Instituto Provincial de Enseñanza Media (IPEM) 278, “Malvinas Argentinas”. Cursaban tercer año.
El jueves pasado fue la última vez que Joaquín fue visto con vida. La bicicleta quedó en la escuela, pero él no entró a clases.
Una filmación de una cámara de seguridad captó a la víctima y al sospechoso del crimen caminando juntos. La denuncia por la desaparición del adolescente fue hecha por su madre la noche del jueves.
El detenido, quien tenía el teléfono móvil de la víctima, desorientó a los investigadores policiales desde el primer momento. Aportó datos incorrectos de por dónde habían salido de la escuela y hacia dónde habían ido.
Las búsquedas comenzaron a partir de la información aportada por él, pero el cuerpo estaba a cien metros de la escuela, en una casa abandonada a las que algunos vecinos califican de “aguantadero” de los estudiantes.
Como informó LA NACION, fue un vecino de esa vivienda quien les recomendó a los primos de Joaquín, que integraban el grupo de autoconvocados coordinados por la policía, que buscaran en esa propiedad. Los jóvenes entraron y encontraron el cuerpo ensangrentado en el piso.
Según afirmó el jefe Departamental de Policía, comisario mayor Enrique Carreras, el menor detenido habría actuado solo.
La presunción es que Joaquín falleció el mismo día que desapareció, “minutos más minutos menos, pero no más de las 15. Es una suposición preliminar, ahora resta el informe forense que es el que nos va a determinar todas estas cuestiones”.
Sobre el detenido, Carreras contó que era un “testigo” que “decía una cosa, después decía otra, estuvimos trabajando con él todo el día sábado y el viernes. Pero también es un mecanismo de defensa de quien puede ser el supuesto autor de un hecho de tal magnitud que lo niegue”.
No hay una hipótesis clara de qué habría motivado el chico detenido a atacar a su amigo. Eran íntimos, compartían su amistad con una compañera de escuela y por eso los llamaban los “tres mosqueteros”. No tenían discusiones, las familias se conocían. Joaquín era callado y tímido. En las redes sociales se multiplican los mensajes de condolencias; en la escuela donde iban los adolescentes no hubo clases por el duelo.
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